Quedamos con el maestro en Caballerizas Reales, un lugar emblemático de Córdoba, cuna del caballo andaluz. Lo reconocemos de lejos, anda torero, viste torero, se respira toreo del puro, huele a Fino mezclado con el azahar de los naranjos del arco de San Basilio: es primavera en Córdoba. Hemos quedado en este rincón por el que tanto ha paseado el maestro porque ha querido rendir un homenaje a los 100 años de la Fiesta de Los Patios. Gracias a Córdoba Ecuestre por ponerse a nuestra disposición y por contribuir a hacer especial este encuentro. Caballos, flamenco, toreo... forman parte de nuestra cultura y de nuestra historia, pero también de la vida de Finito de Córdoba.

Maestro, en unos días cumple usted 30 años de alternativa.

Casi ná, quien lo iba a decir (risas). Qué bonito, que pase el tiempo y sigamos con la misma ilusión. Al margen de lo que haya podido conseguir o me quede por hacer, de lo que más orgulloso me siento es de haber sido fiel a un concepto, y de todo lo que la vida me ha regalado. Era impensable imaginar cuando comenzaba y soñaba, como todo el que empieza en este mundo, en que llegase ese día tan bonito para todos, que es el día de la alternativa. Después de ese día puede haber muchas cosas, o no, afortunadamente y gracias a Dios para mí las ha habido. Los toros me han respetado, a pesar de que me han castigado también, pero he sido bastante respetado: por la afición, por el público, por los compañeros, por los ganaderos, por todo el mundo del toro, la prensa taurina, para todos tengo palabras de agradecimiento. Estoy muy feliz, para mí era impensable alcanzar esto.

Si usted tuviera que definir estos 30 años en una frase, ¿cuál sería?

Dar gracias a Dios. Estoy muy agradecido a Dios y a la vida; y, por supuesto, a mis padres, a mi madre que me trajo al mundo para poderme permitir haber vivido para llevar más de 30 años disfrutando de la profesión que elegí siendo un niño, con tan solo 14 años. Creo que en esta vida no hay nada más bonito que dedicarte a lo que te gusta y si la vida te lo permite, te da esa oportunidad y encima las cosas te ruedan bien, pues eso es una satisfacción muy grande.

Durante estos 30 años siempre se ha mantenido fiel a su forma de ser y de sentir el toreo, ¿es la fidelidad una palabra que define su vida como torero?

Sí, porque ha habido muchas tardes donde la gente me ha cuestionado que yo no he querido y no se han parado a pensar que a lo mejor no he podido expresarme en ese momento según mi forma de entender el toreo, que es muy diferente. Ha habido tardes que si me hubiese salido de mi concepto y de la forma en la que yo siento el toreo, quizás no hubiera tenido las críticas que he tenido y el público hubiera salido más contento de la plaza, pero me hubiera traicionado a mí mismo y no lo he hecho. Siempre he querido ser yo, ser fiel a mí mismo, asumir y encajar esa bronca, que bien la merecía en ese momento en las tardes menos buenas y no más; al final yo sabía que salirme de mi concepto, de mi camino y de mis ideas, me iba a llevar luego a estar roto en la soledad de la habitación del hotel. No todas las tardes se puede estar a la altura, pero también es verdad que ha habido muchas tardes donde he hecho feliz a mucha gente y yo, con que haya pellizcado un poquito al corazón de todos, ya me siento muy feliz.

¿Cree usted que ha pagado un alto precio por ser fiel a su forma de concebir el toreo?

No, para nada. No, porque con el paso del tiempo la gente me ha ido conociendo y se han ido identificando. Al final el aficionado, mi gente, mi público e, incluso, los que me no quieren me han entendido. Está claro que sí he sentido una exigencia tremenda, pero me ha gustado porque eso siempre me ha llevado a motivarme más, a seguir luchando por corregir defectos, que a día de hoy sigo teniendo, son muchos matices y eso es lo más importante: que nunca se pierda la ilusión por hacer algo, por mejorar y seguir haciendo feliz cada tarde a tu gente.

En muchas crónicas taurinas e, incluso, en las barras de los bares se ha dicho que Finito no tenía ambición ni afición o que la había perdido, que se dejaba ir los toros, ¿cree que se ha entendido su concepto del toreo?

