Maestros

La familia no se improvisa

Los hijos necesitan sentirse atendidos, sin prisas, sin prioridades que los aplazan

Un padre y su hijo.

Un padre y su hijo. / Archivo / Prensa Ibérica

Isabel Agüera

Isabel Agüera

Albert Camus tiene una frase célebre que hago mía, a poco que rememore mi niñez: «El espléndido calor que reinó sobre mi infancia - dice - me ha privado de todo resentimiento». Y eso es así, cuando la educación, el aprendizaje que favorecen los padres está basada en la familia como gran valor. Pero la familia no se puede improvisar, cuando ya se está de vuelta de todo. La familia hay que cultivarla desde que optamos a ella. Y eso yo lo corroboro. Mis padres trabajaron, se sacrificaron, vivieron, amaron, en una palabra, por lograr una familia unida y, en lo posible, feliz. Y consiguieron, como mínimo, que en el índice de nuestras vidas no quedaran agujeros negros por donde hubiera lugar a un futuro revanchista, agresivo, cáustico...

Aquel excelso y exquisito calor nos salvó, me salvó, me salva de la lucha armada contra mis hermanos los hombres. Pero hay algo muy sutil, quizás, y que muchos padres de hoy ni saben, ni intuyen, ni entienden: la familia es un camino que hacer. Es decir, por muchos hijos que se tengan, mucho el confort proporcionado, o muchos los valores encomiados, esta no será tal si el padre pasa la vida entre trabajo, amigos, reuniones, viajes, ausencias que tan sólo se tornan presencias para premiar o castigar una evaluación, para controlar hora de llegada nocturna, dar cuatro voces, soltar dinero y... ¡poco más!

Está claro que tenemos que comenzar por aceptar que, en las relaciones familiares, todos somos distintos a lo que se era en otros tiempos, pero algo permanece: los hijos necesitan de los padres a diario, y no, si acaso, los fines de semana. Los hijos necesitan sentirse atendidos, sin prisas, sin constantes prioridades que eternamente los aplazan. No ha dejado de ser valor la familia. Lo somos nosotros, cuando, o bien la queremos sacar de la nada, cosa imposible, o cuando nos empeñamos en resucitar el concepto ancestral que de familia subyace en lo más recóndito de nuestras conciencias.

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