Toros

Roca, bendito Rey apócrifo del toreo

Castella, Manzanares y el diestro peruano abren la puerta del Gallo de Los Llanos

Francisco Javier Domínguez

Francisco Javier Domínguez

Ficha del festejo

Ganadería: Seis toros de Álvaro Núñez. Aceptables de presencia, nobles, pero justos de fuerza. El mejor el tercero, premiado con la vuelta al ruedo.

Sebastián Castella: estocada (oreja) y Estocada atravesada, aviso (oreja)

José María Manzanares: estocada que hace guardia y estocada caída (ovación) y media tendida (dos orejas).

Andrés Roca Rey: estocada (dos orejas) y estocada (dos orejas)

Coso de Los Llanos de Pozoblanco. Tres cuartos de entrada en tarde nublada pero de agradable temperatura. La terna ha salido a hombros por la Puerta del Gallo 

Andrés Roca, bendito Rey apócrifo del toreo. Ahora que el incienso espera fuego en las capillas, es tiempo de dilucidar cuánta fe somos capaces de demostrar hacia el difícil credo de la torería. Y resulta que el rey es Roca, Roca Rey. No hay más, aunque algunos lo tachen de majestad apócrifa, que es como discutir su trono, su evangelio. Pero quiénes somos nosotros para exponer teorías acerca de una figura del toreo de tal calibre. Desde los tiempos de Lagartijo, de Joselito, de Belmonte, de Manolete, de Benítez, de Espartaco, de Jesulín, de Ponce, de Juli… siempre se ha vertido la sospecha de la duda, de la trampa, sobre el rey del momento.

Los grandes, en su día, siempre han sido juzgados desde la sospecha. Y eso, eso mismo es lo que vivimos hoy con respecto a Roca, el nuevo Rey apócrifo del toreo. Mas no son sino simples elucubraciones para discutir acerca de una realidad palmaria: nadie llena hoy como Roca, nadie se queda tan quieto como Roca, nadie transmite a la masa como Roca, nadie completa un ejercicio espiritual de fe taurina como el peruano. Y luego plantearemos dudas teóricas y si me apuran teológicas acerca de la categoría del Rey, -considerado por muchos- apócrifo del toreo.

Quizá por esa conjunción divina, mientras la luna brotaba llena entre el campo de nubes de Los Llanos, las campanas de San Bartolomé anunciaban la misa de siete y la ceremonia de Roca Rey frente al tercero, el toro más toro de un encierro para figuras en plaza de provincias. Y así, el peruano le ha cuajado un quite por tafalleras y media de lustre. Luego, con la muleta, la faena ha ido de menos a más, porque el animal tenía lo justo para aguantar 30 muletazos. Eso sí, era noble hasta decir basta. Gracias a ello Roca le ha cuajado tandas por ambos pitones y el final ha sido vibrante, con cambios de mano y circulares invertidos de extraordinario temple. Temple de verdad: la muleta por abajo, la ejecución pulcra y el resultado vibrante.

Los de siempre pidieron el indulto y Rey se ha dado coba sin sentido antes de cobrar una estocada que le ha valido las dos orejas. Con el sexto, en una faena con altibajos ha habido compases de calidad por ambos pitones, aunque es cierto que la continua flojera del toro frenaba el ritmo acompasado del peruano. Espadazo, dos orejas, puerta grande. Poca broma. Ninguna discusión hacia la entrega y el compromiso. Bendito Rey apócrifo: Nadie evangeliza hoy como él.

Una faena muy acoplada

Manzanares se ha esforzado en el quinto y ha cuajado una faena muy acoplada, justa y ajustada. Elegante el torero, ha conseguido pasajes de destacable belleza y temple por ambos pitones. Pulso firme en los toques, largueza en la ejecución y calidad por el pitón derecho. Fibra con la zurda. Naturalidad y compromiso en general. Lástima que al toro, como a toda la corrida, le haya faltado un tranco, o dos. Con el primero de su lote ha cumplido el expediente sin añadir mucho más que disposición frente a su flojo y noble oponente. Menos mal que luego ha apretado.

Y Castella ha porfiado con las telas con denuedo pero es torero de más toro. Con la media res queda en tierra de nadie. Y aunque se las pasa cerca y se compromete, aquello no termina de llegar. Oreja y oreja. Salida a hombros. Puntúa, que no es poco.

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