ENTREVISTA | Antonio Porras Zapatero

«El secreto es escuchar»

«También estos tiempos traen oportunidades. Hice cursos de nuevos pegamentos»

«El secreto es escuchar» | FRANCISCO GONZÁLEZ

«El secreto es escuchar» | FRANCISCO GONZÁLEZ / JUAN M. NIZA

Juan M. Niza

Juan M. Niza

¡Qué calor! Aunque en su taller no lo parece.

Hay quien piensa que tengo aire acondicionado.

Claro, su taller está en una casa histórica que... Pero ya hablaremos de ello. Empecemos por el principio: ¿Cuántos años lleva de reparador de calzado y cómo se profesionalizó?

Nueve. Y aprendí en la mili.

¿En el Servicio Militar?

Sí, sí... Me metí en guarnicionería y aprendí a tratar los materiales. Yo siempre había sido platero, pero cuando la platería comenzó a bajar empecé a trabajar en esto. Primero, ayudando por las tardes a un zapatero. Cuando me enteré de que quedaba libre el taller... Me la jugué. Compré toda la maquinaria... Y hasta ahora.

Con las crisis, ¿ha subido la demanda? ¿La gente se está dando cuenta de que no hay que tirar todo?

Es una mezcla de razones. La gente de lo que se ha dado cuenta es que las cosas se pueden arreglar. A veces me llega un cliente y me pregunta: «Ésto, al que se le ha roto un elástico... ¿Lo tiro?» ¡Por Dios, es un simple elástico, se cambia y en paz! Sobre todo la gente joven no tiene idea de que se pueden arreglar zapatos, zapatillas... Yo siempre digo: «Antes de tirar nada, me lo traéis».

El local tiene su historia. ¿Es de hace dos siglos? ¿Tres?

El local es de cerca del 1500.

¡No me diga!

Sí... Esos locales formaban unos pasillos que llegaban hasta el convento. En algún momento la iglesia hizo esos tres locales (o los vendió, o se desamortizó... no lo sé) y se fueron alquilando. Como zapatería lleva ciento y pico años.

Trabajar en un edificio histórico tiene que abrumar un poco.

Raro es el turista que pasa por aquí y no me pregunta si puede echarme una foto (ríe).

Se había imaginado que iba a ser un atractivo turístico?

(Ríe) Pues yo... Encantando. Hasta me mandan las fotos luego. Un argentino me hizo una foto preciosa que usé para un calendario.

Por cierto, si en España se nos ha olvidado esta profesión y que se puede reparar el calzado, ya en el resto de Europa tiene que ser algo extrañísimo.

Pues en Italia sí que sobreviven. En un viaje, en Florencia, me encontré una zapatería (muy bonita, por cierto) y estuvimos hablando del trabajo. Pero en zonas de Alemania o Francia es impensable un taller así.

¿No se siente a veces parte de una especie en extinción?

A veces sí (ríe). La verdad es que vamos quedando pocos. Pero también los tiempos traen oportunidades. Tenemos un grupo de whatsapp de todo el país donde nos ayudamos. Y también hay un calzado nuevo muy caro, como el de las botas Chiruca, de montaña... O las zapatillas de trail, muy especializadas y con unas suelas que se pueden reponer y muchos no lo saben. Para eso hice cursos sobre nuevos pegamentos específicos. Es un nuevo mercado. Ya se ha corrido la voz y me conocen en clubes de senderismo, entre deportistas... Y también están las redes sociales. En Facebook he colgado trabajos y la gente me ha llegado después.

Una pregunta que siempre me he hecho: ¿cuándo empezamos a ver normal que el mismo que te repara el zapato te haga una copia de llave?

Pues yo también me lo he preguntado (ríe). Quizá porque éramos los únicos que teníamos un pequeño torno. Pero es más: hasta las mismas empresas de materiales y repuestos para calzado te ofrecen a la vez lo necesario para hacer llaves. Todo el mundo lo ha asumido.

¿Hay alguna época del año con más ‘bulla’?

Normalmente en mayo, o antes incluso, en abril. Hay muchas bodas, rocieros, la Feria... Ahora también, a partir de septiembre.

¿Por la vuelta al cole?

No. Por el tiempo. Noviembre y diciembre es cuando más trabajo hay. Sobre todo si llueve.

¿Cómo es eso?

Cuando llueve, uno se da cuenta de que el calzado se cala, se escurre... Cada vez que llueve, el primer día no viene nadie. A los dos días se me llena el taller.

No me diga que también usted está esperando la lluvia.

Sí. Yo también (ríe).

Pero aparte, usted es un referente en la vida del vecindario. Le paran, le conocen por su nombre...

Yo estoy muy contento con el barrio y con la gente... Hasta me hacen regalos. Como una señora que me da lotería de Navidad. «Venga, Antonio, a ver si este año tenemos suerte», me dice cada año. Es un cariño antiguo, como el que había antes. Me cuentan los problemas familiares, los de los niños...

¿Y cuál es el secreto para que le quieran tanto los vecinos y clientes?

El secreto es escuchar.