La Pasión en Córdoba

La compasión de María: la Dolorosa en Córdoba

La presencia de la Madre de Dios adquiere un protagonismo esencial en la Semana Santa, convirtiéndose en más de una ocasión en el icono de una ciudad o de un pueblo, como sucede con la imagen de la Virgen de los Dolores en Córdoba o con La Soledad en Cabra, por citar algunos ejemplos

CÓRDOBA IMPRESIONANTE IMAGEN DE LA VIRGEN DE LOS DOLORES DE LA CAPITAL CORDOBESA.

CÓRDOBA IMPRESIONANTE IMAGEN DE LA VIRGEN DE LOS DOLORES DE LA CAPITAL CORDOBESA. / A.J. GONZÁLEZ

P. Juan Dobado Fernández O.C.D.

La presencia de la Madre Dolorosa adquiere un protagonismo esencial en la Semana Santa, tratándose en muchas ocasiones de verdaderos iconos de cada ciudad, como sucede en el caso de Córdoba ante la imagen de la Virgen de los Dolores, emblema cofrade sin parangón. Numerosas imágenes de la Dolorosa se conservan en la Semana Santa de la Diócesis de Córdoba. Es imposible detenerse en todas. El origen de la Dolorosa entra en la Historia del Arte en la presencia mariana en los grandes programas iconográficos de finales del Gótico y especialmente en el Renacimiento, en los extraordinarios retablos pictóricos y de talla que atesora la provincia de Córdoba. 

Nuestro estudio abarca desde el siglo XVI hasta la actualidad, donde la imaginería crea una serie de joyas artísticas de primer nivel, iconos de la Dolorosa, como la Soledad de Cabra o la de Baena, el Consuelo de Puente Genil, la Dolorosa del Carmen de Lucena, la Sangre de Rute y la Soledad de Priego o las maravillosas de la Caridad, la Nazarena y los Dolores de Córdoba, que se convierten en sello indiscutible de maestría a nivel andaluz y nacional.

No vamos a tratar el tema de la Piedad por ser un conjunto escultórico junto a la imagen de Cristo, ya que ocuparía un lugar destacado como tema aislado en el arte.

Origen de la iconografía

En el siglo XII arranca el origen de este tema del arte cristiano tan universal. Es un tema que nace como un aislamiento del Calvario, así lo afirma Trens: «La virgen como figura aislada no aparece en el arte hasta después de la crucifixión, cuando desaparecen los personajes históricos y la virgen se queda sola sumergida en su dolor, entregada a la piadosa contemplación de sus devotos». En el medievo también contribuye la aparición de la Orden de los Siervos de María en 1233, los servitas, que extendieron la devoción por tierras europeas donde ya estaba la imagen de la Dolorosa aislada con los siete puñales o la espada de dolor predicha por el anciano Simeón. El famoso poema Stabat Mater, atribuido a Inocencio III o al franciscano Jacopone da Todi, en el siglo XIII, contribuyó al auge de este tema devocional entre el pueblo de Dios.

Desde el siglo XVI se va imponiendo esa imagen de la Dolorosa, enlutada en tan amargo dolor, con la mirada recogida, las manos juntas o abiertas, pero con gestos comedidos, como compete a su realeza, por ser madre de Cristo Rey. En ella no cabe lo vulgar o gestos desmedidos. La Dolorosa abarca toda la compasión de María junto a su hijo, desde el prendimiento de Cristo hasta la resurrección. Se van generalizando advocaciones, como Amargura, para el momento del encuentro en la calle que lleva su nombre; Dolores resume al pie de la cruz o Quinta Angustia cuando presencia su descendimiento, para pasar a ser Angustias o Piedad con su hijo en el regazo. 

ESCUELA GRANADINA IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA SOLEDAD DE BAENA, ATRIBUIDA A PEDRO DE MENA, QUE PROCESIONA EL VIERNES SANTO POR LA NOCHE.

