Feria de Mayo | Evolución en tres décadas

Un Arenal muy distinto al de aquella primera feria de 1994

El 20 de mayo de 1994 se cumplirán tres décadas del traslado del Real a El Arenal y 602 años desde que se instituyó la feria del ganado que dio origen a la fiesta, una celebración que, como la sociedad y la propia ciudad, se ha transformado con nuevos hábitos y formas de vivir el gran ciclo del mayo festivo

Paseando por la Feria en 1994 entre casetas de módulos y lonas blanquiverdes, que eran obligatorias.

Paseando por la Feria en 1994 entre casetas de módulos y lonas blanquiverdes, que eran obligatorias. / FRAMAR

Juan M. Niza

Juan M. Niza

Mucho ha llovido desde aquel 20 de mayo de 1994 en el que se estrenaba la primera edición de la Feria de Nuestra Señora de la Salud en El Arenal. Ese día era evidente que se abría una nueva etapa de la fiesta. Incluso la nueva Feria servía para visibilizar la por entonces vertiginosa transformación de la ciudad por el Plan del Río y el Plan Renfe. Y es que si Córdoba ha vivido una revolución urbanística, social y económica en estas décadas, también la Feria de 2024 sería casi irreconocible para muchos de los que añoraban (y aún lo hacen algunos) el paseo de La Victoria, por muy insostenible que fuera aquella Feria.

En todo caso, en este 2024 la fiesta gastará muchísima menos energía con dos millones de puntos leds de iluminación que con los 200.000 bombillas de 20 y 40 watios de 1994; la seguridad es increíblemente superior gracias a la videovigilancia (que vuelve a reforzarse en esta edición) y el perfeccionado sistema de policía y emergencias dispone de una red de 30 puntos violetas para evitar agresiones machistas; la zona del río está vallada e iluminada; se estrena infraestructura para evitar que El Arenal se convierta en un lodazal si llueve; nadie teme perderse de su grupo en la Feria desde que cada cual lleva su móvil en el bolsillo; la comodidad en las casetas es mayor (muchas de ellas con aire acondicionado, algo impensable en aquel 1994); el transporte público resulta infinitamente más eficaz y ya no se colapsa de coches la ciudad en horas claves.

De 176 a 83 casetas

Aunque en cuestión de cifras, lo más llamativo es el descenso de casetas. Y no porque el coste de abrir una carpa se haya multiplicado increíblemente por las exigencias de comodidad y seguridad actuales, sino porque su número sigue cayendo en picado. Las 83 carpas de la presente edición están muy cerca de aquellas 78 que se alzaban en 1993 en el Paseo de la Victoria y Vallellano y lejísimos de las 176 con las que se inauguró El Arenal en 1994.

Así, en estas tres décadas cada vez que un año lluvioso arruinaba las expectativas o una crisis sacudía el país, un buen número de colectivos decidían salir de El Arenal. Por ejemplo, al comenzar el milenio la cifra se estabilizó entre 125 y 126 casetas del 2002 al 2004 y parecía haber tocado suelo. Sin embargo, en 2009 el número volvió a bajar hasta 113 carpas y tras los años más duros de la crisis económica del ladrillo, acabaría en un centenar. La pandemia y las posteriores crisis de abastecimiento y costes no han ayudado a que repunte el número.

También este descenso ha ido en paralelo a la falta de relevo del movimiento vecinal y peñístico, que junto a las cofradías eran la columna vertebral de aquella Feria de 1994.

ültimos retoques a una caseta de la Feria de 2024.

Últimos retoques a una caseta de la Feria de 2024. / A.J. GONZÁLEZ

Cada vez más se ha ido cediendo la gestión de la barra y la cocina, cuando no la de la propia caseta en general, algo que en teoría está aún terminantemente prohibido. "Las casetas tienen una parte de negocio, eso es evidente, pero tienen también una parte social que en gran medida se ha perdido", advertía en una reciente entrevista para Diario CÓRDOBA el presidente del Consejo del Movimiento Ciudadano, Juan Andrés de Gracia, una de las ocho entidades que forman parte de la Comisión Ciudadana de la Feria. En términos semejantes se ha venido expresando Antonio Toledano, presidente de la Federación de Asociaciones Vecinales Al-Zahara, una entidad que ya ha mostrado repetidamente su temor a que los meros intereses económicos terminen desvirtuando las fiestas populares. También inquieta la llegada de empresas de fuera de Córdoba para llevar directamente casetas.

Paralelamente, las costumbres sociales han cambiado los últimos años. Ha desaparecido el público familiar y la cocina en las casetas más allá de la medianoche (salvo en las casetas tradicionales y en las centradas en la restauración) y se ha impuesto el tardeo como fórmula para el público adulto. Mientras, la noche y la madrugada queda para los muy jóvenes. Por cierto, en aquella feria de 1994 no había obligación de cerrar a las 6 de la madrugada, y muchas casetas llegaron a funcionar prácticamente las 24 horas.

Menos casetas, pero mejores

Eso sí. La cifra de casetas no el único referente al hablar de las carpas, que proporcionalmente son más grandes que hace treinta años. De hecho, aunque hay menos de la mitad de casetas que en 1994, la superficie actual apenas ha perdido la cuarta parte del espacio que ocupaban por entonces: el frontal de la caseta municipal y lo que se ha restado para ampliar el Paseo de Caballos, junto a la calle del Infierno, y la calle de Enmedio.

Pero, además, las casetas también han ganado en seguridad, estética y comodidad en estas tres décadas, sobre todo, tras la liberalización del tipo de carpas que hasta finales de los 90 era obligatorio que estuvieran compuestas por módulos. Esta configuración llenaba el espacio de pequeñas columnas metálicas, que obstaculizaban el movimiento en unas casetas que también se empapaban en caso de lluvia. Permitir grandes carpas impermeabilizó los recintos, abría la puerta a colocar aire acondicionado, mejoraba la estética y daba pie (junto a las restricciones por el tabaco) a la apertura de patios en las casetas que ahora, incluso, son una peculiaridad más de la Feria de Córdoba y en ocasiones un atractivo en sí mismo.

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