NOVELA

La rueda de Salgari

Fórcola recupera la obra del escritor italiano ‘Al Polo Austral en velocípedo’

Emilio Salgari. | CÓRDOBA

Emilio Salgari. | CÓRDOBA

Mayo es el mes del Giro de Italia. En la edición de 2022, la carrera finalizó con una contrarreloj que consagró como vencedor de la clasificación general al australiano Jai Hindley (segundo fue el ecuatoriano Richard Carapaz y tercero el español Mikel Landa) después de recorrer, desde la ciudad de Budapest, los casi 3.500 kilómetros de las veintiún etapas. Considerada como la más dura de las tres grandes vueltas, debido a todos los factores que pueden intervenir en un deporte como el ciclismo (recorrido, meteorología, traslados, etc.), la prueba concluyó en Verona, la ciudad que vio nacer al escritor y periodista Emilio Salgari en 1862, un autor que llenó páginas de aventuras ambientadas en la India, Malasia o el Caribe, que creó al pirata Sandokán y al Corsario Negro, y que en 1895 publicó una novela titulada ‘Al Polo Austral en velocípedo’.

La editorial Fórcola (seguimos en Italia: la fórcola es la parte de la góndola donde el gondolero apoya el remo para maniobrar) ha recuperado esta historia que salió de imprenta coincidiendo con el ciento cincuenta aniversario del nacimiento del explorador polar Ernest Shackleton, en una cuidada edición a cargo de Javier Jiménez, que cuenta con una detallada introducción a modo de salida neutralizada de Eduardo Martínez de Pisón, un epílogo para soltar piernas de Javier Cacho y las ilustraciones de Garibaldi Giuseppe Bruno.

«Emilio Salgari llenó páginas de aventuras ambientadas en la India, Malasia o el Caribe, que creó al pirata Sandokán y al Corsario Negro...»

Hasta que llegue el día en que aparezca el libro (al que se refiere Martínez de Pisón) que cuente «las tormentosas e insoslayables relaciones de Salgari con la geografía», podemos leer esta historia que arranca en la sede de la Sociedad Geográfica de Baltimore con una reunión en la que están presentes el norteamericano Wilkye y el inglés Linderman, dos tipos enfrentados que, tras una apuesta, se retan en una carrera hasta el Polo Austral. Utilizando distintos medios y estrategias, ambos iniciarán el viaje con sus respectivos equipos en la Estrella Polar, la embarcación que partirá desde la bahía de Chesapeake. Entre el resto de personajes de la expedición destaca, especialmente, Bisby: un tipo curioso, miembro del Club de Hombres Gordos de Chicago y que viaja al Polo con el único propósito de engordar. También tendrán un papel decisivo en esta aventura el «italiano naturalizado en América» Hugo Peruschi y el californiano John Blunt, los dos hombres que acompañarán a Wilkye en el velocípedo con el que pretende alcanzar el ansiado objetivo: «Se componía de ocho ruedas, dos de ellas mayores y más sólidas, y las otras más pequeñas e iguales unas a otras, acopladas de dos a dos, de modo que en caso preciso pudiera transformarse en tres bicicletas, prescindiendo para ellos de las ruedas mayores». El manejo de las provisiones, la sombra del escorbuto, el deshielo y todos los peligros imaginables harán mella en cada pedalada de los velocipedistas. Mientras, los rivales liderados por Linderman insistirán en la goleta hasta donde sea posible.

Como recoge Javier Cacho en el epílogo, la bicicleta ha sido utilizada en numerosas ocasiones para intentar la llegada al Polo Sur. Hecho que se ha repetido hasta nuestros días y que como aventura comparte páginas con otras expediciones y empresas en las que las dos ruedas han sido las protagonistas del viaje en distintos formatos. Desde Annie Londonderry, la primera mujer en recorrer el mundo en bicicleta (el mismo año de la publicación del libro de Salgari), hasta la participación de Alfonsina Strada en el Giro de Lombardía (1917 y 1918) y en el Giro de Italia (1924). También las ambiciones ciclistas de otros escritores como las del uruguayo Horacio Quiroga y su famoso «créame, yo fui a París solo por la bicicleta» (eso le escribió en una carta a su amigo Julio Payró después de su viaje a Francia en pleno fervor del modernismo literario), o las del italiano Curzio Malaparte que, finalmente, aparcó su gran proyecto de pedalear desde Nueva York a San Francisco junto al cajón de las herramientas.

Sí, la bicicleta es una buena opción para la aventura y para la imaginación. De eso tenía de sobra Emilio Salgari, como se comprueba en esta reeditada invitación para seguir su rueda hacia un Polo Austral de leyenda, y que fue «mero paisaje literario» hasta la llegada del explorador Roald Amundsen tres lustros después.

‘Al Polo Austral en velocípedo’.

Autor: Emilio Salgari.

Editorial: Fórcola . Madrid, 2024.

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