Opinión | entre líneas

‘Navidoños’

Pequeño adorno, generalmente navideño y que no llama la atención, que se olvida de retirar

Cómo podemos llamar a esos pequeños adornos navideños que se olvidan de retirar cuando pasan los Reyes Magos y que quedan desapercibidos durante meses. Ese rastro de ‘espumillón’ en un recodo de la estantería del salón del que nos damos cuenta en abril, esa esquinita del cristal de una ventana de la salita tras la cortina aún con pintura blanca que simula la nieve y que persiste hasta marzo, esa tira de luces leds decorativa que se quedó en el balcón hasta que cambiamos unas macetas en mayo y la advertimos, esa figurita navideña relegada en un recodo de nuestro bar de guardia y que descubrimos en julio... Yo me he inventado el palabro ‘navidoño’ para darles nombre, que vendría a definirse con dos acepciones: «Pequeño adorno, generalmente navideño y que no llama la atención, que se olvida de retirar y continúa donde se colocó mucho tiempo después de la ocasión para la que se puso. Extemporáneo, fuera de contexto».

Y no es que los ‘navidoños’ sean cuestión de reproche, un lastre o reflejen dejadez. Todos nos descuidamos y alguna vez se nos ha quedado un ‘navidoño’ en un rinconcito de la casa. Hasta en nuestras vidas arrastramos muchísimos ‘navidoños’ emocionales. Insisto: no es que esté bien o mal tenerlos. Simplemente... están ahí. Son parte de nosotros, de otros tiempos supuestamente felices que conservamos sin darles más importancia de la que tiene y que arrastramos sin más.

Por supuesto, también hay llamativos ‘navidoños’ de cara al exterior. En mitad de la calle Molinos Alta, al anochecer del pasado lunes y marcando el termómetro 30 ºC, me fijé en los balcones y descubrí cinco ‘navidoños’, dos en una acera y tres en la otra, conservando aún las luces de Navidad. Lucecitas led que pasan totalmente inadvertidas de día y que supongo que no elevarán mucho la factura de la luz a los residentes. Posiblemente tengan algún dispositivo fotovoltaico que alimenten las bombillitas sin mayor problema para seguir parpadeando o fijas, ya visiblemente por la noche, pero sin producir ni nostalgia de la última Navidad, ni alegría, ni rechazo... salvo quizá cierta sensación de calor al recordarnos frías fechas en esta tórrida primavera.

Incluso en la política hay ‘navidoños’. Primero, en las doctrinas. Recuerdo que me llegó hace tiempo en mi pueblo una octavilla del Partido Carlista. Y con todo el respeto a esta formación que aún recibe votos (poquitos, pero los tiene fieles a «Dios, Patria y Rey»), me sorprendió el rigor con el que atacaba a Napoleón por haber difundido por Europa las ideas de la Revolución Francesa. «¡Hombre! (me dije), quizá haya alguna causa más actual de los males que sufrimos los ciudadanos ahora, ¿no?» Claro que, bien pensado, corrientes de pensamiento como la marxista, el nacionalismo o la que auparon al capitalismo son también del siglo XIX. Hasta el cantonalismo es más moderno, de la segunda mitad de ese siglo.

Pero no hay que hablar de ideologías para ver algún que otro ‘navidoño’ en política. Miren algunas de las propuestas de los candidatos a la Alcaldía de Córdoba del 28M y verán como descubren promesas (poquitas, aunque las hay, y en todos los partidos) que hubieran sido soluciones para problemas de la ciudad hace muchas décadas, pero que ahora no responden ni a las inquietudes de los ciudadanos ni a la Córdoba actual. Propuestas (pocas, insisto) que han quedado en los rincones de los programas electorales y que reaparecen solo de comicios en comicios, que no estorban pero tampoco aportan, como tampoco son relevantes ni solucionan nada porque ya nada arreglarán. Simplemente, están ahí. Son... ‘navidoños’.

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