ENTREVISTA | Manuel Román Novillero

«Vivo centrado en el toreo, terminé la ESO y a torear»

«Esto es muy difícil, casi imposible, pero estoy en el camino y tengo mucha ilusión", afirma

En la plaza. El novillero Manuel Román posa para Diario CÓRDOBA.

En la plaza. El novillero Manuel Román posa para Diario CÓRDOBA. / A.J. GONZÁLEZ

Francisco Javier Domínguez

Francisco Javier Domínguez

Manuel Román Álvarez (Córdoba, 2005) ha levantado una importante expectación en el toreo cordobés después de una gran temporada y ya se prepara para debutar con caballos a primeros de 2023. Guarda las manos en los bolsillos de un abrigo tres cuartos verde oscuro como queriendo ocultar uno de los rasgos que indican que es torero. Este joven novillero cordobés, que ha levantado una expectación olvidada en el aficionado de la ciudad, es fino y menudo, pero sus dedos huesudos denotan el trabajo manual con el capote y la muleta.

«Al levantarme corro una hora y entreno de salón, por la tarde toreo de nuevo. Practico en el sótano de casa», afirma. ¿Estudias? ¿Trabajas? «No, vivo centrado en el toreo, terminé la ESO y a torear», explica. Quizá ha visto esa escena de Juncal en la que el torero retirado explica a su hijo que «para ser torero hay que estar ocho horas al día con la muleta en la mano, eso si quieres ser figura, claro está».

Que el toreo es un sacerdocio es una máxima que tiene en Manuel Román un destacado novicio. «He toreado este año 43 novilladas y voy mucho al campo a tentaderos, vivo en torero, porque lo que quiero es mejorar cada día y que el año que viene sea mejor que este», explica este novillero que ya se ha enfrentado a animales diez veces más pesados que él. «Me gusta hacer las cosas despacio, con pureza», afirma quien asegura que «intento buscar en las figuras aquello que me transmite para replicarlo luego en la plaza». Su lidia con el miedo, afirma, «es un reto a superar cada día, con preparación».

"Quiero ser torero desde que me puse delante de una becerra en una comunión"

La imagen de Manuel Román recuerda la de un torerillo de los del poema Arbolé de Lorca. Como el protagonista de una copla, Román se ruboriza cuando se le pregunta si tiene novia: «No he tenido, no la tengo, supongo que en el futuro...». Porque lo que de verdad quiere es que 2023 sea el de su debut con caballos ya que se considera «rodado». De hecho, este año ya ha pisado plazas como Sevilla, Bilbao, Dax o Arlés. «Quizá a principios de temporada, pero ya lo veremos con mis apoderados», expresa. Como avanzó Diario CÓRDOBA, Román ha sellado un acuerdo de apoderamiento con Ruiz Palomares y con el ganadero Juan Collado, míticos mentores de Enrique Ponce. Quizá porque la figura torera de Román y sus expectativas recuerdan a la del maestro de Chivas, estos dos taurinos han decidido apoyar su carrera. Los pasos parecen claros: «Debut con caballos en 2023, pisar alguna importante, seguramente Córdoba, y en 2024 realizar una temporada amplia». Afirma estar vacunado contra el fracaso. «Esto es muy difícil, casi imposible, pero estoy en el camino y tengo mucha ilusión». De momento, ya cuenta con el respaldo familiar, que es clave.

«Quiero ser torero desde que me puse delante de una becerra en la comunión de un amigo, experimenté una sensación única y a partir de ahí me planteé como meta ser torero, no pienso en otra cosa, vivo para esto». Su padre, también Manuel, quiso ser torero. «No se crea, que tenía buen corte», sonríe Román. Pero excepto en este momento de relax, nada parece turbar su relato sobre sus aspiraciones. Si se le pregunta por la música que escucha, cita a Vicente Amigo. «Por puesto, nada de reguetón ni de botellón, tampoco leo mucho; sin embargo, sí que veo muchos vídeos de toreros». Sus referentes: José Tomás, Joselito, Ponce, Talavante… Su diplomacia le hace afirmar que «de todas las figuras del toreo se puede sacar algo». Y más allá de los toros, la caza. Su otra gran pasión. «Me gusta la sierra, si tuviera que elegir un lugar sería la zona de Cardeña», expresa. Sobre el movimiento animalista afirma que «es absurdo, porque no hay respeto, y sin respeto el ser humano no es nada».

Manuel Román remata: «Es imposible que pueda ser amigo quien no respeta mi vida, mis aficiones». Y se queda en silencio para poco después despedirse dando de nuevo la mano firme. Luego la resguarda de nuevo en su abrigo y gira los zapatos --también toreros porque van rematados con unos mosquerillos--, como si inmediatamente después fuera a trazar la cruz sobre el albero.

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