ESCUELA GRANADINA IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA SOLEDAD DE BAENA, ATRIBUIDA A PEDRO DE MENA, QUE PROCESIONA EL VIERNES SANTO POR LA NOCHE. / JUAN PULIDO

Muy importante será la moda de la corte en torno a la famosa Soledad de los Mínimos de Madrid, de 1565, con su atuendo de luto de la mano de la condesa de Ureña y la reina Isabel de Valois. Esta manera de luto, que nos lleva a la corte de Borgoña en el quinientos, consistía en un largo manto y vestido negro, cubiertos por varias tocas blancas que descienden desde la cabeza, pasando a plasmarse en la túnica blanca y manto negro tan usual en las dolorosas del Barroco.

Las primeras obras

La imagen de talla completa de la Dolorosa que forma parte del Calvario del Cristo del Amor, en la capital cordobesa, es una de las primeras y más antiguas que procesionan en la Semana Santa, datable en el siglo XVI. Entre las más antiguas, llegaron con el Nazareno de Priego y del mismo taller de Pablo de Rojas, la imagen de la Dolorosa y el magnífico San Juan, hacia 1592, documentada como una de las primeras imágenes de la Dolorosa en la provincia de Córdoba. Bellísima es la de medio cuerpo de Carcabuey, obra de Alonso de Mena. También de finales del siglo XVI es la Virgen del Rosario en La Rambla que, al parecer, fue una imagen de gloria, muy intervenida por Martínez Cerrillo en 1986. Documentada en la segunda mitad del siglo XVI es la imagen del Mayor Dolor de la Vera Cruz de Santaella. En el tránsito del siglo XVI al XVII se encuentra los Dolores que acompaña al Buen Suceso, en San Andrés de Córdoba, aunque muy intervenida posteriormente.

En el siglo XVII se fecha la Virgen de la Pasión y Ánimas de Lucena, de gesto patético, una de las más antiguas de la ciudad que atesora un importante conjunto de obras valiosas. De finales del siglo XVII es la imagen de la Virgen de la Esperanza de San Juan en Baena o la de los Dolores de Montemayor, también de finales de la centuria. A esta misma cronología pertenece la imagen de la Sangre de Rute, una bellísima y personal representación del dolor en la madre de Dios. Muy personal y de este mismo momento es Gracia y Amparo, en la capital cordobesa, con impactante gesto de dolor y magnífica policromía.

A finales de la centuria puede encuadrarse la bella imagen del Amor que acompaña a Pasión por el barrio de San Basilio de la capital cordobesa, atribuida tradicionalmente a la escuela granadina.

La Soledad de Cabra

Considerada una de las joyas de la provincia y una de las más emblemáticas de Andalucía, sobresale la Soledad de Cabra, atribuida a Pedro de Mena hacia 1663, siendo su cofradía fundada en 1587. Su ajuar decimonónico es uno de los más ricos del patrimonio cofrade. 

Merecen la pena las palabras de Juan Valera en su obra Juanita la Larga sobre la Soledad: «Aquel rostro parece divino, combinándose en él la expresión del dolor más profundo y la humilde conformidad del altísimo. Los ojos de la Virgen son hermosos y dulces; el llanto los humedece. En las mejillas de la Virgen hay dos o tres lágrimas como el rocío de las rosas». En la misma localidad y de finales del siglo XVII es también la bella imagen de la Piedad. 

Con este mismo taller de Mena se relaciona la bella Dolorosa de la Archicofradía del Carmen de Lucena, de gran calidad artística, su rostro emana un dolor profundo, con expresión serena y poco desgarrada. Del taller de este escultor salieron las tallas de la Soledad y San Juan de Baena, una de las imágenes más dramáticas y valiosas de toda la provincia, o la bellísima del Consuelo de Puente Genil, de una gran altura creativa que condensa todo el dolor en unos rasgos de contenida belleza. Destaca también la Amargura de Aguilar de la Frontera, de clásica belleza granadina recogida.

