La Pasión en Córdoba

La marcha procesional ‘Saeta cordobesa’

El jiennense Pedro Gámez Laserna es el autor de la popular partitura compuesta en la Cuaresma de 1949. La marcha se ha convertido con el tiempo en una de las más conocidas en Andalucía. En la actualidad, es de las más interpretadas en Córdoba e himno ‘oficioso’ de la Agrupación de Cofradías

BANDA DE MÚSICA DEL REGIMIENTO DE LEPANTO Nº 2, QUE FUE DIRIGIDA POR PEDRO GÁMEZ.

BANDA DE MÚSICA DEL REGIMIENTO DE LEPANTO Nº 2, QUE FUE DIRIGIDA POR PEDRO GÁMEZ. / ARCHIVO MATEO OLAYA

Mateo Olaya Marín

Se cumplen setenta y cinco años del estreno de una de las mejores marchas escritas en la historia de la Semana Santa, una composición que trascendió su tiempo y se ha convertido justamente en uno de los grandes clásicos de la banda sonora de las cofradías no solo cordobesas, sino andaluzas. Se trata de la marcha ‘Saeta cordobesa’, del compositor Pedro Gámez Laserna (Jódar, 1907-Sevilla, 1987), compuesta en la Cuaresma de 1949.

El contexto

La marcha se circunscribe a la segunda etapa cordobesa de Pedro Gámez Laserna. En septiembre de 1945 ingresa por oposición en el Cuerpo Nacional de Directores Militares, como teniente director, siendo destinado desde Madrid al Regimiento de Lepanto número 2 con sede en Córdoba para dirigir su banda de música. Anteriormente, Gámez había sido miembro de esta formación musical cuando recaló en Córdoba siendo muy joven, ingresando con posterioridad en la banda municipal cordobesa. 

En aquellos años, su familia vivía en Córdoba, ciudad en la que se instalaron en los años treinta. Gámez había pasado un tiempo en Madrid a principios de los años cuarenta formándose, estudiando y trabajando por alcanzar su objetivo de ser director de banda. Una vez logrado, al residir su mujer e hijos en la capital cordobesa, decide elegir este mismo destino para continuar con su labor. Aquella Semana Santa de la postguerra presentaba un escenario difícil para las cofradías, que tenían que recobrar el pulso tras la contienda civil. En lo musical, fue una etapa realmente fructífera. Convivían en Córdoba dos formaciones de importante nivel como eran la Banda Municipal de Córdoba, dirigida por el maestro Dámaso Torres, y la Banda del Regimiento de Lepanto número 2, bajo la batuta de Gámez Laserna.

Dámaso Torres escribe su gran marcha ‘Misericordia... ¡Señor»!’, estrenándose en 1949. Ese mismo año, Pedro Gámez estrena también la composición que nos ocupa, ‘Saeta cordobesa’, que al igual que la anterior inserta una saeta típica cordobesa. Al año siguiente comienza Francisco Melguizo a firmar sus primeras marchas, escribiendo las inconfundibles obras ‘Lágrimas y desamparo’ (1950) y ‘Paloma de Capuchinos’ (1951). El que era entonces percusionista de la banda municipal, Enrique Báez, compone la desgarradora ‘Virgen de las Angustias’ (1952) y Luis Bedmar dedica en 1955 su primera marcha a Córdoba. Sin duda, fueron años de suma importancia para la música procesional en Córdoba, tras una travesía en el desierto relativamente larga en la que apenas nacieron composiciones de índole cofradiera en la ciudad. Es de justicia aseverar que fue una auténtica edad o etapa dorada en la música de la Semana Santa cordobesa, al coincidir en el mismo tiempo grandes músicos y compositores que escribieron obras de enjundia artística. El compositor estaba realmente enamorado de Córdoba, de sus rincones y tradiciones, como así solía recordar su hijo Leandro Gámez. Tenía un extenso círculo de amigos en el que se encontraba el fundador de la hermandad de la Buena Muerte de San Hipólito, el doctor Enrique Luque, erigida en 1943. Era, sin duda, el vínculo del que germinó la marcha que nos ocupa.

