Poesía

Amor, memoria, extravío

‘Memoria del corazón’, de la poeta marroquí Touria Madjouline

Touria Madjouline.

Touria Madjouline. / CÓRDOBA

Mucho desconocimiento existe sobre la poesía marroquí actual cuando tan solo catorce kilómetros nos separan. Autores como Abdellatif Laâbi, Mohammed Bennís, Mohammed Achaari, Murad Kadiri o Touria Majdouline ofrecen un enorme interés, solo por citar unos cuantos, pero son muchos más. La profundización en las traducciones servirá de enlace y encuentro con nuestra literatura.

Touria Madjouline es doctora en Crítica y Artes Modernas y profesora de la Universidad Mohamed V de Rabat. Como poeta ha obtenido el premio Nazik el Malaika (del Ministerio de Cultura de Irak) y el premio Esesco de la Cultura en 2012. Entre sus obras se pueden citar ‘Hojas de ceniza’ (1993), ‘Los cansados’ (2000), ‘Un cielo que se me parece’ (2005), ‘¿Qué memoria te basta?’ (2008), ‘Más allá de la distancia’ (2015), ‘Nada más hermoso’ (2023) y ‘Memoria del corazón’ (2023), traducida esta última al español por Rajaa Dakir, hispanista y profesora de la Universidad de Rabat.

‘Memoria del corazón’, con prólogo del poeta y crítico José Sarria, es una obra intimista que construye la pasión y el sentimiento amoroso desde la memoria de un corazón fracturado. Una temática poética muy frecuente en poesía, pero en la voz de Madjouline se hace personal, profunda y de enorme interés en el uso de un lenguaje creado con originalidad y enormes recursos expresivos. La lengua alcanza así una suma belleza en su construcción y nos adentra por caminos novedosos en el edificio simbólico de lo creado.

La destrucción como persona surge desde el primer poema, con el que permite la cimentación de la memoria de «lo perdido», la conformación de una identidad y la definición de una indagación: «No, no he olvidado nada/ no busco el olvido». Es como si desde el vacío en el que la poeta está inmersa se pretendiera mostrar un corazón roto, la sombra de su herida, su nostalgia..., pero siempre desde la fortaleza de una mujer libre que muestra su cuerpo cargado de heridas, pero erigida: «No tengo sueño/ sino el de morir con orgullo».

Es una poesía donde la evocación del tú poético (ese «amante» simbólico que causa la herida) está siempre presente con un discurso referencial apostrófico, en el que la persona ausente es demandada una y otra vez: «Amor mío, si tuviera que/ recuperar mi sangre de la torre de rosas». A través de ese recurso a lo dialógico el lector se va adentrando es el alegato de la ausencia, la fundación de la verdad, y todo un emblema de imágenes de luces y sombras donde el vacío lo invade todo con la horma de un país humanizado que opera como un sujeto lírico profundo: «Es el país, amigo mío,/ nuestra conversación más larga./ Es el país/ nuestra lágrima traidora».

Su vida va pasando por el tamiz de la palabra a través de esta especie de recurso memorial y las constantes llamadas al corazón y a la arquitectura de su soledad. La herida es profunda y admite todo tipo de juicios metafóricos, pero también el juego de la vida, su evanescencia, su dolor, su queja, su propósito. Esta memoria del corazón nos adentra en la singularidad de la herida, su paraíso perdido, sus recuerdos y el instrumento de la palabra poética para verter el alma en su conformación: «Mi corazón es una piedra pulida con lágrimas».

Una lírica clara, luminosa, directa que expresa en toda su plenitud, en todo su dolor el inventario vital y acaso la muerte como liberación, como en el ‘Fedón’ de Platón. El evocativo tú se adentra en el poema para expresar los términos de este viaje por las sombras, la patria como exilio, «las espinas de la palabra», pero también la expresión de la fragilidad y el deseo ilusorio. Una lírica pasional, dolorida con dosis narrativas que nos permitan penetrar en la singularidad, sin que la espera sea cierta y la derrota se consuma en la ausencia: «Tu rostro de arena/ desea pescar el mar/ y la misma sed antigua está en tu boca».

La poeta se pregunta constantemente por las razones que abundan en la sinrazón de la pérdida y hay un reclamo continuo a la recuperación de la época dorada: «Sólo me iluminan/ las heridas de tu nombre/ que todavía llevo en las venas».

Surge la ciudad de Salé, en el poema «Vieja luz en la memoria», la casa, la pérdida pero ella sigue creyendo todavía en su sueño: «Podemos, amigo mío,/ extender las noches/ para finalizar el poema». Aunque pronto surge la «nobleza de la oscuridad», el extravío y el elogio del abandono, mientras deja su memoria al viento en esta «arena de la felicidad» y el yo poético, en su exilio vital, sigue una y otra vez en la quimera, a un tiempo marchitándose y encendiéndose, descifrando símbolos, desvaneciéndose con las interrogantes del amor y su eterna búsqueda.

‘Memoria del corazón’.

Autora: Touria Madjouline

Editorial: Valparaíso

Granada 2023

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