OBITUARIO

Gabriel de la Haba 'Zurito': No lo vi, pero lo soñé

Al diestro fallecido se le recuerda como un torero de casta y personalidad; un torero serio, valeroso y magnífico estoqueador al que solo le faltó que los toros lo respetasen algo más

Gabriel de la Haba 'Zurito', el primero por la izquierda, en el callejón de Los Califas, en el burladero de apoderados.

Gabriel de la Haba 'Zurito', el primero por la izquierda, en el callejón de Los Califas, en el burladero de apoderados. / Francisco González

Rafael de la Haba

Rafael de la Haba

Gabriel de la Haba Zurito, fallecido hoy a los 78 años de edad, nació en Córdoba el 14 de septiembre de 1945 en el corazón del taurinísimo barrio de Santa Marina, en el número 13 de la calle Morales, en el seno de una las más señeras dinastías taurinas de Córdoba.

El fundador de la saga fue su abuelo Manuel de la Haba, un picador de tronío, consumado caballista y con arte de sobra para echar el palo. Unas cualidades que no pasaron desapercibidas para los profesionales, colocándose pronto en cuadrillas como las de Bebe Chico, Antonio Fuentes y, más tarde, Guerrita, con quien toreó hasta su retirada. Luego se ajustaría, entre otros, con Machaquito, Manolete y Rafael El Gallo.

El señor Manuel -como era conocido-, su torería y su apodo pervivirían en los ruedos a través de sus hijos: José, Francisco y Antonio de la Haba Torreras. Los dos primeros, rotundos varilargueros, y el tercero, padre de Gabriel, matador de toros. El primero de ellos, Pepe Zurito, montó y picó a caballo para toreros como Juan Belmonte, Chicuelo, Cagancho o Venturita. Y el segundo, Paco Zurito, no le anduvo a la zaga, hasta el punto de gozar de la confianza de Manuel Rodríguez Manolete. Precisamente a sus órdenes, y el día en que este tomaba la alternativa en Sevilla, sufrió una aparatosa caída que truncaría su carrera. Por último, Antonio llegó a matador, categoría en la que actuó durante seis temporadas y en la que destacó como as de espadas.

“Fui torero porque me venía de casta”

Pero por si estos antecedentes fueran pocos, a Gabriel, el pequeño de Antonio, le habían abierto paso en los ruedos sus propios hermanos, los novilleros y más tarde subalternos Antonio y Manolo de la Haba Vargas. Así es que Gabriel, cuya infancia transcurrió entre capotes y vestidos de torear, pronto colgaría el pantalón corto que le acompañaba en sus juegos infantiles para enfundarse las taleguillas del traje de luces y pasar de la noche a la mañana de niño a hombre. “Fui torero porque me venía de casta”, confesaría años más tarde Gabriel.

Sus primeros sueños lo situaban montado a caballo, como un picador más de la familia. En cierta ocasión, el pequeño sufrió una tremenda caída cuando estaba encaramado a una barandilla en la azotea de su casa. No tuvo consecuencia físicas, pero el chaval sí sacó una conclusión que sorprendió a todos: “Ya sé lo que es una caída del caballo, así es que estoy preparado para ser picador de toros”, dijo entonces.

Primer vestido de luces

Sin embargo, pronto cambió su camino. Fue acudir a varios tentaderos con sus hermanos y estos no duraron en aconsejarle y empujarle a que encauzara su futuro entre los toreros de a pie. Así es que cuando contaba con 14 años, el 10 de julio de 1960, vistió su primer traje de luces para actuar en una becerrada nada menos que en la histórica plaza de Ronda. Aquella tarde lidió ganado de Salvador García y de compañero tuvo a su paisano de Bujalance Agustín Castellanos El Puri, dos nombres que harían pareja durante años en los ruedos y que llevarían la pasión a los tendidos. Como muestra, sus actuaciones en la plaza de Los Tejares de Córdoba, en el año 1961, donde llegaron a colgar el cartel de “no hay billetes”, algo histórico en festejos de esta categoría. La presentación de la joven pareja de toreros cordobeses tuvo lugar el 4 de junio. Abrió el cartel la rejoneadora Paquita Rocamora y el ganado perteneció a la vacada de García Barroso. Tal fue el éxito obtenido que al día siguiente repitieron ambos espadas con novillos de García Cebada.

Fotografía para promocionar su debur de luces en Ronda.

Fotografía para promocionar su debut de luces en Ronda. / LADIS

Aquella temporada de 1961, el pequeño de los Zurito sumó más de 30 espectáculos sin caballos, y al final de la campaña dio el salto para comenzar a torear con picadores. Su debut con los del castoreño se verificó en la localidad cordobesa de Cardeña, el 12 de septiembre, anunciándose con El Puri en la lidia de novillos de Moreno Santamaría.