El patetismo de los Mora

De estética granadina más cercana a los Mora es la Soledad de Priego o la dramática Soledad de Jesús Nazareno de Córdoba, que recuerda el quehacer de José de Mora y fue donada a la hermandad en 1698 por el hermano mayor. A sus gubias sí se adjudica la bellísima Dolorosa, de talla completa, a los pies del Señor de la Caridad de Córdoba. Es imposible enumerar todas las Dolorosas de escuela granadina que se reparten por las localidades de la provincia. En Baena destaca la Virgen de los Dolores, de manos entrelazadas, de la escuela granadina del primer tercio del siglo XVIII, y la imagen de la misma advocación de la cofradía del Nazareno en la misma localidad, de gran dramatismo y expresividad del barroco granadino. La Soledad de Montilla ya se documenta en el convento de San Agustín desde 1660, con sus manos entrelazadas y su rictus de mirada perdida. Muy personal es el busto de la Virgen de Socorro de Cabra, atribuido también a las gubias del genial José de Mora.

LUCENA MARÍA SANTÍSIMA DE LA PASIÓN Y ÁNIMAS DE LUCENA.

LUCENA MARÍA SANTÍSIMA DE LA PASIÓN Y ÁNIMAS DE LUCENA. / M. GONZÁLEZ

La Soledad de Monturque igualmente se ha relacionado con la escuela granadina del último barroco. Muy personal es la Amargura, en Moriles, talla dramática que procede del convento de los calzados de Córdoba. De clara estirpe de los Mora es la Virgen de los Dolores de Benamejí que, al igual que otras dolorosas de la localidad, muestran su origen granadino y procedencia del convento de los Remedios de carmelitas descalzos. 

En esta misma línea se encuentran varias imágenes de Priego, como la Virgen de los Dolores, de dolor contenido. Más expresiva es la del Mayor Dolor, en la misma localidad. Fechada en 1738 es la bellísima de la Esperanza, de la hermandad de la Columna, del círculo de Risueño o tal vez Ruiz del Peral. La Soledad de Priego, aunque pudiera ser más antigua, su estado actual recoge la tradición granadina de los Mora y Risueño

Atribuida al antequerano Miguel Márquez, en el siglo XVIII, era la Virgen de los Dolores de Puente Genil, muy transformada tras los sucesos de la Guerra Civil y la intervención última de Dubé de Luque.

En la provincia es muy original la imagen de la Soledad de Montoro, sedente, adquirida por los carmelitas descalzos de su convento en 1748 y se encuadra en la escuela granadina. 

Icono de Córdoba

El principal icono de devoción a la Madre Dolorosa en Córdoba es, sin duda alguna, la personal y popular Virgen de los Dolores, tallada por Juan Prieto entre 1718 y 1719, donde concluye el maravilloso rostro que la caracteriza, verdadero imán mariano de la ciudad. Al dolor intenso del rostro le acompaña el movimiento del cuerpo y la tensión en las manos, tan características como modo de expresión del dolor que le atraviesa el corazón. A ello se une su espectacular ajuar de bordados y joyería que hacen de ella una imagen única a nivel español y claramente diferenciado del resto. Su particular iconografía en su paso procesional le confiere ese aspecto único que tiene en Andalucía. Sabemos que, con anterioridad, Juan Prieto talló otra imagen de la virgen que no gustó a la cofradía y que pasó posteriormente a Hornachuelos.

La Nazarena

En el tránsito del seiscientos al setecientos puede situarse la Virgen de las Lágrimas en su Desamparo de San Pedro. Ya de mediados del siglo XVIII es la del Mayor Dolor en su Soledad de San Cayetano, de porte majestuoso y sereno que llegó a San Cayetano entre 1736 y 1739 e, igualmente, las Tristezas del Remedio de Ánimas, de sentida belleza. En la capital destacan algunas imágenes de gran belleza, como sucede con María Santísima Nazarena, espectacular y cautivadora imagen del siglo XVIII, que la convierte en una de las joyas marianas de la Semana Santa cordobesa, inconfundible con su nacarada policromía y su mirada dirigida al cielo. De este momento puede ser también la Dolorosa del Silencio a los pies de la Expiración en la misma capital.