UN GRAN REGALO. EL COMPOSITOR PEDRO GÁMEZ LASERNA HACE ENTREGA DE LA PARTITURA DE ‘SAETA CORDOBESA’ A LA HERMANDAD DE LA BUENA MUERTE

UN GRAN REGALO. EL COMPOSITOR PEDRO GÁMEZ LASERNA HACE ENTREGA DE LA PARTITURA DE ‘SAETA CORDOBESA’ A LA HERMANDAD DE LA BUENA MUERTE / ARCHIVO FAMILIA GÁMEZ VARO

La composición musical

Un compañero del cuartel de Lepanto, hermano de la Buena Muerte, le sugiere al compositor que escriba una marcha para la cofradía, de reciente creación. Quizás movido por ello, y también por su amistad con su hermano mayor y por su propio impulso creativo, Gámez Laserna decide componer ‘Saeta cordobesa’. La marcha, originariamente, se llamaba ‘Cristo de la Buena Muerte’, como bien corresponde a su dedicatoria, al crucificado de la Buena Muerte que había gubiado Antonio Castillo Lastrucci y que realizó su primera estación de penitencia en 1946. Está firmada en abril de 1949 y con ese nombre se tocó y era conocida en los años sucesivos hasta que decidió retitularla como ‘Saeta cordobesa’.

La composición fue estrenada al terminar la función principal de la cofradía de la Buena Muerte en la Real Colegiata de San Hipólito, en un concierto ofrecido por la banda de Lepanto. Cuentan que tuvo muy buena aceptación y los cofrades quedaron muy agradecidos, si bien el hermano mayor, Enrique Luque, dirigió unas palabras al autor que han quedado registradas como una de las anécdotas más curiosas de la música cordobesa: «Es digno de agradecer el interés de un músico tan prestigioso como don Pedro Gámez se ha tomado en componer una marcha para nuestro Cristo de la Buena Muerte, pero hemos de advertirle que la nuestra es una cofradía de silencio y no lleva música».

La marcha discurre por unos postulados musicales de alto nivel que hasta entonces apenas habían sido cultivados. El cuerpo interno de la música tiene la profundidad de autores como Font Fernández o Álvarez Beigbeder, pero Gámez trasciende esas líneas y cristaliza una composición donde la expresión grave se da la mano con la alegre. La marcha comienza en un registro fúnebre para, posteriormente, de una forma progresiva con un desarrollo temático genuino, terminar como una auténtica marcha triunfal de potente brillantez.

La estructura de la marcha podría denominarse lineal, alejada del arquetipo que parecía instaurarse. Sobre un primer motivo se extiende el resto de la composición, en un sugerente viaje entre la tonalidad de do menor y do mayor, trazada por una sucesión de pasajes con aire coral y expuestos a modo de canon algunos, contrastados con frases en fortísimo mediante la intervención firme de los metales que cierran el esquema formal de la marcha. A lo largo de todos sus compases, destaca la elegancia característica de la música de Gámez sobre un entramado armónico de profundo calado. Sobresale en la marcha el magnífico tratamiento de la textura contrapuntística mediante una completa instrumentación, dominando con precisión las expresiones y timbres de los instrumentos que componen la banda y creando unos colores de sensacionales efectos. Todo ello culminado con una saetilla encomendada al viento madera y respaldada por una base armónica muy elaborada, tras la que irrumpe para finalizar las cornetas y el resto de metales en un glorioso colofón musical.

Esta saetilla, que otorga a la obra una tremenda singularidad y que dio nombre finalmente a la marcha, es probablemente el resorte que movió a Gámez a escribir la partitura, si bien no es el único centro de atracción de la misma. La escuchó Gámez el año anterior una noche de Miércoles Santo mientras acompañaba con su banda al paso del Cristo de la Misericordia, cuando María Zamorano ‘La Talegona’ cantó una saeta por carceleras que conmocionó realmente al músico.

La trascendencia de la ‘Saeta cordobesa’

A los pocos años, concretamente en 1952, Pedro Gámez compone su marcha religiosa ‘Salve Regina Martyrum’, dedicada a la Reina de los Mártires de la cofradía de la Buena Muerte. Cerraba así un tributo musical a la hermandad con dos marchas extraordinarias. Ambas composiciones son publicadas conjuntamente en 1958. Y precisamente, en esa edición registrada, la marcha ya aparece bajo el nombre de ‘Saeta cordobesa’. Los motivos por los que se rebautizó la composición, que recordemos está dedicada a una hermandad de silencio, atienden a una cuestión muy lógica: con su publicación, se buscaba un título más genérico que tuviera mayor interés comercial para su distribución entre las bandas. La misma composición en sí misma es un paradigma musical, un referente en la forma de la marcha procesional. Todas sus características o elementos que la singularizan habían sido insertados con anterioridad por otros compositores, pero Gámez Laserna los transforma magistralmente y dota a la composición de una irresistible personalidad. El uso de las cornetas ya había tenido varios ejemplos incluso en marchas de un carácter más serio que empleaban también el recurso de la saeta, como es el caso de ‘Cristo de Vera Cruz’ (1941) de Manuel Borrego, que Gámez conocía porque formaba parte del repertorio de la banda que dirigía. Pero en ‘Saeta cordobesa’ el desarrollo es aún más elaborado, más amplio, no solo por la construcción armónica a la que pocos podían llegar, sino también por la propia estructura de la marcha y la forma de resolverse.

