Priego: Una inequívoca seña de identidad de la fe popular

La Semana Santa de Priego, convertida en una popular y arraigada expresión de fe de una localidad que tiene en esta celebración una de sus inequívocas señas de identidad, ha alcanzado por sus singularidades una gran relevancia en las últimas décadas.

Desfiles de gran belleza, tradiciones centenarias y un especial conjunto de sensaciones y emociones son ingredientes más que suficientes para convertir la Semana Santa prieguense en un punto de referencia obligado de la provincia, si no de Andalucía y España.

Desde 2004, diez son las cofradías y hermandades, algunas de ellas con cinco siglos de historia, que protagonizan los once desfiles y la representación de teatro sacro que conforman actualmente la Semana Santa de Priego.

En la mañana del Domingo de Ramos, la Hermandad de Nuestro Padre Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén y María Santísima de la Encarnación, Madre de los Desamparados, cariñosamente conocida como ‘La Pollinica’, inicia los desfiles procesionales de la Semana Santa, con la destacada participación de los cofrades más jóvenes, que se convierten en los protagonistas del día. 

Entrada la tarde, las ramas de olivo, árbol estrechamente relacionado con la paz, vuelven a convertirse en protagonistas durante la estación de penitencia de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús en la Oración en el Huerto y María Santísima de la Paz, la más joven de cuantas procesionan en la Semana Santa de Priego. Una hermandad con la que todo un barrio, el de las Caracolas, se convierte por unas horas en el gran protagonista del Domingo de Ramos.

La alegría y juventud de esta primera jornada dan paso en la tarde-noche del Lunes Santo al desfile de la cofradía de los Dolores, en el que largas filas de penitentes ataviados con túnica negra y morada, acompañan desde la ermita del Calvario a sus imágenes titulares, el Santísimo Cristo de la Buena Muerte y María Santísima de los Dolores, que inician su descenso hasta la parroquia de la Asunción, templo al que llegarán cuando el Martes Santo ya ha consumido unos minutos. 

Precisamente, en la Asunción tiene su sede la Antigua y Real Hermandad de María Santísima de los Desamparados y el Santísimo Cristo de la Expiración, popularmente conocida como ‘La Caridad’, denominación que refleja uno de sus fines fundacionales y que aún se mantiene en nuestros días. El Martes Santo es el día de La Caridad, que con su elegante desfile, recorre las calles de Priego pregonando la obligación y compromiso de todo cristiano de ayudar al prójimo.

El ecuador de la Semana Santa prieguense lo marca el Miércoles Santo, último de los días conocidos como laborables en el que se aprecia la llegada de visitantes, muchos de ellos hijos de Priego que por distintos motivos tuvieron que abandonar la localidad en busca de una mejor oportunidad laboral y que ahora, durante estos especiales días, regresan a lugar que los vio nacer.

Cuando los últimos rayos de sol se ocultan, la céntrica plaza de la Constitución se transforma por completo en una efímera Jerusalén para acoger la representación, a cargo de la archicofradía de la Columna, del Prendimiento, una pieza de teatro sacro que recoge los pasajes evangélicos del Lavatorio, Última Cena, Oración en el Huerto, Venta y Prendimiento de Jesús. 

Cuando los actores que toman parte en el Prendimiento inician las procesión que los lleva hasta San Francisco, inicia su desfile la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Preso y María Santísima del Mayor Dolor, cuya salida de la iglesia hospitalaria de San Juan de Dios es todo un ejemplo de destreza para sus dos cuadrillas de costaleros.

Frente a la juventud de la hermandad del Mayor Dolor, el Jueves Santo realiza su estación de penitencia la Pontificia y Real Archicofradía Sacramental de la Santa Vera Cruz, Nuestro Padre Jesús en la Columna y María Santísima de la Esperanza, cuyas imágenes titulares protagonizan uno de los desfiles más seguidos de la Semana de Pasión, que finaliza en las primera horas de la madrugada del Viernes Santo, coincidiendo prácticamente con la salida desde la parroquia de la Asunción de la cofradía de los Dolores, que inicia su retorno a la ermita de El Calvario, en la conocida como Vía Sacra o procesión del Silencio.

El dramatismo del Cristo de la Buena Muerte flanqueado por cuatro grandes antorchas, el respetuoso silencio reinante entre aquellos que lo contemplan, unido a la plasticidad del paso de las imágenes por las estrechas veredas que conducen al Calvario, convierten este desfile en uno de los más emotivos de la Semana Santa prieguense. 

Viernes Santo

La ronca tambora de Pestíñez y el estridente sonido de la corneta del Bacalao, dos personajes indisolublemente relacionados con la mañana del Viernes Santo, anuncian la salida del Nuestro Padre Jesús Nazareno, conocido como el ‘Rey’ de Priego, que protagoniza en el Calvario, con la bendición que imparte a su pueblo, el que podemos considerar momento más especial de la Semana Santa de la localidad. 

El magnetismo de la imagen del Nazareno no tienen parangón, llegando a su máxima eclosión cuando en el Gólgota prieguense, y tras una angustiosa subida a hombros de cientos de costaleros, el Rey de Priego imparte la bendición a su pueblo, que en esos momentos levanta en sus manos el humilde hornazo.

Son miles los prieguenses que venidos de todos los rincones del mundo regresan este día tan especial a su localidad natal para recibir la bendición del Nazareno, una imagen que permanece imborrable en la retina de todos aquellos que la contemplan y que supone el momento de máximo interés de la Semana Santa prieguense y, sin lugar a dudas, una de las señas de identidad de la misma.

Tras la bulliciosa mañana del Viernes Santo, y cuando aún permanecen en el aire los ecos de los últimos «¡vivas!» al Nazareno, los titulares de la Real Archicofradía de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, Nuestra Señora de las Angustias y Nuestro Padre Jesús en su Descendimiento, inician su estación de penitencia desde su recoleta ermita ubicada en la calle Río, en un desfile en el que sus responsables han cuidado hasta el más mínimo detalle.

La sobrecogedora imagen del Santísimo Cristo Yacente, acompañado de María Santísima de la Soledad Coronada, que forman parte del cortejo procesional más solemne de la Semana Santa prieguense, ponen un brillante y a la vez reflexivo epílogo a una intensa jornada de Viernes Santo.

Frente al rojo y al negro, colores que predominan en los hábitos de los penitentes de la noche del Viernes Santo, el blanco y el azul se convierten en los protagonistas de la mañana del Domingo de Resurrección, día grande para el cristianismo en el que desfilan los titulares de la Real y Venerable Hermandad de María Santísima de la Cabeza y Nuestro Padre Jesús Resucitado, completándose con ellos el ciclo con el que Priego conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

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