Opinión | Entre visillos

Historias de mujer

La Real Academia de Córdoba destapa en jornadas y libros de reciente aparición perfiles femeninos tan singulares como desconocidos

Hay muchas maneras de hacer feminismo, todas complementarias. La cultura es una de ellas, tal vez de las más eficaces a largo plazo porque, aun sin rentabilidad inmediata, afianza los cimientos feministas a través de nuevas perspectivas, incluso o sobre todo cuando éstas vienen del pasado. Diversas actividades de la Real Academia de Córdoba, con una apuesta firme por la investigación sobre estos temas, vienen a demostrar la cantera infinita de nombres de mujer. Muchos de ellos desconocidos salvo para eruditos, vidas que aguardan a ser rescatadas del completo olvido tirando del hilo de la memoria con rigor, pero sin olvidar nunca el propósito divulgativo.

Así acaba de ocurrir con la segunda entrega del ciclo ‘La mujer en la historia de Córdoba’, jornadas –glosadas en estas páginas por Marisol Salcedo- en torno a la ‘Baja Edad Media y Antiguo Régimen’ que han coordinado con sensibilidad y eficacia las profesoras María Isabel García Cano y Soledad Gómez Navarro. Su contenido, ampliado, quedará recogido en libro –que en la era de internet sigue siendo la mejor manera de perpetuar el conocimiento-, como ya ocurrió con la edición del pasado año. Aquélla, que trataba ‘Desde la prehistoria a la época altomedieval’, ha salido recientemente de imprenta, y demuestra que la revisión histórica del papel de la mujer «es sin duda apasionante», como apunta José Cosano, coordinador de una obra en la que historiadoras y arqueólogas desempolvan la evolución del universo femenino desde los inicios de la humanidad.

También estos días, coincidiendo con la Feria del Libro, la Academia ha dado a conocer otra interesante publicación en torno a la mujer. Consiste en ‘Estudios literarios’ que, agavillados por Manuel Gahete, muestran el perfil, en algunos casos inédito, de escritoras y poetas fuera de lo canónico (siento no tener espacio, ni en éste ni en los anteriores casos, para desplegar la nómina de personajes ni de quienes trazan sus apasionantes semblanzas, que recomiendo leer). Sólo citaré por su especial peso en las letras españolas a Emilia Pardo Bazán, de quien María José Porro revive en unas notas preliminares su nombramiento en 1912 como correspondiente de nuestra Academia fuera de Córdoba, cuando sabido es que la Española se había negado a admitirla por ser mujer. Así se escribe la historia.

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