‘Saeta cordobesa’

‘Saeta cordobesa’ / ARCHIVO MATEO OLAYA

La yuxtaposición entre el carácter fúnebre y alegre, adquiere en esta marcha una expresión muy elevada, con unas partes contrastantes entre sí, constituyendo un tipo de música que abría nuevos horizontes. Porque si bien Gámez no acometió una revolución al estilo de Farfán con la centenaria ‘Pasan los campanilleros’, agrandó sobresalientemente el género de la marcha y se valió de los recursos existentes para otorgar a la música una belleza y trasfondo que en el círculo militar no era muy común.

La composición, desde su estreno, tuvo consideración en la Semana Santa cordobesa. En una época donde la música no tenía tanto predicamento como hoy, se tocaba por parte de bandas como la municipal de Córdoba o la militar de Lepanto. Su autor, ya dirigiendo la banda del Soria 9 en Sevilla, la incluyó en su repertorio y la grabó por vez primera en 1965 en el disco ‘Marchas de procesión’. Ya en 1980, la extinta banda municipal de Córdoba, bajo la batuta de Luis Bedmar, la incluye en su disco ‘Marchas procesionales de Córdoba’.

En aquellos años ochenta comienza a tocar en algunas cofradías de la capital cordobesa, como las Angustias y los Dolores, la banda de música del Círculo Cultural Calíope de Fernán Núñez (Córdoba), siendo ‘Saeta cordobesa’ una de sus composiciones de cabecera. 

Transcurrido el tiempo, la banda municipal desaparece, tiene lugar una sevillanización notoria de la música que se tocaba en las cofradías y la marcha queda supeditada a interpretarse en muy pocas cofradías. 

En los años noventa, la banda de música del Maestro Tejera de Sevilla comienza a ofrecer anualmente en la capital un concierto homenaje a la Semana Santa, en el que, año tras año, nunca falta en el programa ‘Saeta cordobesa’; y esta misma formación la incluye en su disco ‘Clásico II’ del año 2000. A finales de esa década se detecta un mayor protagonismo de la marcha y de forma circunstancial se interpreta por varias bandas e incluso se estrena una versión orquestal realizada por Luis Bedmar. 

En los primeros años de este siglo, gracias también al nacimiento de la web de Patrimonio Musical (‘www.patrimoniomusical.com’) se origina un movimiento musical que persigue recuperar marchas históricas y valorar la figura de sus compositores. Incardinado en este auge e interés por lo clásico, y coincidiendo con la celebración en 2007 del centenario del nacimiento de Pedro Gámez Laserna, no cabe duda que la figura del compositor recobra especial interés entre las bandas y las hermandades y sus marchas comienzan a tocarse cada vez con más asiduidad hasta el punto de que ‘Saeta Cordobesa’ se erige en una composición indispensable en el repertorio de las bandas, siendo a todas luces la marcha cordobesa más conocida allende las fronteras locales. 

A todo ello contribuye también la banda de música María Santísima de la Esperanza de Córdoba, que tiene a Gámez como uno de los pilares en su trabajo. De su seno nacen compositores que beben de su música, como es el caso de Alfonso Lozano, que en ‘La Sangre y la Gloria’ afronta un tipo de marcha que viaja desde pasajes serenos hasta la jovialidad del final con cornetas, donde subyace la influencia de Gámez.

En los últimos años, la idea compositiva de ‘Saeta cordobesa’ se ve reflejada claramente en determinadas marchas de autores contemporáneos tan consagrados como David Hurtado y Cristóbal López Gándara, a través de sus composiciones ‘Saeta jerezana’ y ‘Dolores, saeta onubense’, respectivamente.

Suscríbete para seguir leyendo