Anónimas del siglo XVIII es la bella Soledad de Cañete de las Torres, o los Dolores de La Carlota, que se cree procedente de un convento granadino o ecijano. La misma procedencia de otro convento, en este caso la Piedad del Carpio, es María Santísima Nazarena, anónima del setecientos. De rasgos aniñados es la bellísima Virgen de los Dolores de Pedro Abad, procedente de Priego de Córdoba, que recuerda a la escuela granadina del pleno Barroco en el siglo XVIII. En terracota está realizada la Virgen de la Paz, con su mirada al cielo, en Aguilar, datándose igualmente en el setecientos. En Rute se hallan varias imágenes del setecientos, como la Dolorosa de Pasión y la del Mayor Dolor

Lucena y Puente Genil

En el siglo XVIII se atribuye a Blas Molner la Dolorosa servita de Lucena, cuyo rostro pone de manifiesto el sufrimiento de la Madre de Dios. De otro lado, muy original es la Soledad de Puente Genil obra documentada del escultor local José Ruiz Rey, realizada en 1760 por setecientos cuarenta reales. De rostro juvenil guarda una belleza que entronca con el barroco sevillano, al ser colaborador de Duque Cornejo. 

CABRA PASO Y TALLA DE LA SOLEDAD.

CABRA PASO Y TALLA DE LA SOLEDAD. / MORENO

Otras obras anónimas son la Dolorosa de Montalbán, del siglo XVIII, o la Veracruz de Puente Genil. Muy bella, es la Virgen de los Dolores de San Sebastián de los Caballeros, de estética granadina, así como la Soledad de Santaella o la de los Dolores de Almedinilla. De la misma centuria encontramos la Virgen del Mayor Dolor de Cabra y los Dolores de Encinas Reales. A finales de la centuria llegó a la parroquia de Fuente Tójar, en 1778, la imagen de los Dolores. En la misma época, hacia 1790, se fecha la imagen de los Dolores de Iznájar. En este mismo anonimato y época se sitúa la Virgen de la Salud de Lucena. Por otra parte, en el setecientos se encuentran las imágenes que se veneran en Luque, como la Virgen de los Dolores, la de la Compasión y la expresiva del Mayor Dolor.

Algunas imágenes comparten advocación de gloria y penitencia, como la de los Remedios de Aguilar, datada en el siglo XVII, que goza de gran devoción popular. Igual sucede con la imagen de la misma advocación en Cabra, de 1787, con un ajuar bordado de altísima calidad, así como la Virgen de los Desamparados de Priego, del siglo XVIII y ámbito hispalense. Muy retocada es la Virgen de la Cabeza en Priego, que acompaña al Resucitado, sabiendo que consta en la fundación de la cofradía en 1573.

En la centuria decimonónica se localizan algunas imágenes, como la Soledad de Palenciana, en la línea de la imaginería antequerana. De esta misma centuria del ochocientos es la Virgen de Dolores y Misericordia, a los pies del famoso Esparraguero de la capital. La destrucción de una parte de la imaginería en los tristes sucesos de la Guerra Civil dio paso a la aparición de una nueva serie de imágenes, encargadas a diferentes talleres nacionales. 

El siglo XX

Muchas de ellas son obras anónimas adquiridas en talleres valencianos o catalanes, como sucede con la Virgen de los Dolores de Dos Torres, de 1946. Además, firmada por el valenciano Casterá Masiá, es la Virgen de los Dolores de la cofradía del Huerto de Hinojosa, a la vez que de la casa Bellido de Valencia, hacia 1941, es la Soledad de Pozoblanco. Muy bella es la Dolorosa, inspirada en la famosa de Salzillo de la cofradía de la Misericordia de la misma localidad de la sierra cordobesa. 

Algunos escultores habían trabajado con anterioridad a la Guerra Civil, como Romero Tena, que talla en 1903 la Virgen del Mayor Dolor de Aguilar y en 1912 la Virgen de los Desamparados de la misma localidad. En la misma localidad se encuentra la Virgen de la Esperanza de la misma época y procedencia valenciana. Algunas imágenes fueron muy transformadas como la Soledad de Aguilar, que fue cambiada su mascarilla en 1930 en Valencia, siendo una imagen del siglo XVII. Por su parte, el valenciano Venancio Marco Roch talla en 1926 la Virgen de la Esperanza y la Soledad, ambas para La Rambla, autor que restaura la Virgen de los Dolores de la misma localidad en 1929.

