Opinión | Guadalquivir

La verdad del campo

«Los trabajadores negros han llegado hasta estas tierras buscando un futuro mejor»

Qué la naranja de Palma del Río es la mejor del mundo puedo dar fe, pues todos aquellos que la han saboreado así lo han manifestado. Una realidad, que bien conocerán, quienes han etiquetado naranja procedente de Egipto como naranja española procedente del Valle del Guadalquivir. Es decir, algunos han tratado de obtener rápido beneficio de una naranja de suprema calidad, sin haber sudado una gota. Siempre hay gente dispuesta al engaño y la estafa, a aprovechar el esfuerzo de toda una ciudad, sus empresarios agrícolas, las magníficas cooperativas y los trabajadores, para beneficio propio. Por tanto, pongamos el acento en la verdad, los que siempre quieren ganar explotando al prójimo.

Al mismo tiempo, hemos conocido la contratación de trabajadores al margen de convenios laborales del campo y no respetando derechos humanos fundamentales. El drama no es que sean trabajadores ‘ilegales’, son trabajadores, lo ilegal y vergonzoso son los explotadores, los que comercializan con seres humanos. Estos numerosos jóvenes negros que conviven con nosotros han tenido que llegar por algún camino, son honrados y trabajadores, y lamentablemente, muchos son explotados con miserables sueldos, horas interminables y hacinamiento en maltrechas viviendas. Esa es la realidad y mirar para otro lado, incluso practicar la demagogia contra el extranjero, es indecente.

Los trabajadores negros, como antes los rumanos o los marroquíes, han llegado hasta estas tierras buscando un futuro mejor; unos por su pertenencia a la Unión Europea, otros con documentos y contratos, y otros cruzando de África a España como han podido. Pero todos son personas, con derechos, con dignidad, y muchos convendrán que también son hijos de Dios. Estas criaturas, como dicen nuestros mayores, merecen un mejor trato. Qué fácil construir un nuevo cuento del campo andaluz.

Alzaba su voz el cantaor Manuel Manchego Peña El Turronero, allá por la década de los ochenta: «Sentrañas mías, cómo me hieren el alma las cosas de Andalucía. Porque la verdad del cuento del abandono del campo, la saben bien unos cuantos que no tienen sentimientos. Y el campesino andaluz rota las espaldas y las manos se ha olvidao nombrar a Dios de tanto decir mi amo’.

*Doctor en Historia

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