Opinión | Guadalquivir

La pasión en el Reina Sofía

Quizás la Cuaresma y la Semana Santa más intensa de las vividas, sea sin duda alguna, esta. El largo viacrucis del dolor que debe soportar el hombre frente a las enfermedades inesperadas lo hacen más conscientes del valor de la vida y la humildad en la aceptación de los designios de la naturaleza. Somos humanos empequeñecidos ante el trance del calvario en el dolor. Gritamos en nuestra soledad, si puedes aparta de mí este cáliz. Y sudamos gotas de sangre en las puertas del hospital Reina Sofía, la particular hematidrosis del drama que se anuncia. Quizás le redime, que tras la quimio, vendrá una operación, y el hombre acepta su destino, sin poder imaginar que serán hasta tres operaciones.

Cumpliendo la voluntad expresada por los profesionales de la medicina te entregas en sus manos para agarrarte a la vida. En el trance de la esa vía dolorosa, el enfermo cae hasta tres veces, para ser levantado del sufrimiento por la fe en una sanidad pública, universal y gratuita que trata a todos los hombres y mujeres con la misma pasión. Bendita sanidad, que engrandece a un país, habla de una sociedad democrática y solidaria en pro de la salud de la ciudadanía. Qué el templo sanitario no pueda ser destruido por patanes y egoístas que no miran por el prójimo. El prójimo es tu hermano, es tu familia, son tus hijos, son tus conciudadanos, y tengan o no tengan recursos sabrán que la gran obra de misericordia del estado de bienestar social será porque estuve enfermo y me cuidaste.

Una legión de admirables profesionales de la enfermería se desvive 24 horas por los pasillos de la cuarta planta de cirugía general y cirugía digestiva. Todo el mundo sabe su pulcro cometido, los enfermeros y enfermeras, los auxiliares, los celadores, el servicio de limpieza, el trajín del equipo médico en la mañana, los familiares del enfermo pululando por pasillos y habitaciones. Dieciocho enfermos por galería, dos por habitación y un complejo cosmos que funciona como un reloj. A cada cual lo suyo y en su momento, incluso, en la desesperanza de querer más, de buscar más cirineos para cargar la cruz del dolor. Cae la noche en Córdoba. Al fondo distingo la torre de la mezquita-catedral. Pienso, por carrera oficial está pasando Cristo y su Madre. Por el hospital Reina Sofía la pasión se encauza hacia la resurrección, hacia la vida. Madrugada, habitación 1410.

* Doctor en Historia

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