Opinión | EL CUERPO EN GUERRA

Islandia y su huelga feminista histórica

Últimamente casi toda la información internacional está centrada en la guerra de Israel y la franja de Gaza, algo que puede llevarnos a no querer saber nada de la realidad más allá de nuestro entorno cercano, porque qué difícil resulta sobrevivir si seguimos cada ofensiva. Por el camino, se pierden realidades de otros países más cercanos que nos devuelven la fe en la existencia, como la pasada jornada de huelga feminista histórica del 24 de octubre en Islandia -considerado un referente en términos de igualdad-, donde nos llevan varias décadas de adelantos sociales, comenzando por ser el primer país del mundo que contó con una mujer presidenta en 1980.

Bajo el lema «¿A esto le llamas igualdad?», la protesta convocada por los principales sindicatos y 40 asociaciones feministas a todas las islandesas y personas no binarias a no acudir a sus trabajos ni a realizar ninguna tarea doméstica no remunerada tuvo desde un primer momento un seguimiento masivo en escuelas, hospitales, comercios, servicios municipales, medios de comunicación... para denunciar la persistencia de la brecha salarial y de la violencia de género. Invitaba también a que los hombres asumieran las responsabilidades de cuidados del hogar y la familia que suelen recaer en las mujeres.

Con la Ley de 2018, Islandia se convertía también en un país pionero en exigir un salario equitativo en mujeres y hombres que desempeñaran las mismas funciones. Sin embargo, la brecha salarial ha vuelto a incrementarse desde 2021. Freyja Steingrímsdóttir, directora de comunicación de la Federación Islandesa de Trabajadores Públicos (BSRB), esgrimía que «un paraíso de la igualdad no debería tener una brecha salarial del 21% y un 40% de mujeres que sufran violencia sexual o de género a lo largo de su vida». Desde luego, no.

Ojalá nuestro tejido social pudiera permitirse un seguimiento tan masivo de una cuestión de género que no hace sino alejarnos más y más. Sólo así se consiguen verdaderos cambios sociales, cuando hasta son secundados por la Primera Ministra del país. Ojalá, pese a que se nos tuviera como un referente en igualdad mundial, tuviéramos la iniciativa y el coraje para llamar la atención sobre que todo no es tan estupendo como nos venden. Hemos de ponernos las pilas en todos los sentidos, sí, pero ¿soy sólo yo o estamos demasiado cansadas, hartas, de luchar tanto, de tanta resistencia, sin vislumbrar cambios reales?

 ** Escritora

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