Opinión | Entre líneas

Escribir como máquinas

Internet nos obliga a comunicarnos con textos encorsetados, en tanto perdemos humanidad, recursos y hasta vocabulario al expresarnos

Esa tarea tan cotidiana como es la de escribir y comunicar está entrando en un callejón cada vez más estrecho, cuando no sin salida. Y no hablo de contenidos, que esa es otra, sino de las formas.

Verán. Por una parte, y sabiendo que nuestros textos deberán competir en internet para que los buscadores los sitúen por encima de otros, los expertos en posicionamiento SEO (optimización en buscadores), que parecen haber descubierto la fórmula de la Coca-Cola de los algoritmos de Google, nos dicen que tenemos que introducir en el primer párrafo la ‘frase objetivo’, no olvidarnos de emplear las ‘keywords’ (palabras llave) en al menos tres párrafos determinados, usar de cierta manera las letras negritas, cuidar el título SEO y la meta descripción para cuando aparezca en redes sociales, incluir al menos dos enlaces externos a web de prestigio y otros dos internos a nuestra propia página, limitar las frases subordinadas, utilizar titulares no para informar sino para que ‘pique’ el usuario, tener un mínimo de extensión pero sin pasarse para que el lenguaje sea lo que la máquina (y no el lector) considera «legible»... En resumen, seguir una fórmula encorsetada al máximo que está uniformando la forma de escribir en todo el mundo y en todos los idiomas.

Mientras, la inteligencia artificial cada vez imita mejor cómo pensamos y escribimos los humanos. Los que aún lo hagan, porque nunca hemos tenido tan poco vocabulario ni nos hemos expresado peor en la historia, que ambas cosas son innecesarias y hasta ‘molestan’ a los buscadores de internet. Vamos camino del analfabetismo tecnológico.

Desde obras futuristas de los años 60, con el ordenador Hal de ‘2001, una odisea en el espacio’ y los protagonistas de ‘Star Trek’ enfundados en sus pijamas estelares, pasando por ‘Terminator’ y ‘Mátrix’ hasta hoy, el género de la ciencia ficción nos ha advertido una y otra vez del peligro de que los artefactos terminen esclavizando al hombre. Pues bien, en el aspecto de la comunicación eso ya ha ocurrido, porque mientras las máquinas premian a los que hablan como ellas, y nosotros nos plegamos gustosamente, los propios aparatos y sus logaritmos cada vez escriben más parecidos a nosotros. Cojonudo.

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