Opinión | con permiso de mi padre

Somos puro relato

Tenemos uno de los idiomas más bellos y sonoros y que nos sirve a millones de hispanohablantes

Somos puro relato, historias hechas de recuerdos que mantener vivos, de forma oral primero y después fijadas para permanecer en el tiempo. Por eso las palabras importan mucho, muchísimo. Las leyes y las canciones están hechas de palabras que ponen negro sobre blanco el pensamiento, lo que somos, lo que soñamos ser o lo que fuimos.

Por eso es importante utilizar bien ese regalo del lenguaje, tratarlo como el tesoro que es, un tesoro que nos permite describir el mundo y compartirlo, o guardarlo para nosotros, según el momento; supongo que la mayoría de las veces nos limitamos a expresarnos como pura necesidad fisiológica, pero reconozcan la maravilla de encontrar las palabras precisas para un sentimiento, para un pensamiento, para hacernos entender.

Y resulta que tenemos uno de los idiomas más bellos y sonoros, y que nos sirve a millones de hispanohablantes por todo el mundo, por lo que me duele, porque es mío también, cuando veo el desprecio con el que muchos lo tratan, simplificándolo y minusvalorándolo frente a otros, rindiéndose a extranjerismos gratuitos o vulgarismos. Como haciéndolo de menos porque parece más culto o intelectual trufarlo de términos tan importados como innecesarios. Sé que los idiomas han de adaptarse a los tiempos, que la sociedad le impone y traslada sus cambios, pero no me digan que no echan de menos poder emplear palabras y expresiones casi en desuso en España, pero tan vivas y vigentes en el día a día de nuestros compatriotas de lengua que viven allende el océano. Como si allí se hubiera parado el tiempo y hubiera cristalizado el español en un estado más puro.

Por eso (y quizás porque me voy haciendo mayor) me cuesta entender qué lleva un chaval de, por ejemplo, Tomelloso, a llamar «bro» a sus amigos, o a que una adolescente diga «en plan» al menos un par de veces en cada frase. Y siento decirles que gran parte de esa responsabilidad recae en los medios de comunicación y en las redes sociales, que prefieren creer que si simplifican la comunicación llegará a más público, en vez de ser conscientes de su papel como formadores. Quizás es que a generaciones más simples es más sencillo llevarlas por el camino deseado, o puede que sea dejadez de los profesionales, o que los docentes van teniendo las manos y los recursos cada vez más atados frente a la inmediatez de los mensajes instantáneos.

Y no hablo de escribir rebuscado ni pedante, ni de emplear palabras de más, o tecnicismos, sino en, como decía Delibes, poner interés, todo el interés: «Escribir con precisión no consiste únicamente en hallar en cada caso el adjetivo adecuado, sino también el sustantivo, el verbo o el adverbio, es decir, la palabra. Y es en el manejo de esas palabras, en hallarlas a tiempo y adobarlas debidamente, donde reside el secreto de un buen escrito».

*Periodista

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