Pepeleta de sitio

¿El profesional?

Costaleros del Martes Santo de 2023, en Córdoba.

Costaleros del Martes Santo de 2023, en Córdoba. / Manuel Murillo

Iba a la moda. Toda la ropa y los complementos eran «cool» y «trendy». Camiseta de tirantes, pantalón negro, calcetines coloridos, pulseras de distintas hermandades, zapatillas de deporte de marca y, claro, faja y costal. Llevaba el móvil con la carga completa para hacerse fotos y también para pagar las bebidas que pensaba tomarse con los compañeros durante el recorrido, mientras veía pasar a los titulares. Fali tenía la tarjeta de relevos, uno en cada calle, porque la cuadrilla estaba doblada o triplicada y había que dejar que todos tuvieran sus marchitas. Él se consideraba un profesional, ni siquiera se había hecho hermano de alguna hermandad, total ¿para qué? sólo faltaba que, además, tuviera que pagar.

A mí me gustan las marchas alegres y en las que pueda hacer cambios, andar de costero a costero, irnos de largo y oír el aplauso del público mientras mi fijador grita como un poseído diciendo que somos los mejores. ¡La que se monta en un momento! Mi capataz es un artista, nos iguala perfectamente y no se sufre, vamos, que ha habido días que ni me he enterado. Hoy es de esos días. Esto no pesa, y entre los masajitos que me ha dado la de la clínica y la semana que llevo de gimnasio me parece que voy sobrao. El caso es que no se oye la música. Habrá venido una banda chunga, porque no reconozco la marcha, Mira que tenemos dicho que queremos las marchas que hace el sevillano ese de Triana, pero nada, se empeñan en aburrirnos con la música.

¡Que no, que no aguanto más, que ni oigo lo que suena y vamos todo el tiempo con el paso corto! De pronto, Fali se puso colorado, alzó el cuello y con su imponente vozarrón gritó con todas sus fuerzas: «Músicaaaaaaa, marcandoooooo y nos vamos». El trío de capilla dejó de tocar el motete medieval, el silencio de la calle quedó mancillado y el público no daba crédito. El capataz se acercó al respiradero y preguntó qué pasaba ahí. Fali no sabía qué decir, había salido en tantas cofradías que ya confundía unas con otras y no reparó que era Viernes Santo y llevaba sobre sus hombros al Señor yacente.

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