Papeleta de sitio

Uno de la junta

A los pies de una imagen.

A los pies de una imagen. / Víctor Castro

Rafael Carlos Roldán Sánchez

Rafael Carlos Roldán Sánchez

Responsabilidad, compromiso, trabajo y dedicación. Las palabras del hermano mayor resonaban en los oídos de los miembros de la junta de gobierno de la hermandad. No era un equipo bien avenido, sino más bien un grupo que se había acostumbrado a estar ahí quietos, callados, sin mirarse a los ojos, porque la rutina los había convertido en compañeros que ejecutaban su función instintivamente, sin alegría, pero con cierta eficacia. Hacía tiempo que los jóvenes desertaron aburridos y los que aún se acercaban por allí no tenían apenas nada de lo que reclamaba con ahínco el hermano mayor.

¡Juan, que te duermes! El codazo le vino de Manolo, uno de los más antiguos, aunque no tanto como él. Ya eran más de treinta años en la junta y allí seguía. Escuchando a hermanos mayores que pasaban por el trance de tener que dirigir a un grupo ajado y cansado, pero que se había aferrado a las ocupaciones de la hermandad y no iban a dejarlo así como así, porque el Señor y la Virgen necesitan que ellos sigan aquí. El nuevo hermano mayor no tenía demasiada idea y había que ayudarle. Se había traído a unos cuantos nuevos para la junta, pero, ¡bah!, no servían, donde se pongan los viejos...

Todos se levantaron. La primera reunión había terminado y había que ponerse a trabajar. Limpiar la plata, clasificar los hábitos de nazarenos, preparar cirios... Un trabajo monótono en el que Juan se volcaba porque sabía hacerlo. Se sentía seguro y confiado, era el que más sabía y nadie podía reemplazarle. Parecía invencible en su hermandad, tantos años y era el único que sabía dónde estaba cada llave, para qué servía ese tornillo oxidado, cómo se colocaban los candelabros del palio o por qué sonaba aquel ruido cuando el paso andaba de largo. Sin él, nada funcionaría. Había empezado a acomodar unas telas en los cajones cuando, de pronto, una mano se posó en su hombro desde la espalda, se volvió y vio la cara seria de Manuel, incluso pensó que le pasaba algo.

-¿Qué? -preguntó.

-Pues que nos vamos, nos echan -las palabras apenas le salían de la garganta-, se han cansado de nosotros.

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