¿Cómo se sobrevivía antes a episodios térmicos extremos?

'La Calor': este año, sin toldos y a lo loco

Un repaso a las viejas fórmulas contra el calor, más allá de la polémica por el entoldado de calles este verano

La playa fluvial de El Arenal fue la vía de escape al calor hasta no hace mucho, y también de infinidad de enfermedades crónicas y de dramáticos accidentes.

La playa fluvial de El Arenal fue la vía de escape al calor hasta no hace mucho, y también de infinidad de enfermedades crónicas y de dramáticos accidentes. / Ladis

Juan M. Niza

Juan M. Niza

No es el calor. Es la Calor, en femenino y con mayúscula, que implica cercanía y respeto, como el que tiene Córdoba a los episodios de altas temperaturas. Sin embargo, si estamos aquí es porque nuestros antepasados sobrevivieron a muchos tórridos veranos. Las preguntas son: «¿Cómo lo hicieron? ¿Podemos aprender del pasado?»

La cuestión va mucho más allá de la polémica que ha surgido en el Centro tras conocerse el pasado lunes que este año no se podrán instalar los toldos para aliviar el achicharrante sol y sus efectos. Así, el pasado lunes el presidente de la asociación de comerciante Centro Córdoba, Manuel Blasco, entre un profundo cabreo contenido y la mayor de las resignaciones cristianas, se confesaba consternado al saber que por un problema de plazos y forma no se había sacado aún a concurso el contrato para, como en los últimos años, poner toldos en verano en tramos de las calles Cruz Conde, Jesús y María, Ángel de Saavedra, Gondomar, Manuel de Sandoval, Góngora y Concepción.

La situación es más hiriente porque justamente este año, con el episodio de calor sufrido en abril, los comerciantes del Centro pidieron que se adelantase desde de ahora a la primavera la colocación de unos toldos que cada año parece retrasarse más. Como cuando se empezaron a poner el 3 de junio en 2021, o el 10 de junio en el caso de 2022... O nunca en el 2023. Porque, como bien señala Manuel Blasco, que los toldos se instalen ya a finales de agosto no tiene sentido y solo sería un despilfarro de dinero público.

De hecho, siempre en el Centro se vieron lonas que en conjunto cubrían de fachada a fachada, y ahí quedan numerosas fotos en los archivos, pero que se retiraron a partir de los años 50 por la anárquica y vetusta imagen que daban (en comparación con las ciudades modernas) y por dificultar un tráfico rodado que todo lo invadía.

Cabe pensar si aquellos cutres toldos serían ahora un fascinante atractivo turístico más de la ciudad, de esos que llenan por su tipismo las redes sociales de selfis. O ya pensándolo mejor, si arquitectos y diseñadores podría retomar la fórmula con otro tipo de doseles a la vez actuales, fácil y baratos de instalar y que fuesen también castizos.

Toldos aparte

Sin embargo, los toldos son solo una de las fórmulas para aliviar el calor en las calles del Centro entre las muchas que ya usaban nuestros antepasados. Y si me apuran, ni siquiera la más eficaz.

Los anchos muros de las viviendas (generalmente infraviviendas, todo hay que decirlo) guardaban cierto frescor mientras se buscaba el efecto cueva manteniendo a oscuras la casa, abriendo solo puertas y ventana cuando el calor fuese en el exterior menor que el de dentro de la casa. Plazas terrizas cuyo firme transpiraba, patios de chinos o de bolos (en donde podías tropezar y abrirte la cabeza, pero que dejaban evaporar el agua poco a poco repartiendo el frescor por la casa), el abanico, el ventilador, la siesta... El sentido común a fin de cuentas. Sin olvidar el viejo entramado urbano que favorece las corrientes de aire en todo el Casco Histórico (ver el reportaje de las páginas anteriores).

Por supuesto, otra forma de sobrellevar el calor cordobés, antes y ahora, es... No estar en Córdoba. O al menos acercarse al agua. Siempre estaba la alberca de algún familiar, la escapada a Los Arenales y La Sierra o a la playa fluvial de El Arenal de un Guadalquivir en el que, también es cierto, no pasaba un año sin que se cobrarse alguna víctima ahogada. Mientras, los más pudientes institucionalizaban el veraneo en Málaga.

Un intento de recuperar algo parecido a una playa fluvial, en la parte baja del Parque de Miraflores y sin acceso al baño en el río, fue hace década y media. Una crecida al año siguiente llevó a que se abandonara el proyecto. Otra iniciativa fue la propuesta por la multinacional Crystal Lagoons en 2017 de playa artificial en El Arenal, al otro lado de la A-4, de la que nunca más se supo.

Y respecto a las antiguas albercas, transmutadas hoy en piscinas, basta mirar Google Earth y acercar la pantalla a Córdoba para ver, en cualquier foto tomada en verano, a la ciudad y su Centro salpicados por rectángulos azules: piscinas legales, ilegales, alegales y de todo tipo imaginable en los más variopintos patios, jardines, terrazas... Y es que tan difícil como poner puertas al campo es pedir que uno se aleje del fresco cuando el calor aprieta.