Opinión | al paso

Funcionarios de nuestra prisión

Desde antiguo, el oficio de carcelero guardaba unas especiales connotaciones que nada tenían que ver con el humanismo, sino con todo lo contrario. Especialmente las canciones predemocráticas, achacaban con desdén y sufrimiento, la mal ejercida potestad del carcelero cerrando las mazmorras llenas de podredumbre y ratas. Y así, estos trabajadores estatales se nos antojaban de carácter frío y resolutivo como lo son los cerrojos de las celdas que cierran. Hoy no es así para nada. Es más, yo creo que nunca lo fue por cuanto en los sistemas de antaño inquisitivos las injusticias también se ejercían sobre ellos. Pero es cierto que aún hoy pudieran tener mala fama, especialmente por las historias que se cuentan por los presos y los familiares de los presos. Que de todo hay en la viña del Señor, es verdad. Pero en esa viña hay poca uva podrida. Porque no es menos cierto que las buenas acciones nos las contamos porque suponemos que es lo normal, de ahí que no merezcan habladurías. Y humanismo tornado en paciencia por parte del funcionariado de la prisión hay tela. Pero tela marinera. Tengan en cuenta que la cárcel es otro mundo totalmente diferente al que hay pasados sus muros. La pérdida de libertad provoca en el ser humano una actitud de frustración y rabia que se torna en actitudes como mínimo tensas; y que de alguna manera el funcionariado sea una pieza fundamental en esa pérdida de futuro temporal y de horizonte físico se traduce en que esos trabajadores que están ahí para ganarse un sueldo para sus familias. Esos trabajadores que tienen un incomodísimo papel social de primer orden, sean los destinatarios de vanguardia social en parar y, por tanto, sufrir la frustración y rabia de los seres humanos con libertad perdida que conlleva muchas veces a la pérdida del control mental y a la violencia sobre todo lo que se le ponga por delante. Por eso, el funcionariado de prisiones tiene dos días seguidos de servicio y cuatro de permiso. A quien le parezca eso mucho que apruebe las oposiciones. Yo llevo cerca de 20 años acudiendo a visitar a mis defendidos, fundamentalmente los sábados, que no es un día muy práctico para los funcionarios porque, como dice mi madre, les «estorrompo» la planificación. Pero jamás sufrí un desaire ni una mala cara. Si a veces --muy pocas-- he tenido algún desencuentro ha sido por conductas del que escribe a veces demasiado extrovertidas. Pero el trato con los abogados es exquisito. En cualquier prisión de España, cuando vas a visitar un preso, la espera a veces desespera. En la nuestra, nunca. También hay que aprender y colaborar en no interrumpir el afanoso trabajo que tienen. Y es por ello que yo intento terminar antes de las una del mediodía, que es cuando ellos comen y cuando comen los presos. Les podría decir con nombres y aspecto la gran cantidad de funcionarias y funcionarios de carácter afable e incluso precioso. Pero como son tan discretos, a pesar de ser un piropo lo que les digo, creo que no les haría mucho tilín que los nombrara. Pero ellas y ellos saben que lo que digo es cierto. Pero también es muy verdad que la inmensa mayoría de los presos y las presas no dan problemas serios, sino todo lo contrario: agónicamente solicitan progresar penitenciariamente hacia destinos laborales, cursos y módulos de respeto no solo para conseguir consumir tiempo de condena entretenidos, sino para acceder cuanto antes a los beneficios penitenciarios como permisos y tercer grado. Esa es la cárcel verdadera: presos que buscan su libertad no dando problemas y funcionarios que cumplen su primer y segundo día lo mejor posible. Todo esto lo escribo porque he visto publicado que los funcionarios de la cárcel de Córdoba son de los que más sufren agresiones de toda España. Y tengo la obligación de decir a los lectores que, si eso es cierto, no piensen que es debido a actuaciones arbitrarias de nuestros funcionarios. Eso no puede ser porque yo sé cómo son. Dudo de ese dato. Pero no duden que, si eso es así, es precisamente, por lo contrario, o sea, porque los funcionarios de la cárcel de Córdoba rechazan darse a respetar con acciones desproporcionadas sobre los presos y las presas. Y claro, eso al final, te come terreno...

*Abogado

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