LA CONTRACRÓNICA

La contracrónica | El Córdoba CF y su primera equis en El Arcángel

Los de Germán Crespo se ven por primera vez en una posición indeseada y con toda la presión encima por buscar el ascenso en la Primera Federación

Kike Márquez, abrazado por Willy Ledesma, grita el gol del Córdoba CF ante el Ceuta en El Arcángel.

Kike Márquez, abrazado por Willy Ledesma, grita el gol del Córdoba CF ante el Ceuta en El Arcángel. / Francisco González

Francisco Merino

Francisco Merino

Siempre hay una primera vez. Al Córdoba CF le ha llegado a falta de once jornadas para la conclusión del campeonato de Primera Federación. Está fuera de la zona de play off de ascenso a Segunda División. Desde que llegó Germán Crespo, el grupo siempre anduvo metido entre la aristocracia. Exceptuando el escenario vivido a la llegada del granadino -que heredó en primavera del 2021 un equipo cadáver de manos de Pablo Alfaro en la desaparecida Segunda B-, el hogar de los cordobesistas ha estado en la cúspide: líder de principio a fin en la 21-22 en Segunda RFEF y siempre entre los cinco primeros en su estreno en la 22-23 en Primera Federación. Sesenta jornadas viendo cómo los rivales iban por detrás, paladeando el placer de sentirse perseguido. 

Ahora le toca cambiar de registro para recuperar lo que le ha sido arrebatado. Es después de su primera equis en El Arcángel, el primer empate que ven los hinchas locales desde que el Tamaraceite de López Silva amargara el estreno de Germán (1-1) en aquellos días raros de pandemia mundial y hecatombe futbolística local.

El primer empate en casa

Siempre hubo un argumento irrebatible cuando surgían las dudas y, después, cuando el bache derivó en crisis. "El Córdoba está en play off", repetían desde el club los protagonistas. Y era verdad. Hasta una soleada mañana de domingo en la que más de diez mil cordobesistas acudieron al estadio pensando en que los suyos iban a recuperar el puesto que les había arrebatado el filial del Celta la noche anterior ganando al Sanse. Pero no. El Ceuta fue demasiado rival -qué raro suena, pero qué real- para que el Córdoba pudiera salir adelante. 

Gudelj vigila a Rodri con Simo atento en el Córdoba CF-Ceuta en El Arcángel.

Gudelj vigila a Rodri con Simo atento en el Córdoba CF-Ceuta en El Arcángel. / Francisco González

Ahora es sexto, con siete de distancia sobre el que le sigue, un Linares irregular. A los blanquiverdes (46) les saca del puesto el coeficiente particular con el joven cuadro vigués, que se ha metido en un paquete cabecero en el que se avecina una pelea encarnizada por el único puesto que conduce a Segunda de manera directa. De eso ya se ha ido olvidando el Córdoba, cuya batalla es otra.

Seguramente en los próximos días -si es que no se está haciendo ya- habrá sesudas discusiones sobre si el club está inmerso dentro del objetivo marcado o si se ha salido de modo irremediable. Si el campeonato terminara hoy, los blanquiverdes estarían ya de vacaciones. Pero resulta que aún quedan once encuentros en el calendario y aún pueden cuadrar las cuentas. ¿Es matemáticamente posible? Por supuesto. ¿Hay alguna razón para pensar en una mutación rápida que convierta al Córdoba en un devorador de puntos? Ahora, ninguna. Quizá se pueda montar algún relato, como el de la aceleración progresiva o la potencia en El Arcángel, aunque resulta complicado atisbar un cambio radical en un equipo que ha hecho 10 de 36 y lleva más de cuatro meses sin ganar dos partidos seguidos. Es lo que hay.

