Opinión | Economía con toque

¡Viva la libertad!

Hemos aceptado gobiernos, sobre todo el actual, que cada vez intervienen más en nuestros asuntos económicos

Hubo un lema acuñado por los partidarios de Fernando VII a principios del siglo XIX, cuando se le restauró en el trono español como rey absolutista, que decía Vivan las cadenas. En aquella época una parte importante de los españoles querían que dicho monarca acaparara todo el poder sin que existiera separación del ejecutivo, legislativo y judicial. A eso durante el siglo XX se le llamó dictadura, que en su definición hace hincapié en que reprime derechos humanos y libertades individuales. En España, actualmente, hay muchas personas atónitas con lo que está pasando. Una deriva política con tintes totalitarios de la autodenominada izquierda. En mi caso no estoy tan sorprendida de esa deriva de determinados políticos, sino de la gente de a pie. Una democracia es un sistema político frágil en el que se tiene que creer, y es un sistema con sus fallos que se ha de ir corrigiendo y adaptando. Que surjan un grupo de políticos dispuestos a hacer lo que sea y explotar todos esos fallos para perpetuarse en el gobierno, porque esto les da privilegios como dinero y poder, no creo que sea tan extraño. Lo extraño es que haya gente que los apoye. Me da igual que sean periodistas, actores, profesores o albañiles. ¿Cómo alguien puede apoyar el deterioro de las instituciones que garantizan sus derechos y libertades? ¿Cómo alguien puede apoyar la falta de ética, de moral e incluso la corrupción? Pues hay gente que lo hace, y es que resulta tan extraño que nosotros mismos, los ciudadanos, los que no tenemos esos privilegios, los apoyemos, o mejor dicho los apoyen porque si por mi fuera estaban todos investigados y juzgados.

Es cierto que no a todo el mundo le gusta la libertad porque eso conlleva responsabilidad. Y la libertad, en cierta medida, empieza o acaba, según se mire, por la economía. Hemos aceptado gobiernos, sobre todo el actual, que cada vez intervienen más en nuestros asuntos económicos: nos dicen en qué o cómo trabajar o producir, en qué o cómo consumir y nos detraen una parte importante de la renta que generamos para, según ellos, proveernos de unos servicios públicos de calidad. Pero la realidad es otra. Con sus decisiones, nos han encarecido no solo la cesta de la compra básica, sino en general todos los bienes incluyendo desde la electricidad (vamos a cerrar nucleares) hasta los coches (vamos a ponerles muchos impuestos y a perder competitividad). Los españoles ahora somos más pobres que hace dos décadas y vamos a ir a peor. A través de esos servicios públicos realizan una especie de chantaje emocional, como si fueran nuestros salvadores, y nos encontramos una sanidad cada vez más deteriorada y una educación cada vez más deteriorada e ideologizada, que esto último es todavía peor. Así, nuestro dinero no se destina con diligencia, eficiencia, y eficacia a pagar cuestiones públicas relevantes para la sociedad, como esa sanidad y educación, sino a intervencionismo, control, redes clientelares, compra de favores, viajes y otros gastos superfluos de esos que ostentan cargos públicos, además de una elevada corrupción.

Les estamos pagando la fiesta, les estamos pagando esa deriva totalitaria, les estamos pagando su poder y su dinero, y muchos ciudadanos hasta están de acuerdo con ello. Es imperante que los gobiernos no tengan tanto poder y, para ello, se debe reducir el tamaño del Estado. Estados tan grandes que condicionan totalmente la economía y que controlan los asuntos económicos del ciudadano ya tienen un exceso de poder per se, que puede derivar en otros excesos dependiendo de la naturaleza del que te toque o elijan como presidente.

*Profesora de Economía

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