De otro lado, Pío Mollar es el escultor valenciano que talla la Virgen de los Dolores de Almodóvar del río en 1942 y la Virgen de la Piedad de Palma del Río de 1941. Con anterioridad, en 1933, se le atribuye la imagen de los Dolores de Moriles. Igualmente José Callejón Gutiérrez talló en 1952 la Soledad de Belalcázar.

En los tallares granadinos también se encargaron varias imágenes, como la de la Esperanza, de Fuente Obejuna, de Domingo Sánchez Mesa, de 1955. El granadino Antonio Muñoz talla en 1948 la Soledad de Espejo, inspirándose en la bella Dolorosa de Salzillo en Murcia.

En la capital nacieron varios talleres de escultores donde aparecieron nuevos modelos de belleza más idealizada. Uno de los creadores más propios de la escuela cordobesa es Martínez Cerrillo. Comenzando por la Paz y Esperanza en 1939, conseguiría una imagen de gran impacto, hasta llegar a la Esperanza, la imagen mariana más lograda de cuantas salieron de sus manos y canon para las nuevas dolorosas cordobesas. Después, en 1951, tallaría la de la Alegría, y la de la Piedad, entre 1957 y 1958. Numerosas localidades cordobesas cuentan con alguna imagen mariana de este escultor cordobés, como la de la Esperanza y la Alegría de Bujalance. Muy hermosa es la Soledad de El Carpio, de una delicadeza exquisita. El escultor talla Nuestra Señora de los Afligidos de Montoro en 1941, unos años antes en 1937, ejecuta los Dolores de Villafranca de Córdoba. En 1946 talla los Dolores de Castro, clara evocación de la Paz y Esperanza de la capital. Y en 1951 realiza la delicada Virgen de los Dolores de Fernán Núñez, a la vez que en 1960 lleva a cabo los Dolores de Espejo; en 1983 realiza la Virgen de la Paz para Lucena, siendo su última obra la imagen de la misma advocación para Cabra en 1985.

Ese mismo año de 1945, Díaz Jiménez y Castillo Ariza tallaban la expresiva Virgen del Mayor Dolor para el Calvario y Castillo Ariza realiza en 1944 la Virgen de los Dolores de Villanueva de Córdoba

Ruiz Olmos y Juan Pablo

Ruiz Olmos talla en 1941 la Virgen de los Dolores de Vera Cruz para Puente Genil; en 1943 la bellísima Soledad de Bujalance, dotándola de ese carácter antiguo, y realizará en 1947 de talla completa la Virgen de los Dolores de Villanueva del Duque. Por otro lado, Juan Polo Velasco modela la imagen de la Paz y Esperanza de Fernán Núñez, y en 1956, en la misma localidad, Manuel Cerquera talla en 1942 la Virgen de la Soledad. Algunos autores locales como Francisco Palos Chaparro talla para su localidad de Puente Genil, la imagen del Mayor Dolor en 1972, la Virgen de la Estrella en 1984 y, al año siguiente Nuestra Señora de la Cruz.  

Cabe destacar, por otro lado, que Miguel Arjona realiza en 1970 la Virgen de los Dolores de Fuente Palmera; en 1987 lleva a cabo la Virgen de la Caridad de Montilla y en 1992 la Virgen de la Esperanza de Pueblonuevo. Al año siguiente realiza la Virgen de los Desamparados de El Carpio y en 1995 la del Rosario de Aguilar de la Frontera.

Otros imagineros, como Antonio Rubio, talla la Candelaria de la capital en 1974; Salvador Guzmán Moral hace lo propio en 1984 creando la Virgen del Rosario y en 1996 la bella Dolorosa de la Aurora, ambas para Cabra. Rafael Valverde, talla en 1958 la imagen de los Dolores de Cañete de las Torres, mientras José Callejón, unos años antes, en 1942, se encarga de crear la Amargura para el Rescatado de Córdoba y Antonio Salto lleva a cabo la Virgen de la Trinidad, para la Santa Faz, en 1989.