Yo pienso que no lo sentían así, sino que lo creían en ese momento así. Me explico: gracias a Dios, de novillero tuve muchas tardes buenas y estuve en lo más alto; fue tomar la alternativa y acusar el paso del novillo al toro. Entonces, la gente me exigía y todas las tardes querían verme en lo más alto, como lo había hecho de novillero, pero, claro, cualquier novillero que empieza necesita un proceso, un aprendizaje; muy pocos en la historia del toreo han sido los que no han notado ese cambio y se han hecho figuras, y tengo que reconocer que a mí me costó mucho. Tuve que adaptarme y fue un proceso de dos años, dos años y medio; me vino bien para darme cuenta que no todo era como uno pensaba, como soñaba desde que era un niño (pausa). Recuerdo que sin caballos ya desperté en Córdoba un aliciente entre la afición taurina. Me seguía mucha gente y eso fue muy bonito. También fueron dos años para asentar la cabeza por mí mismo y no por la gente de mi alrededor; tened en cuenta que tenía solo 19 años, y ese tiempo me vino muy bien. Han pasado 30 años y hablar de falta de ambición, pues, no me parece justo. Creo que está más que demostrado. Son 35 años dedicado a la profesión, cuatro como novillero y 30 como matador de toros, que va a ser la 31 temporada y en ambición, afición, amor propio, ganas de seguir corrigiendo, de seguir aprendiendo, de alimentarme de cualquier compañero tengo todos los días, no me gana nadie. Voy a los tentaderos con novilleros que aún no han debutado con caballos y soy feliz si les puedo aportar algo, se trata de eso. Sé que hay muchos compañeros que prefieren ir solos al campo, pero a mí me gusta compartir. El toreo ha cambiado mucho, yo llevo casi cuatro décadas en esto. En mis comienzos había toreros a los que no les importaba que yo, como novillero, aunque era un novillero puntero, los acompañara, y eso ahora en muchos casos no existe. Era una época en la que muchas ferias dejaban de dar corridas de toros por dar novilladas, porque estábamos una baraja de novilleros que movíamos mucha gente. Eso era maravilloso, ahora ha cambiado todo bastante.

Finito, en la pista interior de Caballerizas Reales. A. J. GONZÁLEZ

Perdone que insista, como ‘Finitista’ declarada que soy, me dolía bastante eso de la ‘falta de ambición’, ¿se llegó a confundir esa falta ambición que le achacaban con el todo vale?

Nunca me preocupó. Está claro, era como una confusión y era algo recurrente en ese momento, pero no era falta ambición, es que yo necesitaba mi tiempo para adaptarme y ser yo, sin llegar a traicionarme, yo tenía que ir poco a poco y necesité mi tiempo. En tardes menos buenas lo más fácil era etiquetarme con falta de ambición. ¿No se ha preguntado usted que quizás no he podido? Ya llegará el día que pueda, y llegó -sonríe-. Y demostré no solo que sí tenía ambición, sino que era desmedida mi ambición y mi afición. Temporadas de 100 corridas de toros, España y América, con un ritmo tremendo, compartiendo cartel con las primeras figuras, con otros que no lo eran, muchísimos encastes. Era otra época, era un momento dulce y glorioso para la tauromaquia, para nuestro país por el impacto económico, lo que se generaba y las familias que vivían de esto… era algo muy bonito.

En estos 30 años se ha hablado mucho de Finito de Córdoba y de Juan Serrano, pero hay facetas suyas que aún desconoce mucha gente y de las que me gustaría hablar aquí. ¿Qué importancia tiene para usted el campo, el toreo de salón, esa otra parte del toreo con menos bullicio, con más silencio e intimidad?

(Al maestro se le ilumina la cara mientras escucha esta pregunta). Para mí la tiene toda (se hace un silencio), ahí es donde uno da el 100% de su dimensión, de lo que cree que es capaz de dar e incluso mucho más allá de ese 100%. En el campo y en el toreo de salón es donde uno descubre cosas, donde intenta hacer otras muchas que a día de hoy no se han podido llevar a cabo, detalles que tienes en mente, con los que sabes que eres capaz de sorprender a alguien. Al final soy muy básico en la forma de concebir el toreo, no soy muy partidario de los adornos, los respeto y admiro a los compañeros que son capaces de hacerlos con tanta belleza, pero con el paso de los años me he demostrado y he demostrado que, con el toreo básico y fundamental, haciéndolo con pureza y expresión estética he sido capaz de convencer a la gente. También le digo que no es lo mismo tratar al torero en la plaza que en la intimidad; el traje de luces nos responsabiliza mucho, el miedo nos invade, la presión, ¡nos vamos a jugar la vida!, no dejamos de hacerlo en el campo, pero es un espacio más íntimo, donde estamos más relajados y donde se puede conversar más.