Por aquellos entonces, su padre, Antonio, le daba pocos consejos, pero se preocupaba del tema del ganado y de los picadores, algo que consideraba fundamental para el torero. Y si alguna vez le decía algo era que a la hora de matar metiera la mano izquierda muy abajo. Jamás llegaría a verlo torear, ni en el campo, porque sabía del riesgo y la dureza de la profesión. 

El caso es que, en aquellas fechas, Córdoba esperaba con deseo la presentación con plazas montadas de la pareja taurina de moda, la formada por el pequeño Zurito y por El Puri. Y no se hizo esperar. El 6 de mayo de 1962, acompañados por el rejoneador Clemente Espadanal y por Gonzalo Amián, otro novillero cordobés que daba el salto, debutaban con caballos en Los Tejares. A partir de ahí, cada torero siguió su rumbo, diluyéndose un tándem que había animado los corrillos taurinos de la ciudad.

Líder de los novilleros con caballos

Al año siguiente, en 1963, Zurito era ya dueño y señor de su escalafón, quedando líder de los novilleros con picadores nada menos que con 85 actuaciones. Entre ellas, su presentación en Madrid, el 26 de septiembre, acompañado de Jerezano y Currito en la lidia de reses de Carlos Núñez. Allí, en el coso madrileño, por dos actuaciones, le pagaron nada más y nada menos que 600.000 pesetas de la época, lo que venía a dar cuenta de la fuerza del joven torero. Tanta que aquel año pudieron ser más de 100 las tardes en las que hiciera el paseíllo -llegó a tener firmadas 113-, pero tres percances le impidieron cumplir todos los contratos. Y aun así, Gabriel sumó más festejos que el líder de los matadores, que aquel año fue Jaime Ostos y quien no llegó a las 70 corridas.

“Ante sí tiene Gabriel de la Haba un porvenir halagüeño. Su pequeña biografía de ahora puede, si Dios le ayuda, convertirse en una historia de proporciones colosales”

José Luis de Córdoba

— Periodista

Las armas de Zurito para ocupar lugar de tanto privilegio no fueron otras que la máxima honradez sustentada en los principios básicos de parar, templar y mandar. Pero además, una cualidad fundamental: Gabriel cogía la mano izquierda y se iba a los medios; allí acababa con el cuadro. Así lo hizo en Madrid, Sevilla, Zaragoza, Valencia, Bilbao y Barcelona, plaza esta en la que vivió tardes apoteósicas. Cómo sería el tirón que tenía en aquella plaza que un domingo de Resurrección, el empresario Pedro Balañá, no pudiendo contar con él porque actuaba en Valencia, organizó una novillada por la mañana y le puso a Gabriel un avión para llegar a tiempo a su actuación en la ciudad del Turia, todo ello sin tiempo ni tan siquiera para desvestirse, con lo que él y su cuadrilla subieron al avión embutidos en el traje de luces para poder cumplir con el doblete.

Por aquel entonces, el periodista José Luis de Córdoba, en vista de su fulgurante carrera y sus reiterados éxitos, se aventuraba a decir, con todo fundamento: “Ante sí tiene Gabriel de la Haba un porvenir halagüeño. Su pequeña biografía de ahora puede, si Dios le ayuda, convertirse en una historia de proporciones colosales”.

En definitiva, tan triunfal temporada le puso en el camino irremisible de la alternativa. Y tras intervenir el año siguiente en 16 novilladas, Gabriel llegó a su doctorado. No fue en Córdoba, que hubiera sido lo lógico, pero no hubo acuerdo con el empresario. El caso es que los mentores de Zurito solicitaron dos corridas, las mismas que tenía firmadas Manuel Benítez El Cordobés, pero la empresa solo quería darle una. Así es que Gabriel, no sin gran pena, buscó otro escenario y, lo que son las cosas, Córdoba se quedaría sin ver ni a él ni a El Cordobés, que por cogida no pudo cumplir sus compromisos.

Imagen de Gabriel de la Haba 'Zurito'.

Imagen de Gabriel de la Haba 'Zurito'. / CÓRDOBA

La alternativa, en Valencia

Así, el acontecimiento del doctorado de Zurito se programó en la plaza de Valencia para el 24 de mayo de 1964, un compromiso al que llegaba con una fuerza y una expectación inusitada. Y a bien que no defraudó. Aquella tarde, con tan solo 18 años y acompañado por una legión de paisanos, en una plaza que para él era como el patio de su casa por su reiterados triunfos en ella, cortó nada menos que tres orejas después de que Miguel Báez Litri le entregara los trastos en presencia del mexicano Joselito Huerta para matar dos toros de Manuel Arranz -Yegüero de nombre el de la alternativa-. Los tres toreros saldrían a hombros y Zurito, lanzado para su nueva etapa como matador.

Aquel año toreó 37 corridas, sufriendo dos importantes cornadas en Granada y Bilbao que le condicionaron la temporada. Ya en invierno, cruzó el charco para completar una buena campaña en tierras americanas.

