TOROS EN CÓRDOBA

Roca Rey o la faena integral

El diestro peruano consigue abrir la Puerta Grande de Los Califas tras cortar tres orejas en una tarde completa, mientras que Morante ha malogrado con la espada su buena labor al primero

Francisco Javier Domínguez

Francisco Javier Domínguez

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Ganado: seis toros de Domingo Hernández, el quinto lidiado como sobrero. Justos de presencia, algunos como el tercero y el cuarto en el límite de peso y trapío. Nobles pero a menos el primero y el sexto; deslucidos por descastados: segundo, cuarto y el sobrero que ha hecho quinto. El mejor, el tercero, noble y con calidad, pero con el fondo justo.

Morante de la Puebla: pinchazo y media tendida (ovación) y dos pinchazos hondos y descabello (pitos).

Juan Ortega: tres pinchazos y un pinchazo hondo en los bajos (silencio) dos pinchazos e infame bajonazo (silencio)

Roca Rey: estocada (dos orejas) y estocada (una oreja).

Incidencias: Plaza de Los Califas. Primera corrida de abono en horario matinal debido a que fue aplazada ayer por la lluvia. Dos tercios de entrada en mediodía nublada pero de agradable temperatura. Saludaron montera en mano tras parear al tercero Antonio Chacón y Paco Gómez Algaba.

A la hora del Ángelus, ha sonado Manolete. Roca Rey, que recogió el viernes la efigie del torero como ganador del trofeo municipal por su labor el año pasado, se hacía de rogar. Morante y Ortega ya miraban al tendido en los flancos, cuando el peruano avanzaba desde atrás midiendo cada paso sobre el húmedo albero califal. Dos horas y tres cuartos después no pisaba el ruedo, sino que volaba entre la brisa que sube Guadalquivir arriba los días que se anuncian chubascos. Volaba a hombros entre gritos de “torero, torero” porque nadie de los congregados dudaba a la hora del vermú tardío de que estamos ante la figura más integral del momento. Si de Morante es el arte, la pasión, la historia y el sueño, de Roca es el mando. No hay más. Y luego podremos debatir en purista que si descarga la suerte, que si torea en línea, que si… que si… que si… Pero la realidad palmaria reside en que donde otros dan tres y el de pecho, él da seis; que donde otros pinchan, el revienta, que donde otros se apagan, él se inventa.

Al tercero de la tarde lo cuajó de principio a fin, con una métrica propia. Roca Rey tenía un plan, y como debe gustarle que los planes le salgan bien, que diría Anibal Smith, pues lo cogió a la verónica y le enjaretó un mazo de lapas que tuvieron profundidad y por momentos lentitud y cadencia. El cronómetro del plan iba tan fino que el toro, un castaño justo de presencia que se salvaba por la cara, recibía en varas el castigo justo, en su sitio, realizando una pelea de bravo, empleándose. Muy bien José Manuel Quinta, el picador de turno. Roca ya sabía que el toro le iba a servir. Y en banderillas, el tercio perfecto. Viruta a media altura sin dañar con la tela, Chacón, sublime en sus pares, y Gómez Algaba, con su habitual efectividad y acierto. Saludaron los de plata y eso siempre es bueno porque el público atisba lo bueno.

Tras brindar a ese dechado de torería y de bondad que es José María Montilla, Roca comenzaba por bajo con la mano derecha, pero sin castigar en exceso. Sobando, sobando. El toro tenía nobleza y, sí, bravura. Porque bravo fue en el caballo y bravo en los primeros compases de la faena, pero le faltaban finales, un punto de codicia, chispa quizá, aunque Roca Rey lo entendía a la perfección. Decíamos que tandas de seis y el de pecho, sí, por la derecha varias. Ligar esas composiciones supone descomposición, toreo en línea, suerte descargada en algún compás, pero entre col y col, el peruano consigue momentos vibrantes, de calidad. Intensidad es la palabra para definir que las series se alargan más de lo habitual, que el público se entrega. Por el izquierdo, el toro también se dejaba hacer y Roca le ha exigido de tal manera que han brotado naturales ortodoxos. Y en el plan va el lío. El lío final, con el toro apagado, el peruano cierra el compás y acorta distancias. Circulares invertidos, remates por bajo, tragando en cada suerte. El gazpacho completo y la gente en pie. Con la espada, lo dicho, un panzer. En tres tiempos, brazo arriba, toque abajo y estoconazo fulminante. Dos orejas de una faena larga, integral, de principio a fin, de capote a espada, todo medido, todo planificado. Un triunfo.

Roca Rey, esta mañana en plena faena en el coso de los Califas de Córdoba.

Roca Rey, esta mañana en plena faena en el coso de los Califas de Córdoba. / MANUEL MURILLO

Con el sexto, un toro noble pero con menos transmisión, Roca empezaba la faena cuidando al animal a media altura por el lado derecho. Con el toro en los medios, el torero generaba tiempos muertos entre serie y serie, porque su oponente tenía la gasolina justa. Aun así le cuajó una tanda por el izquierdo antes de desplegar todos sus recursos de cercanías, circulares invertidos y desplantes. Faena superficial frente a este, la estocada ya de por sí era de premio. Arriba, pum, cañonazo, al suelo.

Y del plan a la incertidumbre y a la genialidad. Morante, lástima, bailaba con la más fea en el cuarto de la tarde. Sin nada el toro, sin alma. Comenzó por alto pero en una de esas el toro le vino cruzado y, malagueña. La montera xl del cigarrero dijo no y a matar. El personal se enfadaba con el de La Puebla porque hay tanta gana de verlo que se le protesta de pura frustración. Menos mal que en el primero de la tarde había dejado pasajes de enorme torería y belleza. A la verónica, poco después de decir buenas tardes, Morante recetaba una tanda con tres de auténtica categoría. Una tijerilla luego en varas llevando al toro al caballo aparecía como uno de los carteles de toros que se pueden dibujar cada tarde de las que torea este genio. Con la muleta, se doblaba por bajo mientras crujía la plaza y los muletazos por ambas manos ejecutados al noble de Domingo Hernández tenían carácter de acontecimiento por su lentitud, por su torería. Con el toro a menos le cuajaba otra tanda al natural y prolongaba su labor después de un momento de apuro con muletazos tesoneros pero despaciosos y preciosistas. Mal con la espada, saludaba una ovación.

Y Juan Ortega ha pechado con el peor lote. Apenas ha podido lucirse a la verónica en el primer toro de Morante y en algún lance suelto en sus toros. Con el primero de su lote, unos molinetes previos y un par de derechazos desmayados ha sido lo único destacable. Con la espada, mitin. El quinto de ordinaria se lo han devuelto por manso. No por flojo, por manso, tanto que parecía cruzado en limusín. Entre el cabreo del personal, el presidente sacó el pañuelo verde para que pudiéramos disfrutar con esa ‘eterna’ faena campera que son los cabestros. El sobrero era igualmente soso y deslucido. Tres verónicas y ya era su balance. Con la espada, nuevo mitin. Silencio en ambos, indiferencia. Mala cosa, Ortega.