¿Y el toreo de salón?

El toreo de salón es mi verdadera pasión. Además, creo que es fundamental para perfeccionar. En muchas ocasiones, incluso, me he dejado llevar por la fantasía y el romanticismo, que hace que lo expresemos de una manera irreal porque eso no se le puede hacer al toro, pero viene bien por ejercitar el cuerpo, la cintura y por la rotación que lleva el propio muletazo o lance. Si eres capaz de torear de salón asimilando el trazo al de la plaza... Además, me parece fundamental para tener el peso del capote en la mano, me pasa muchas veces que me cambian el capote y la muleta y solo por el tacto sé cuál es -se sonríe-. Eso es muy bonito, cómo nos identificamos con nuestro propio capote o muleta. El toreo de salón me parece un mundo apasionado. Cuánta gente mía, que me quiere, desconocen esa faceta, de verme torear de salón, porque al final en el campo te ven por las redes y los medios, pero de salón. He toreado de salón a la orilla del mar, en la plaza de Capuchinos… yo eso no lo cambio por una tarde de éxito, y lo digo como lo siento, y mira que he tenido tardes importantes y he cuajado toros en ferias importantes, pero yo no cambio un momento así de intimidad, y mira que es bonito cortar orejas, el éxito, la gente, la adrenalina, la pasión de los tendidos, pero me quedo con la intimidad del toreo de salón en silencio o el sonido del mar, el silencio de nuestra Córdoba de noche con la luna por testigo, torear en el campo, eso es algo único.

Dicen que no se ha visto torear si no has visto al Fino torear de salón o en el campo…

Risas.

¿Un ole ronco en el silencio mientras torea de salón o una plaza abarrotada gritando ole?

Me gusta todo, me he alimentado de todo. Pero tenemos nuestras preferencias, nuestros caprichos y nuestra forma de sentir el toreo hace que tengamos preferencia por un tipo de plaza, de público, de encastes, de colores de trajes de torear. Siendo toreros, ¡qué distintos somos todos! Creo que no existe una plaza y un toro, en cualquier lugar, Carmen, te embiste un animal y te hace sentir torero. En la plaza más pequeñita, un toro te devuelve la ilusión y el sitio, eso me ha sucedido, por eso estoy muy agradecido al pueblo, a nuestras raíces, algo que habría que defender, pero, lo que es más importante, deberíamos de enseñarla, sólo así se defenderá así misma. Al final, el toro, el flamenco, es nuestra cultura, está tan arraigado a nosotros que es absurdo todo lo que se escucha y lo que estamos viviendo.

Siempre ha hablado usted muy claro…

Siempre lo he hecho, desde que era un niño, nunca me ha importado, y estoy muy agradecido porque hablando tan claro y que hayan seguido respetándome es importante para mí. Es verdad que me lo he podido ganar en el ruedo, pero también ha habido compañeros que lo han merecido y no han hablado tan claro como yo y han contado conmigo y no con ellos. Hay que ser agradecido siempre. Sí es verdad que hay cosas que han pasado factura; yo di unas declaraciones en Bilbao y no volví a torear hasta 12 años después. Realmente volví a los 11 años a dar una conferencia donde conté lo que había pasado, lo conté como fue. No entiendo que se me vetara por lo sucedido cuando realmente ni la afición sabía por qué se me puso ese veto. Se lo explico: se estaban infiltrando a los toros y los profesionales veníamos todo el año hablando de ese tema en el callejón, lo estábamos sufriendo muchísimo, las reacciones de los animales no eran naturales, sus miradas no eran normales, no sangraban, la sangre se cuajaba y un día iba a suceder una desgracia. Era un mes de agosto, donde yo ese día daba la alternativa a Javier Lara, y nos encontramos con algunos animales con un comportamiento…, como el que me tocó a mí, y dije: ya está bien. Aproveché que estaba Canal Plus, la corrida de los hermanos Lozano y los Chopera por medio, ¡eh! Y lo que vine a decir, lo dije en Bilbao y no en un pueblo.

Los poderes fácticos del mundo del toro en ese momento.