Otro partido por piezas

Al principio, la estampa clásica: un ambiente de división superior, cargado de pasión y memoria. El himno tronando con aires de plegaria y esperanza, el homenaje del club a la figura de Pelayo Novo -un nombre para la historia por ser protagonista del último ascenso a Primera-, los rostros contraídos por la responsabilidad... Puro Córdoba CF. Luego, cuando el árbitro pita, todo entra en una nueva dimensión. Sea lo que fuera que les dijera Germán Crespo antes de salir, lo cierto es que los jugadores lo hicieron con un extra de fogosidad. Querían ser los de antes, parecerse al equipo en el que jugaban Luismi Redondo o Julio Iglesias, ahora con la camiseta de un Ceuta enrachadísimo y tan seguro de sí mismo como lo pueda estar un conjunto que lleva cinco victorias enlazadas. Simo y Puga lo intentaban, el grupo presionaba arriba, no se dedicaba a verlas venir... Su gente tenía que ver que no habían perdido el gen competitivo, el coraje por defender su candidatura al ascenso. No se les puede reprochar la actitud. Luego, claro, están las circunstancias. Y el temor, que no se elige. Cada vez que el balón le caía a Luismi Redondo, el personal tragaba saliva. Y la presencia de Rodri Ríos, el enrachado goleador -y ex, además-, generaba pensamientos funestos. Pero el Córdoba iba con todo. Como correspondía.

Los jugadores del Córdoba CF, abatidos tras el partido ante el Ceuta en El Arcángel.

Los jugadores del Córdoba CF, abatidos tras el partido ante el Ceuta en El Arcángel. / Francisco González

En el minuto 24, la leyenda "Eterno Pelayo" centelleó en el marcador y el aplauso de la afición se mezcló con el sobresalto por una doble parada del meta ceutí ante disparos consecutivos de Kike Márquez y Cristian Carracedo. El Córdoba se presentaba en el área sin concretar: disparos desviados, demasiados amagos... Hasta que sucedió. Rodri, como Freddy Krueger saliéndose de la pesadilla, se hizo real con un cabezazo que batió a Carlos Marín. El soriano lo festejó con una coreografía de gestos -ninguno fuera de menú, con el clásico de tocarse las mejillas mirando a los fotógrafos- que hizo que el árbitro le mostrara tarjeta amarilla. Los motivos por los que no le sacó la roja se quedan para él, porque el goleador hizo méritos encarándose con muy malas formas. El tumulto fue instantáneo, las escaramuzas se produjeron por todo el césped, la grada se encendió y el panorama se oscureció para un Córdoba atrapado en un angustioso quiero y no puedo.

Y en el alargue apareció Kike Márquez. El especial, el lobo solitario, el que no está para bromas cuando hay problemas. El sanluqueño hizo el empate en el 50 y lo celebró muy a su estilo. Sin sonrisas. Apuntando con el índice hacia una grada feliz y aliviada. Kike mantuvo la esperanza viva y salvó a todos de una presumible pitada en el intermedio, una banda sonora que no se escucha en El Arcángel desde hace muchísimo tiempo.

¿Cómo es posible?

La cosa iba de atreverse. Simo, tan bullicioso como remiso al remate desde fuera, dejó su sitio a Marco Camus poco después de que Dragisa Gudelj pusiera a prueba con una chilena al meta Tomás Mejías. Los anfitriones ponían todo lo que tenían. Si eso les iba a bastar para reconducir el partido era una irritante pregunta en el ambiente. Germán tiró de repertorio, metiendo en escena a Caballero y a Antonio Casas por Javi Flores y Kike Márquez. La tensión se podía palpar. Como si fuera una final.

No ocurrió nada. El Córdoba no encontró el modo de hincarle el diente a un Ceuta que ni siquiera lo pasó mal en el tramo final del encuentro. Se quedaron tres atrás, dos delanteros... Salieron los nuevos -Camus, Caballero, Canario- y los antiguos, como De las Cuevas en un último cuarto de hora en el que los cordobesistas se miraban unos a otros preguntándose cómo es posible que se haya llegado a esto.

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