LAS GUARDAS

El presidente del jurado

Eliminaron el ‘podcast’ de Aarón García Peña porque hay censura en las redes: y eso que solo comentaba el poema 'Los cobardes' de Miguel Hernández

El poeta Miguel Hernández.

El poeta Miguel Hernández. / Prensa Ibérica

La versión oficial se cuestiona. Los verificadores cobran de quien les paga y quien paga dicta su «versión oficial», todo cuanto salga de ahí es falso. Eliminaron el ‘podcast’ de Aarón García Peña porque hay censura en las redes, hay censura en los medios y hay censura hasta en la literatura. Y eso que solo estaba comentando el poema Los cobardes de Miguel Hernández.

En España hay un grupo nutrido de editoriales de verdad, auténticas, las que publican literatura. Y esas, también están censuradas. Los grandes grupos pagan y hacen publicidad en los medios, y lo hacen con dinero, con viajes o con publicaciones a los críticos. Lo puede comprobar usted, acuda a un suplemento nacional, o a una revista de difusión, y observe los libros que reseña el crítico de turno, y mire después su bibliografía. Esa editorial favorece con ediciones sus servicios prestados, como esbirro de la mantequilla.

Esto se ha convertido en un mundo de pandereta. Dicen que Bad Bunny es el artista más escuchado en España y el mundo en Spotify. Escribía Javier Gomá: «Este dato es extraordinariamente significativo. Ningún análisis sobre el estado actual de la cultura debería ignorarlo. La vulgaridad tiende hoy a lo orgánico, rítmico, instintivo, onomatopéyico, prerracional, atrevidamente opuesto a la noción de cultura como mediación».

Pero para censura la del presidente del jurado. Ese que escribió una vez un libro digno y ahora marcha tambaleándose por las administraciones, solicitando favores para poder seguir en el candelero. Sus publicaciones actuales tan solo las leen aquellos súbditos que le soplan la gaita, la zanahoria y hasta el rábano. Y con el paso de los años, todos esos súbditos acaban ganado el certamen literario que presidía. Es la literatura de la impostura, de la falsedad. Y el presidente del jurado (hay tantos) es ese ser mitad despreciable, y nada exigente con la auténtica literatura.

La concesión de un premio literario debe ser un orgullo para el ganador, un trabajo bien hecho y neutral para los miembros del jurado, y una delicia para el lector. Todo lo demás es mentira.

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