Los talleres sevillanos serán origen de numerosas obras de imaginería para toda España. En algunos casos como los talleres salesianos de Sevilla que realizan la Virgen de los Dolores de Pozoblanco en 1940. 

CÓRDOBA MARÍA SANTÍSIMA DEL AMOR Y SAN JUAN EVANGELISTA.

CÓRDOBA MARÍA SANTÍSIMA DEL AMOR Y SAN JUAN EVANGELISTA. / Manuel Murillo

La escuela sevillana

Entre los primeros imagineros encontramos a Antonio Illanes, que tallará entre 1944 y 1946, la imagen de la Amargura de Pozoblanco. Pineda Calderón talla la Virgen de los Dolores de Nueva Carteya en la década de los cuarenta y en esos mismos años, en 1940, realiza los Dolores de Doña Mencía. En 1962 modela la Virgen de las Lágrimas, en Puente Genil. Y Escamilla realiza la imagen de los Dolores de Palma del Río en 1963; Rafael Barbero hace el rostro nuevo y las manos a la Soledad de Posadas en 1954, que antes había tallado Navas Parejo, y, en esta misma década, Francisco Berlanga ejecuta la Virgen de los Ángeles de Puente Genil, inspirándose en los modelos granadinos.

Entre los nuevos artistas y uno de los más prolíficos fue Castillo Lastrucci. que talló varias imágenes de la Virgen, como la Reina de los Mártires, en 1945, una de sus obras más celebres para la capital. En la misma década de los cuarenta ejecutó la Dolorosa de la cofradía del Nazareno de Belmez, autor de las dos imágenes titulares de la hermandad. Castillo Lastrucci talla en 1937 una de sus primeras obras para la provincia, la Virgen de los Dolores de Posadas. En 1944 modeló la Virgen de los Dolores del Nazareno de Bujalance; al año siguiente los Dolores de El Carpio, y a su mano se deben otras más como el Mayor Dolor de Castro o la Virgen del Mayor Dolor en Lucena, de 1957.

Nuevos artistas se incorporan, como Eslava, con su Dolorosa para las Penas, en 1973, tallando dos años después la Esperanza de Villanueva de Córdoba. Además, el sello inconfundible de Francisco Buiza se imprime en 1971 en la imagen de la Soledad de Moriles y, posteriormente, la bellísima Virgen de la Merced, de 1976, para la Coronación de Espinas en la capital cordobesa.

Por su parte, Álvarez Duarte irrumpe con fuerza y crea un prototipo de belleza inspirada en Juan de Astorga, trabajando para numerosas cofradías de toda España. En la capital dejó un conjunto de Dolorosas de gran calidad. La primera de gran impacto fue la del Rosario, de 1973; en 1975 talló la imagen más dramática de la Soledad y dos años después la del Desconsuelo para el Sepulcro, de ojos entornados. La Encarnación pertenece a 1980, década en la que talla el conjunto de los Ángeles para la Sangre. El imaginero sevillano dejó más imágenes en otras localidades de la provincia como Lucena, Doña Mencía o Palma del Río. Talla para Palma del Río varias imágenes. En concreto, en 1966 la imagen de la Concepción y la de la Palma y Esperanza es de 1974, mientras que la Virgen del Amor en El Carpio es de 1994. En Doña Mencía deja la Virgen del Amor en 1982; en Lucena talla la Soledad en 1988 y, como curiosidad, es la réplica de la antigua desparecida en un incendio es la Virgen del Socorro para el Nazareno de Lucena en 1994.

Juan Ventura aportará su visión en la Estrella, de 1986, y, al año siguiente, en la Concepción, una obra maestra de gran personalidad. Es a su vez el autor de la Virgen la Victoria de Puente Genil, en 1985; de la Piedad de Almodóvar del Río en 1990; Nuestra Señora de Consolación y Esperanza de Montoro en 1993, y de la Virgen de la Paz de Villanueva de Córdoba en 1994.

