Citar Chernóbil ya no es sacrílego. Tampoco dejar de hablar de crisis nuclear, adoptar ya el desastre nuclear y prepararse para la catástrofe nuclear. Günter ttinger, comisario de Energía de la UE, quemó etapas al referirse a un "apocalipsis". "Todo está fuera de control", añadió. El parte diario de la infausta planta nuclear de Fukushima incluye dos incendios en un reactor y una explosión en otro. El Gobierno japonés, tan ineficaz en este desastre como en el resto de la legislatura, reconoció un riesgo de contaminación masiva. Mucho antes los japoneses ya se preparaban para un largo encierro y los extranjeros huían.

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El complejo nuclear registró la cuarta explosión desde el viernes. Fue en el reactor 4 y el incendio afectó una instancia donde se guardan las barras de combustible usadas. Más tarde (antes de medianoche en España), otro incendio en la zona colindante a la vasija que protege el corazón del reactor elevó el riesgo en esta planta, después de que el lunes una explosión en el reactor 2 causara daños a la vasija y provocara fugas radiactivas. Niveles de 400 milisieverts por hora se registraron en sus cercanías, cuatro veces más de los que bastan para provocar cáncer. No se sabe cómo evolucionará el desastre. El peor escenario, que no improbable, es la fusión completa de uno o dos núcleos y la consiguiente liberación de radiación a la atmósfera. La ONU aseguró que los vientos estaban dispersando el material radiactivo hacia el Pacífico y el resto de Asia.

"La posibilidad de una mayor filtración radiactiva está aumentando", dijo el primer ministro, Naoto Kan, en rueda de prensa. Los evacuados llegan ya a 600.000 en las zonas más cercanas a las plantas problemáticas. Kan pidió a la población en un radio de 30 kilómetros en torno a la planta de Fukushima que no salga a la calle. Son unos 150.000 japoneses recluidos hasta nueva orden. Mientras, 750 de los 800 operarios de la central la abandonaban. La cincuentena restante se ha citado con la historia, que los recibirá como héroes o mártires. Tienen la misión de enfriar los reactores, con agua de mar o como puedan. Ayer se planteaba la opción de que el Ejército lanzara agua desde helicópteros.

La contaminación nuclear llega a Tokio. En la macrourbe se han registrado niveles 10 veces mayores que los habituales. Un experto de la Universidad de Hokkaido dijo ayer que no será peligroso porque "llegará ya disuelto".

El primer ministro pidió calma a los japoneses, que perdieron su fe en él mucho tiempo atrás. La población de buena parte del país hace acopio de cuanto puede preparándose para una temporada encerrada o sencillamente para asegurarse la comida de mañana. Las colas en tiendas son ubicuas, mientras sigue la falta de suministro de agua y comida en las zonas del norte por el corte de las líneas ferroviarias. La sensación de desamparo la acentúa la información tardía y escasa de cuanto ocurre.

Tampoco Kan ha convencido fuera de las fronteras. China ha sido el primer país en organizar una evacuación masiva de sus nacionales en zonas peligrosas, que son más de 20.000. El mes pasado ya evacuó de urgencia a 36.000 nacionales de Libia. Air China ha cancelado los vuelos a Japón. Austria ha movido su embajada a Osaka, a 400 kilómetros al sur, mientras Francia recomendaba dejar la capital y Estados Unidos desaconsejaba volar a Japón.

Al mismo tiempo, los extranjeros se van del país. Muchos de los aeropuertos están saturados. Algunas multinacionales han aconsejado u ordenado a sus trabajadores que abandonen el país. También muchos periodistas extranjeros están regresando a sus bases. El desastre nuclear ha llegado justo después de que Japón emprendiera una campaña para atraer a 30 millones de turistas al año. Es el último golpe a una economía sumida en crisis en los últimos 20 años.

La semana trágica japonesa empezó el viernes con un terremoto de 9 grados frente a la costa noreste, que formó olas de 10 metros de altura. El litoral quedó arrasado y el entramado nuclear empezó a fallar en cadena. Ayer continuaba la búsqueda de cadáveres. Fuentes oficiales hablan de 10.000 muertos por el binomio seísmo-tsunami, pero la lógica aconseja subirlas. Para saber la factura del desastre habrá que esperar años, pero no se presume barata.