FERIA DE SAN ISIDRO

'Pocasprisas', de Alcurrucén, se gana el calificativo de toro de bandera

Tomás Rufo no acertó a acoplarse con el ejemplar

Tomás Rufo, con 'Pocasprisas', de Alcurrucén.

Tomás Rufo, con 'Pocasprisas', de Alcurrucén.

Paco Aguado (Efe)

Ganado: seis toros de Alcurrucén, bajos de alzada, de fina presencia y hechuras. Salvo el bueyuno primero, el conjunto tuvo nobleza y apuntó calidad en las embestidas, aunque siempre medidos de fondo y de fuerzas. La estrella fue el tercero, de lujosa armonía, total entrega y con una excelente profunda clase en su galope.

Morante de la Puebla: pinchazo y media estocada baja (silencio); pinchazo y estocada caída (ovación).

El Juli: pinchazo hondo bajo y descabello (ovación); cuatro pinchazos y estocada honda desprendida (ovación tras aviso).

Tomás Rufo: pinchazo y estocada chalequera (silencio tras aviso); estocada trasera desprendida (silencio).

Cuadrillas: Fernando Sánchez saludó tras dos excelenes pares de banderillas al sexto.

Plaza: Las Ventas (Madrid). Octavo festejo de la feria de San Isidro, con cartel de no hay billetes (22.964 espectadores), en tarde fresca y con viento racheado.

Pocasprisas, un armónico astado colorado de la divisa de Alcurrucén y lidiado en tercer lugar en la corrida de este jueves de la feria de San Isidro, mostró a las claras con su soberbio juego el significado lo que en el argot se conoce como toro de bandera.

Tan sobresaliente ejemplar le correspondió en suerte, o no, al toledano Tomás Rufo, que, pese a su notable esfuerzo por asentarse y templarse, no logró en ningún momento con él ni el necesario acople ni el sonoro triunfo que el de la divisa extremeña le puso en bandeja de plata sobre el amplio ruedo de Las Ventas.

Colorado ojo de perdiz de capa, muy bajo de manos, largo, descolgado de cuello y construido cuesta abajo, el de Alcurrucén presentaba un perfecto diseño anatómico, casi se podría decir que aerodinámico, para hacer lo que acabó haciendo: embestir y repetir con rítmico galope unas entregadas y cristalinas arrancadas que remataba aún con más clase, haciendo el avión con los pitones.

Ante esas dulces y lujosas embestidas, mejores aún que si un compañero lo hiciera toreando de salón, Tomás Rufo aportó poco más que una insuficiente sinceridad para dejarlas ver y su simple, pero frustrado, empeño para cuajarlas como merecían, pues en la faena hubo más desajustes, tirones y pausas que virtudes tan necesarias como el temple, la firmeza, el gusto y la ligazón.

Aunque la plaza empujó, tras hasta siete irregulares series de muletazos, el torero pareció sumido en su propia frustración, mientras que Pocasprisas pasaba directamente a ocupar la lista de los ejemplares que pugnarán por el premio al mejor toro de esta feria de ya excelentes resultados ganaderos.

Faltó empuje y fuerzas

El resto de la corrida no fue tan clara, sino que, a falta de un punto mayor de empuje y de fuerzas, necesitó enfrente de mucha sutileza para desarrollar la calidad apuntada, que no es sino la que pueden aportar a este exigente encaste de Núñez unos vuelos de la muleta bien pulseados.

Morante de la Puebla, que era el gran esperado, lo demostró con el cuarto, con el que, antes de coger la muleta, replicó con unas gallardas verónicas a un provocador quite del Juli por chicuelinas.

Pero al toro le acabó faltando fondo suficiente para que la tanda de mecidos derechazos y un soberbio natural de propina que recetó el sevillano pudieran repetirse en lo que apenas fue la cata de una "delicatessen". Claro que más aún le faltó al primero, que, soltando carazos, tuvo un comportamiento boyuno, con el que Morante cortó por lo sano.

En otra tarde condicionada, aunque menos, por el viento, el Juli sorteó el lote más parejo en opciones, pues su primero tuvo un profundo final en todas sus pausadas arrancadas y el quinto, aparentemente insulso y de poco celo, acabó empleándose con recorrido.

De la mejora de la condición de este fue culpable Juli, que le ayudó paciente a venirse arriba hasta cuajarle dos o tres tandas intensas con ambas manos, que se quedaron sin premio por la falta de auténtica decisión del madrileño a la ahora de atacar con la espada. Con el anterior, en cambio, se le vio más especulativo, intentando sacar partido con el engaño retrasado y desde la pala del pitón.

Claro que tampoco puede desdeñarse la buena condición del sexto, que, aunque algo apagado, tuvo un ritmo y un largo recorrido que Rufo ni le pulseó ni le ligó en un trasteo dominado por la ansiedad de sentir perdida la soberbia oportunidad de consagrarse que le ofreció Pocasprisas.