Aquella cornada me quitó todo el sitio que tenía. Todo lo que había luchado de novillero se me vino abajo

De vuelta en España, el año 1965 comenzó con mal pie. En Jaén, el domingo de Resurrección, Zurito sufrió una aparatosa cornada en la cabeza, un percance que a la postre marcaría el devenir de su carrera. “Aquella cornada -reconoció Gabriel años más tarde- me quitó todo el sitio que tenía. Todo lo que había luchado de novillero se me vino abajo. La cornada fue muy aparatosa y me desquició totalmente. Quizás por aquella cornada no llegué al sitio que me había propuesto”.

El caso es que Gabriel entró en un bache, a pesar de lo cual forzó y fue a Sevilla. Allí no solo no remontó, sino que dejó muchas dudas, sobre todo para él mismo. Hasta el punto de que, ya en el hotel, les dijo a los suyos que si en Córdoba no estaba bien abandonaría los ruedos.

Zurito, en el centro, junto a Manuel Benítez 'El Cordobés' y José María Montilla, el día de la inauguración de Los Califas.

Zurito, en el centro, junto a Manuel Benítez 'El Cordobés' y José María Montilla, el día de la inauguración de Los Califas. / LADIS

La inauguración de Los Califas

Cuando hablaba de Córdoba se refería a la fecha del 9 de mayo, día de la inauguración del coso de Los Califas. Pero Zurito, que aquella tarde estuvo acompañado por José María Montilla y Manuel Benítez El Cordobés en la lidia de toros de Carlos Núñez, saldó el examen que él mismo se había impuesto reencontrándose y cortando tres orejas y un rabo.

Los máximos trofeos los obtuvo aquella tarde del sexto toro. Según la crónica de José Luis de Córdoba, “llegó el toro descompuesto a la muleta, pero Zurito supo torearle por bajo y se pasó el animal por la faja cuantas veces quiso en una espléndida faena, de torero cuajado, toda ella realizada con la mano izquierda. Naturales limpios, perfectos, rematados con los de pecho, con mucha gallardía”. El cronista, además, resaltaba que Zurito pudo ser el primer torero que saliera a hombros de la plaza de Los Califas, pero refleja que “modestamente se negó a ello”. Con El Cordobés herido en la enfermería después de un sonoro triunfo, Gabriel prefirió salir a pie en deferencia a su compañero.

Tan rotundo éxito, al fin, le dio nuevas esperanzas y fue a Madrid a confirmar la alternativa. Fue el 19 de mayo, con Joaquín Bernadó de padrino y Jaime Ostos de testigo. El toro de la ceremonia se llamó Sevillano y pertenecía a la ganadería de Manuel Sánchez Cobaleda. Pero aquella tarde volvieron a rodarle mal las cosas. Y a pesar de ello, aquel año de 1965 actuaría en 23 corridas.

Zurito, en un festival en Córdoba, ya retirado.

Zurito, en un festival en Córdoba, ya retirado. / Francisco González

Aún le restarían cinco temporadas más como matador, pero aquella cornada de Jaén y otras que le sobrevinieron -Gabriel fue un espada muy castigado por los toros- hicieron que ya nada fuera igual. Los contratos fueron decreciendo, a pesar de lo cual, en 1968, aún tuvo el honor de hacerse con el Trofeo Manolete en Córdoba gracias a una tarde en la que compartió cartel con Curro Romero y El Pireo y en la que cortó tres orejas. Pero ya en 1970, después de actuar en cinco corridas, decidió abandonar los ruedos tras actuar el 3 de septiembre en Daimiel, limitándose luego a apariciones esporádicas en festivales benéficos.

Torero de casta y apoderado

Hasta ahí llegó la carrera taurina de quien se le recuerda como un torero de casta y personalidad; un torero serio, valeroso y magnífico estoqueador al que sólo le faltó que los toros lo respetasen algo más. Pero incluso así, su huella quedó grabada en la Fiesta y en el recuerdo de los buenos aficionados.

Montilla, El Cordobés y Zurito, en la celebración del 50 aniversario de Los Califas

Montilla, El Cordobés y Zurito, en la celebración del 50 aniversario de Los Califas / LADIS

Posteriormente, Gabriel fue forjador de los más destacados toreros de la historia reciente de Córdoba. Sus enseñanzas y su buen hacer en los despachos, donde seguía siendo tan querido como respetado, permitió a varios jóvenes espadas de la tierra, como Finito de Córdoba y José Luis Moreno, abrirse camino en el difícil mundo del toreo que él tan bien conocía. Y, además, fue asesor artístico en el palco de Los Califas, como lo hiciera su padre en el coso de Los Tejares.

Gabriel ejerció siempre de hombre de bien y de aficionado con solera. Respetuoso con todos, humilde y de pocas palabras, pero también sincero y sentencioso, como buen cordobés y como no podía ser de otra forma al llevar el apellido De la Haba. Torero tenía que ser, torero fue y torero será por siempre.