EMPRESARIOS DEL CENTRO

Taberna San Miguel: sabor a tradición

Casa El Pisto lleva desde 1880 siendo punto de encuentro de la sociedad cordobesa

Rafael López reconoce que disfruta de su negocio y que es una satisfacción ver que el cliente se marcha satisfecho.

Rafael López reconoce que disfruta de su negocio y que es una satisfacción ver que el cliente se marcha satisfecho. / Manuel Murillo

La cuarta generación de la familia López anda ya detrás de la barra de la céntrica taberna San Miguel que dirige su padre, Rafael López Acedo, heredero de una doble saga de taberneros, los López de El Pisto de San Basilio y los Acedo, de la taberna Paco Acedo, junto a la Torre Malmuerta.

San Miguel, que recibe el nombre de la Iglesia aledaña, es casi más conocida por su sobrenombre, Casa El Pisto, que heredó del padre del actual propietario, José López Muñoz, cuyo padre regentaba la taberna del mismo nombre en el Alcázar Viejo. Los López Acedo se hicieron cargo del establecimiento en 1974. Para entonces, la histórica taberna-estanco, que había sido fundada en 1880, era ya un referente de la hostelería cordobesa, muy conocida por su vinculación al mundo del toreo. Y es que por los salones y el patio de esta casa tradicional han pasado toreros como Vizcaya, Manolete Padre, Manuel de la Haba Zurito, Antonio de Dios Conejito, Manuel Saco de León, Cantimplas o Mariano González Bejarano Recalcao.

Por sus mesas no solo han estado toreros, artistas, intelectuales, hombres de ciencia, labradores, corredores y hasta la picaresca cordobesa, sino que en estos más de 140 años de vida ha sido lugar de encuentro de la sociedad cordobesa, que sigue llenando los salones de la casa, que pese al paso del tiempo y las reformas, mantienen intacto el más puro estilo cordobés. «Para mí es una satisfacción muy grande que venga el público de fuera y pregunte por lo tradicional, por nuestros platos, por nuestro ambiente», apunta Rafael López.

Cambios

San Miguel ha sido siempre punto de encuentro donde los parroquianos compartían unos vinos de la tierra, Montilla-Moriles, hablaban de toros o de fútbol. El fútbol y vino, dice Rafael López, que siguen estando presentes en el día a día del local, pero las tertulias taurinas han decaído.

Lo que no ha bajado es la afición por degustar los vinos de la denominación de origen cordobesa. Rafael López afirma que «nosotros siempre hemos defendido nuestros vinos, en esta casi siempre ha habido fino de Montilla-Moriles, finos y jóvenes, y amontillados y hasta los tintos son de la Tierra» y en los últimos años se ha recuperado el consumo. «Cada vez lo piden más y la gente se interesa, nos preguntan por los distintos vinos, incluso la gente joven y saben lo que es un amontillado o un oloroso», afirma este tabernero que ha sabido adaptarse a los cambios sociales desde que se hizo cargo de la taberna allá por el 2000.

«Antes, después de trabajar, se juntaban aquí la gente de banca, la gente del campo, se tomaba una cerveza antes de volver a casa, pero eso ha cambiado. El ritmo de la vida ha cambiando y el ritmo de la taberna también», apunta.

La adaptación a los nuevos tiempos ha traído las reservas de mesa y una carta completamente apta para celiacos -«algo que agradece el público, porque hay pocos sitios donde puedan comer»-, eso sí, sin perder su esencia y los platos tradicionales que la han hecho famosa: El pisto, las albóndigas en caldo, las manitas de cerdo, el rabo de toro, «platos de córdoba tradicionales de toda la vida», resume Rafael López.

Orgullo

López dice sentirse orgulloso de lo luchadores que fueron sus padres, su padre, José López, en la barra y sirviendo al público, y en la cocina, su madre, Lola Acedo, o como todo el mundo la conocía, Loli, alma máter de esta taberna y Primera Señora de la Tabernas, título concedido por el Aula del Vino en reconocimiento al trabajo de toda una vida manteniendo la tradición de la gastronomía cordobesa.

Rafael López espera seguir vinculado a la casa en la que se crió profesionalmente aún por mucho tiempo, aunque sus hijos, afortunadamente, ya comparten con él el día a día. «Es una suerte y una alegría que mis hijos quieran continuar con la taberna, porque la falta de relevo generacional es el gran problema de las tabernas», admite y reconoce que «yo espero que ellos tiren para adelante».