Opinión | Tribuna abierta

La margarita dijo no

Entre Begoña y España, Pedro Sánchez se ha elegido a sí mismo, lógica decisión de quien ha hecho del narcisismo un estilo de vida

Que jamás duró una flor dos primaveras ya nos lo había advertido Rocío Jurado, pero al presidente del Gobierno le han bastado cinco días para deshojar la suya. Entre Begoña y España, Pedro Sánchez se ha elegido a sí mismo, lógica decisión de quien ha hecho del narcisismo -y de los trajes pitillo color berenjena- un estilo de vida. Los más cándidos confundieron la razón con el deseo al augurar el fin del sanchismo, mas olvidaron que no se pacta con delincuentes y filoterroristas para vivir poco más de un lustro en el Palacio de la Moncloa. En España, la historia nos ha enseñado que los regímenes duran al menos unas cuantas décadas.

Para los autoproclamados intelectuales del mundo de la cultura (antes conocidos como actores o cantautores) no ha sido fácil encasillar los hechos vividos desde su privilegiado patio de butacas, pues mientras unos se inclinaban por la tragedia, otros apelaban a la épica. Más claro parecía tenerlo Pedro Almodóvar -por motivos obvios siempre al borde de un ataque de nervios-, quien, sin dudarlo, apostó por el melodrama, hasta el punto de protagonizar un lacrimógeno papel secundario en el mismo. Sinceramente ,creo que yerran; quién sabe si porque ignoran la existencia de otros géneros como el sainete, astracán o el vodevil. Aunque el primer acto resultó conmovedor (¡qué lo hay más que un hombre proclamando a los cuatro vientos el profundo amor que siente por su esposa!), lo cierto es que la trama se ha ido desinflando a medida que se sucedían los acontecimientos. Si obviamos las notorias diferencias de estilo entre ambos, al principio nuestro presidente recordaba al Duque de Windsor renunciando al trono por salvar el honor de su amada, pero a la vista del diferente final está claro que Wallis Simpson no es Begoña Gómez... ni Eduardo VIII tenía un Falcon a su libre disposición. En su defensa diré que resulta comprensible el apego al cargo de alguien que aspira alcanzar -para sí y los suyos- la inviolabilidad que nuestra Constitución únicamente dispensa al Rey. Una vez salió de la escena el presidente, la intriga decayó en exceso, a buen seguro por la nula calidad de los secundarios que aparecieron en el escenario. Pachi López sigue sin pasar de meritorio, Marlasca anda cómodo como figurante y Bolaños vive instalado en la concha de apuntador. A Mónica García le persigue la sombra del genial José Sazatornil, la dicción de Yolanda Díaz sólo le permite interpretar papeles dirigidos a un público entre 0 y 2 años, y Arnaldo Otegui, entre bambalinas, pone su saber al cuidado de la posible explosión de un foco. Sira Rego, Elma Saiz y Ana Redondo aún no han debutado; no se dan por aludidas cuando el director de escena las llama por su cargo. A la desesperada, Oscar Puente arengaba a las masas desde el proscenio el pasado domingo recordando que Pedro Sánchez es el «puto amo» porque sabe inglés. Para que luego digan que saber idiomas está sobrevalorado.

No todos los socialistas han podido felicitar todavía al presidente. Sin ir más lejos, la vicepresidenta Montero, al verse como sucesora, comenzó a aplaudir con tanto ímpetu que ha tenido que ser intervenida quirúrgicamente por la fractura del cúbito, radio y el cuarto metacarpiano del dedo meñique. Nadie se ha atrevido aún a decirle que la falange la conserva intacta.

  • Abogado

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