Luisa Castro: "La novela es una búsqueda incansable de amor, pero tiene algo de atolladero psicológico"

La escritora gallega analiza en la entrevista su última novela 'Sangre de horchata', publicada por la editorial Seix Barral, en la que se aborda la necesidad de amar

Luisa Castro.

Luisa Castro. / ALBA VIGARAY

Nuestra autora, Luisa Castro (1966), es gallega y escribe tanto en gallego como en castellano. Con una amplia trayectoria de reconocimientos, ha escrito las siguientes novelas: ‘El somier’ (finalista del premio Herralde), ‘La fiebre amarilla’, ‘El secreto de la lejía’ (Premio Azorín), ‘Viajes con mi padre’ y ‘La segunda mujer’ (Premio Biblioteca Breve). Asimismo, escribió el volumen de relatos ‘Podría hacerte daño’ (Premio Torrente Ballester). Además de narradora, es articulista y poeta. Como articulista colabora en medios: ‘Abc’, ‘El País’ o ‘El Mundo’. Como poeta es autora de poemarios como ‘Los versos del eunuco’ (Premio Hiperión), ‘Los hábitos del artillero’ (Premio Rey Juan Carlos) o ‘Amor mi señor’, entre otros. Actualmente dirige el Instituto Cervantes de Dublín.

¿Se podría hablar de tu libro ‘Sangre de horchata’ como un ‘thriller’ psicológico?

Podría ser, sí. La historia que se narra tiene algo de atolladero psicológico. Desde el principio se plantea la vida de una familia burguesa con todos los ingredientes para ser feliz, pero con una ‘tara’ o problema: allí no hay madre. El ángel del hogar ha volado y no sabemos a dónde. Lo poco que sabemos de esa madre ausente lo iremos sabiendo por la hija, la joven narradora que nos lo cuenta en primera persona, una joven encerrada en un mundo de hombres y que por momentos parece ocupar el puesto de la ausente. Lo que ocurre luego, cuando a la ausente se le ocurre aparecer, es lo que desencadena el desorden que la joven; a través de la escritura, trata de recomponer. Y ese instinto de orden o de control es lo que da lugar a la novela. Toda ella es una búsqueda incansable de la lucidez en medio del mayor de los caos.

¿Me podrías decir cómo fue el proceso creativo? Creo que te oí decir ¿torrencial?

Sí, a partir de la primera imagen todo vino dado. Se trataba de poner en juego la vida de una joven atraída por una figura masculina cercana al padre. Atraída en general por todo aquello que sustituye al padre, pues éste está enfermo, y se sabe -sabemos- que en cualquier momento puede morirse. La autoridad moral, la salud, el dinero... todo lo que representa el padre, ella lo proyecta en figuras aledañas, las que el padre deja a cargo de sus asuntos. Pero esas relaciones, desde el principio, se muestran ambiguas y solo a lo largo de la narración sabremos lo que esconden.

¿Es una novela sobre la necesidad de amor?

Sí, es una novela que habla mucho de lo material, herencias, testamentos, etc, pero en realidad sobre estas pequeñeces se cifra una gran ausencia, una búsqueda incansable de amor, una necesidad que esa joven tiene desde el principio, la necesidad de fiarse de alguien. Pero toda la novela está contada desde un prisma muy poco patético. Quiero decir, ella es una joven que conoce la otra cara de la soledad y del miedo: la ‘vis’ cómica, y eso es lo que en realidad nos está contando, como a través del humor toda esa fanfarria de sentimientos, pasiones y odios acaban desactivándose.

El espacio, principalmente, es interior: la casa donde vive una extraña familia.

No tan extraña. A mí no me lo parece. Que la familia escogida -una familia rica y sin madre- lo sea no significa que en la realidad en muchísimos casos donde abunda el dinero la madre no cuenta nada, a menos que sea ella la adinerada. Esta familia de mi novela es, digamos, una familia atípica para los estándares actuales pero todavía muy frecuente en las capas burguesas de nuestras ciudades, una familia ciertamente rancia y con la capacidad de autoparodiarse que demuestra sobradamente la narradora. Pero, por supuesto, que no era mi intención escribir una novela realista.

En la novela hay dos tiempos, el de la niña que escribe el diario de su día a día y el de la mujer madura que lo recuerda. En realidad es una novela dentro de una novela.

Es la novela de un diario perdido y recuperado a través de la memoria. La mujer actual reconstruye su vida con los retazos que recuerda de un antiguo diario y las reflexiones de hoy. Pero como ella misma dice, su intención no es la de matar a la niña que fue, o contradecirla, sino recuperarla, porque es muy posible que nunca haya sido niña, que jamás se le haya permitido la inocencia.

La novela recrea un mundo principalmente masculino.

Es un mundo, digamos, donde existe un gran silencio, un gran vacío, y un gran tabú. ¿Qué fue de esa madre de la que apenas sabemos? No se puede hablar de ella pero todo y todos hablan de ella. Y todos existe por sustitución. Los personajes masculinos son una suerte de comparsa que no logra cubrir ese vacío de la madre. Así es como yo lo veo, y si me apuras hasta podría tratarse esta novela de una «casa de Bernarda Alba» a la inversa. Todos los personajes masculinos que se dan cita en esta novela están en realidad contendiendo por ocupar ese lugar vacío, aniquilado, eliminado, el lugar de la mujer, el lugar de la madre.

¿Tiene algo de biografía?

Todo lo que escribimos nos retrata íntimamente sin duda. Ese es el valor de una obra literaria, la cantidad de vida o de verdad que aloje en ella. Es una obra llena de enigmas, que impactan al lector. La vida es un enigma. Lo que te parece clarísimo hoy, mañana se vuelve confuso o sencillamente erróneo. Nada tiene la menor consistencia o validez, si lo despojas de su marco narrativo o de su discurso. Para mí, que esta sea una obra llena de enigmas es un elogio. Un enigma es aquello que se sustrae a toda explicación.

En realidad, ¿se podría decir que ‘Sangre de horchata’ es la historia de una impostura?

Sí, podría ser. La misma forma de narrar, autoparódica y redicha, es una forma de subrayar la impostura. El mundo que se narra es un mundo burgués un tanto o un mucho periclitado, en el que todo es representación, sustitución, roles. Pero si nos abstraemos del espacio concreto y de esa trama concreta creo que podremos identificar mucho de esa impostura en cada uno de nuestros mundos. Es la impostura contemporánea, la impostura de todo lo premeditado, de los discursos sociológicos, de la corrección política; en definitiva, que no es otra cosa que una herencia de la corrección burguesa, siempre necesitada de taxonomías y etiquetas.

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