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Ni tan lejana, ni tan sola

Una imagen de Federico García Lorca.

Una imagen de Federico García Lorca. / CÓRDOBA

Muy conocidos son los versos que Federico García Lorca dedicó a la ciudad de Córdoba. ¿Quién no ha leído alguna vez aquello de «Córdoba lejana y sola...»? Y es que el malogrado poeta granadino mantuvo una relación estable con la ciudad, donde atesoraba algunos buenos amigos como el también poeta José María Alvariño, que corrió su misma suerte y murió fusilado, o el periodista Fernando Vázquez Ocaña que, según el hispanista Ian Gibson fue el primer gran biógrafo de Lorca.

En su libro García Lorca. Vida, cántico y muerte, Vázquez Ocaña recuerda que la primera visita del poeta a la ciudad se produjo en 1916, con solo 18 años. Según publicaba Diario Córdoba el 12 de julio de 1916, Lorca vino a la capital cordobesa junto al profesor Martín Domínguez Barrueta y a otros once alumnos «aventajados» de la Universidad de Granada y procedentes de Baeza, que visitaron «la Mezquita y otros importantes monumentos de nuestra capital». Al parecer, en aquella visita, lo que más impresionó al joven poeta -tenía solo 18 años- fueron los cuadros de Valdés Leal hasta el punto de que mencionó Al «Obispo podrido» en el capítulo dedicado a la ornamentación en su primer libro, Impresiones y paisajes.

En aquel 1916 García Lorca conoció también a una cordobesa con la que mantuvo una relación epistolar y, según recoge Gibson en su libro Lorca y el mundo gay, un amor imposible. La joven a la que se refiere el hispanista era María Luisa Natera Ladrón de Guevara, con la que Lorca coincidió, al parecer, en el balneario de Lanjaron. Las cartas, según contaron los hijos de María Luisa, las quemó su padre no por celos sino por miedo: «Era republicano y temía que en un registro de la Falange descubrieran en su casa las cartas de un represaliado», explicó a un periódico cordobés la hija de María Luisa.

Antonio Ramos, el que fuera director de CÓRDOBA, también siguió los pasos de García Lorca por la ciudad en su libro García Lorca en Córdoba. En dicha publicación, Ramos recoge que el autor del Romancero gitano volvió entre 1925 y 1926 a la capital cordobesa para preparar su conferencia con motivo del tercer centenario de la muerte de Góngora. Esa conferencia «la terminó hablando de Córdoba como la ciudad más melancólica de Andalucía», según menciona el también periodista de la casa Francisco Expósito en su tesis sobre Fernando Vázquez Ocaña.

Aún regresaría Lorca a Córdoba en varias ocasiones. En 1934 lo haría para participar en un encuentro de poetas entre los que, además de su amigo Vázquez Ocaña, estuvieron presentes Garfias, Aleixandre, Rejano, Prados y Altolaguirre. Manuel Carreño, con motivo del 100 aniversario de la taberna Las Beatillas, recordaba que en la Semana Santa de 1935 el genial poeta estuvo en la ciudad y presenció la entrada en San Agustín de la Virgen de las Angustias, a la que estuvo esperando en la citada histórica taberna. Poco después, el 24 de agosto de 1935 viajará a Fuente Obejuna, donde se celebraba el tercer centenario de la muerte de Lope de Vega, para asistir a la representación de Fuenteovejuna, interpretada por la gran Margarita Xirgu. A la mañana siguiente, el periodista baenense, junto a otros amigos de la ciudad, acompañó a García Lorca por Córdoba. En su libro, Vázquez Ocaña describirá «con minuciosidad» la visita de García Lorca a Córdoba y «remarcaría la permanente presencia del tema de la muerte en las disertaciones del poeta y sus grandes cambios de ánimo, que pasaba de una gran tristeza al entusiasmo, y del debate serio al comentario ingenioso».

El citado Antonio Ramos hace referencia al último viaje de Federico a Córdoba, en la primavera de 1936. «Federico estaba en el hotel Regina con su amigo Alvariño cuando llegó Juan Bernier junto con otros poetas cordobeses -Juan García Lara, Juan Ugart y José María de Ciria-, que le pidieron una colaboración para la revista Ardor. Pero Federico no pudo enviar, por la premura de tiempo, esa colaboración. Fue su último contacto con Córdoba. De aquellos cinco poetas que estuvieron con Federico, Alvariño más los cuatro que fueron a pedirle la colaboración literaria, tan sólo Juan Bernier sobrevivió para sentir directamente las muertes brutales de sus amigos. El ardor literario de aquellas jóvenes promesas quedó brutalmente segado por la barbarie de una guerra».•

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