LA CONTRACRÓNICA

El Córdoba CF y las verdades de El Arcángel: el umbral del dolor

El equipo blanquiverde sigue metido en una espiral preocupante de marcadores adversos y sensaciones dispares | Hubo 20.051 espectadores, récord de la temporada, en una noche difícil de digerir

Simo Bouzaidi protesta tras una falta a Kike Márquez en el Córdoba CF-Real Madrid Castilla.

Simo Bouzaidi protesta tras una falta a Kike Márquez en el Córdoba CF-Real Madrid Castilla. / AJGONZALEZ

Francisco Merino

Francisco Merino

Los más curtidos aseguran que es aquí, en situaciones como la actual, donde se ve la verdad de un equipo. El Córdoba CF lo intenta, pero no le sale. Lo pone todo, pero se está escapando la vida metido en una espiral de marcadores adversos y sensaciones agrias. En El Arcángel soñaban con regar los "brotes verdes" que se detectaron en Salamanca ante el Unionistas, pero el sudor de los locales no fue suficiente para que germinaran. Los pisó un Real Madrid Castilla que juega con la suficiencia de quien ve cómo le salen los planes por encima de cualquier contingencia: le faltaban piezas clave, pero le dio lo mismo. No perdían un partido desde principios de octubre del año pasado y siguen sin hacerlo. Hicieron lo suyo sin asustarse por quién tenían enfrente. Se saben buenos y en racha. 

No hace falta que nadie le cuente al Córdoba cuál el ese sentimiento de poder. Lo ha tenido mucho tiempo. Ganar te hace más valiente, no hacerlo acobarda o, como mínimo, genera dudas. Ahora sigue siendo el mismo -con los cambios en el mercado invernal, que son para mejorar, según los constructores del grupo-, pero los resultados son otros. Y son muy malos. Ese es el problema. El 5 de 21 y una caída de puestos que conviene frenar cuanto antes mejor. Los que demostraron su capacidad para llevar al equipo hasta donde estuvo tienen ahora un nuevo reto: hacer ver que son igualmente capaces para sostenerlo sin que se desplome. ¿Hasta dónde llega el umbral del dolor?

Lidiando con los demonios

Este tipo de partidos genera en el cordobesismo un estado anímico peculiar. El personal acude a la grada con la idea firme de que la tarde les va a proporcionar material recordable, para bien o para mal. Ganar al "Real Madrid chico" les supone cruzar una línea de percepción: es el puente para aspirar a que algún día -puede ocurrir, ya pasó una vez en los últimos cincuenta años- crucen su camino con el primer equipo. Cada situación tiene su momento. A día de hoy, los jóvenes productos de La Fábrica -cantera imprescindible de clubes de LaLiga- son adversarios directos de un Córdoba que anda lidiando con sus demonios internos. 

Les faltaba el mejor, Sergio Arribas, un chico que ocupará pronto las portadas de los periódicos de la capital. Dicen que no se ha visto nada igual en la cantera desde los tiempos de Raúl González. Sí, el que está ahora en el banquillo del Real Madrid Castilla y que se hartó de firmar autógrafos y hacerse fotos con aficionados merengues en su hotel de concentración en Córdoba. El que tiene su destino marcado como sustituto de Ancelotti. En un filial, lo de ascender tiene otro matiz: es más un asunto de promoción individual que un objetivo colectivo, aunque hablando del Castilla todo toma una dimensión diferente. Quieren subir a Segunda y se les nota. Vaya si se les nota.

El capitán, Javi Flores, salta al campo en el Córdoba CF-Real Madrid Castilla.

El capitán, Javi Flores, salta al campo en el Córdoba CF-Real Madrid Castilla. / AJGONZALEZ

A Germán Crespo le pareció una buena idea zarandear el once con presencias novedosas y ausencias llamativas. Algo había que hacer y el granadino lo hizo. Sacó de la formación a Diarra, atornillado al equipo durante todo el curso, y lanzó a la batalla a la mitad de los fichajes del mercado invernal: Antonio Caballero, Marco Camus y Juan Villar, dejando en la suplencia a Antonio Casas. También regresó Javi Flores, el capitán, y Miguel De las Cuevas se mantuvo en el bloque. Lo que tuviera en la pizarra el granadino se emborronó rápido. En un minuto el escenario se alteró por completo. El juvenil Nico Paz remató de cabeza un saque lateral, el balón se estrelló en el poste y le volvió a caer a los pies. Esta vez la metió dentro. El 0-1 fue un mazazo, pero incluso parecía un buen resultado a los cinco minutos después de que Peter hubiera forzado a Carlos Marín a realizar un paradón, uno más en una jornada laboral a destajo para el meta almeriense. "Si nos adelantáramos en el marcador, el público nos llevará en volandas", expresó Crespo en las vísperas. Pero a menudo la vida va por el lado contrario a los planes.

Fogosidad sin acierto

El Córdoba lo intentó. No se le puede reprochar falta de actitud. Exprimió lo que tiene y llegó hasta donde ahora puede. Le costó reponerse al primer pinchazo, se rehizo tirando de vísceras y llegó a a dar la impresión de poder equilibrar el partido. De una forma deslavazada, a arreones, con Carracedo chocando contra el mundo, Calderón liándose la manta a la cabeza, Puga buscando el uno contra uno y el debutante Villar esforzándose por ofrecer una imagen de luchador impenitente a veces sobreactuada. Esa explosión de fogosidad -vistosa pero temeraria- disparó el ánimo de la grada en torno a la media hora. Parecía que el Córdoba, aunque de aquella manera, renacía. Pero se encontró con un Real Madrid que está alimentado con un gen ganador que se multiplica cuando el adversario le enseña alguna debilidad. Javi Flores perdió una pelota en el área y Peter, después de driblar a Jorge Moreno, batió a Marín para provocar en El Arcángel esos instantes de silencio que hielan la sangre hasta al más bregado de los cordobesistas. La situación era crítica. Hasta que apareció Juan Villar, que insufló esperanzas con un gol que fue un prodigio de habilidad y oficio. En el intermedio, los hinchas resoplaban con alivio. Pudo haber sido peor.

Crespo y Raúl se saludan en el Córdoba CF-Real Madrid Castilla en El Arcángel.

Crespo y Raúl se saludan en el Córdoba CF-Real Madrid Castilla en El Arcángel. / A.J. González

Lo que sucedió después puso a prueba la resistencia del cordobesismo. Entre Marín, el poste, la espalda de Jorge y la falta de tino de los madridistas, el Córdoba se salvó de un descosido mayor. Ya estaba en la pelea Diarra desde la reanudación y a falta de media hora entraron al verde Simo y Casas, los ídolos jóvenes de una parroquia local que alentaba tragándose el pánico. El rambleño salió como un león enjaulado. Trató el Córdoba por todos los medios de darle la vuelta a aquello, pero no hubo manera. Enseñó una cara rebelde, mostró sangre y orgullo. No marcó ni tampoco el Castilla, que también tuvo sus situaciones. Un trallazo de Kike Márquez a la madera alteró el pulso a todo el mundo, con la ilusión sostenida en un golpe de suerte que no se produjo. El Córdoba ha encadenado su cuarta derrota en El Arcángel, en cuyo fondo los hinchas lucían un tifo -"Mi corazón, un piropo"- hecho para la ocasión. Era uno de los partidos del año. Quedan unos cuantos más. Hay vida aún como candidato y ganas de pelear por conservarla. Si lo hacen como en la última media hora, quizá la llama no se apague. 

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