Por su parte, Dubé de Luque es el artífice de varias imágenes marianas, como la Virgen del Amor de Puente Genil y el Dulce Nombre para Vera Cruz de Córdoba, ambas de 1984, mientras que Juan Manuel Miñarro talla en 1996 la Virgen del Rosario para Puente Genil. De otros núcleos artísticos incluimos al onubense Antonio León, que talla la Esperanza de La Carlota en 1978 o al gaditano Luis González Rey, que realiza el Rosario de Montoro en 1996.

Savia nueva en la imaginería

Los nuevos imagineros cordobeses han contribuido a una personalidad propia en las nuevas imágenes de la Madre Dolorosa. Una forma de tallar, dotada de un naturalismo que, a la par de una unción devocional, impregna a las imágenes de una cercanía al creyente y que ha hecho renacer la escuela cordobesa a nivel nacional. Tal vez, una de sus épocas doradas en la historia de la escultura cordobesa. Vamos a ver los imagineros principales y sus obras. 

Un sello muy personal tienen las Dolorosas de Miguel Ángel González, de magnífica calidad, como son la Madre del Redentor, para la Agonía, de 1988, su primera obra, y la Presentación, de 1990, para la hermandad universitaria. Sin embargo, sería en la de la Caridad, entre 1991 y 1992, donde logró uno de sus rostros más expresivos y sus señas de identidad propias. Miguel Ángel González Jurado es el autor de la Dolorosa de Hinojosa del Duque de la cofradía del Nazareno

En 1992 ejecuta la Virgen de la Paz y Esperanza para Lucena y en 1996 la bellísima de Paz y Esperanza de Villa del Río, de magníficas policromías. Además, a él se debe el misterio para el Descendimiento de la capital, con la Virgen del Refugio que talla en 1993. Una de sus últimas obras es la Esperanza del Valle para la Sagrada Cena de Córdoba en 2001.

Otros ejemplos

Por otro lado, Antonio Bernal inicia su andadura en 1994 en su sentida Dolorosa de la O, dando su estilo personal en 2005 con el Socorro de Montilla y tres años después con la bellísima Reina de los Apóstoles. Además, Romero Zafra va a crear un estilo muy peculiar, siendo muy imitado en varios talleres. Es autor de la Virgen de la Palma, tallada entre 1990 y 1991, y de la Dolorosa de Rocío y Lágrimas, también de 1990. En la provincia, ambos imagineros, cuentan con imágenes en numerosas localidades, como la Amargura para La Rambla, que Romero Zafra talla en 1992, o la Virgen del Divino Consuelo, de Lucena, en 1996. Para su pueblo de La Victoria talla la Dolorosa de la Victoria en 1999, siguiéndole uno de sus iconos más conocidos, la Concepción de Aguilar de la Frontera. El nuevo milenio sigue con nuevos encargos, como los Ángeles de Lucena en 2001; la Palma en 2003, también para Aguilar y la Estrella para Doña Mencía en 2006. Su obra está repartida por todo el territorio hispano y también fuera de él.

Entre los discípulos de Bernal y Romero Zafra encontramos nuevos y personales artistas. José Antonio Cabello ha tallado la Caridad de Cabra en 2004 y la original de Salud y Traspaso para la capital cordobesa en 2007. Los imagineros Juan Jiménez y Pablo Porras comienzan sus primeros pasos con la Paz y Esperanza de Nueva Carteya en 2007, para continuar con una de sus obras más emblemáticas, la Quinta Angustia en la capital y Las Penas, de 2013 y 2014, respectivamente. Terminamos con algunos ejemplos más, como la Soledad del Santo Sepulcro para Cabra, de Lázaro Mata en 2006, y una de las últimas, en 2019, la Virgen de Regla, para la Prohermandad de la Salud, de José Antonio Álvarez Unquiles

Hasta aquí este intenso itinerario que pone de manifiesto la devoción a la Virgen María como Dolorosa, acompañando a su hijo en todos los momentos de su Pasión, desde el siglo XVI hasta el XXI. 

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