Eso es, pero es que luego me reconoce la propia empresa que había infiltrado a un toro por la mañana porque tenía un problema articular. ¡Cuéntenlo y díganlo y no me veten! En la vuelta a Madrid en coche recibí 25 llamadas de compañeros, ganaderos, etcétera; mi contestación era que no me felicitaran, que hicieran ellos lo mismo... hablamos del año 2000 y poco. Ya me habían demostrado un tiempo atrás que no había unión entre los toreros; en ese momento me lo volvieron a demostrar, pero es que muchos años después lo siguen demostrando. Ahora ha llegado una maldita pandemia y podíamos haber aprovechado para solucionar muchas cosas, pero aquí no se ha hecho nada, por eso me habéis escuchado decir que a mí no me representan equis señores, porque ellos son una minoría.

Finito de Córdoba mira al cielo. A.J. GONZÁLEZ

Maestro, malos tiempo para el toreo.

Somos 200 matadores de toros, yo sé que los que van a representarnos son una minoría y solo defienden sus intereses; otra cosa es lo que cuenten luego, que quieren defender la tauromaquia. La tauromaquia no se defiende así, se defiende con transparencia y verdad, poniendo todo sobre la mesa y buscando soluciones, y que lo sepa el aficionado que se sienta en un tendido y paga una entrada. No entiendo que un empresario diga que ha perdido la tarde porque un compañero se ha llevado toda la taquilla y deja sin sus honorarios al resto de compañeros y un ganadero, eso no es justo. Ya no hay sponsor que quieran financiar espectáculos taurinos por la crueldad; gracias a la televisión, medio se sostiene. Reestructuremos esto, lo que pasa es que a unos pocos no les interesa.

¿Qué está pasando para que todo haya cambiado tanto en tan poco tiempo?

Nos hemos dejado ir porque somos un desastre. Aquí termina la temporada, el invierno es muy largo y, ahora, más que nunca, porque América está muy limitada, ya no por la maldita pandemia, sino de antes ya estaba mucho más limitada que cuando yo empecé y eran pocos los matadores de toros españoles que nos representaban allí, cuando hace 15 años éramos muchos más. Se han reducido festejos, se han cerrado plazas… Lo que está pasando es que siempre hemos pensado que estábamos por encima y los toreros somos personas que cuando nos quitamos el traje queremos tranquilidad, vivir la intimidad, nos quitamos de en medio, de todo, como que nos cuesta estar y hemos descuidado mucho el estar, y de eso yo me he dado cuenta con el paso del tiempo. Hay que estar y debemos sentirnos obligados a estar. Yo reconozco que me cuesta estar, pero cuando estoy soy un tío cordial y social, y la gente se muestra muy receptiva y le gusta que le cuentes cosas de tu profesión y es bueno transmitirles los valores de la tauromaquia. Es como cuando hicimos lo del colegio de tus niños, fue una experiencia preciosa; esos niños, con lo pequeños que eran, las preguntas que hicieron, los trabajos que me tenían preparados, cómo jugamos al toro y seguro que muchos llegaron a su casa jugando al toro… pero hoy, eso, siete u ocho años después, es impensable, no nos dejarían hacerlo. La tauromaquia se ha politizado, cuando es un arte que siempre ha sido del pueblo y no de la política. Todos los partidos deberían sentirse responsabilizados y apoyar la tauromaquia y todas las tradiciones. Que sea la gente quien decida, en libertad, dónde quiere ir o no y qué aficiones o no inculcarles a sus hijos. No se les puede olvidar a todos los partidos que somos cultura, con mayúscula, y el que diga que esto no es cultura, no está informado y es un ignorante. Antes de opinar que se informen y no tengan la osadía de decir cosas que no son verdad y, por otro lado, una parte de la sociedad que se deja llevar y nosotros, los taurinos, no hemos hecho nada porque pensábamos que esto nunca se iba a acabar y ¡mira cómo estamos!, pero no por los antitaurinos ni por la pandemia, sino por los que estamos dentro.

Entonces, ¿cree usted que el mundo del toro no ha sido capaz de transmitir los valores de este arte y eso ha afectado a que los niños del siglo XXI ya no se sientan atraídos por los toros como los que nacimos en el siglo XX?

Es evidente que la crueldad existe en este espectáculo, tenemos que reconocer que es una profesión cruel, pero no solamente para al toro, es que delante del toro hay una persona que se juega la vida. Es verdad que una parte de la sociedad prefiere ver morir a una persona que a un animal, se está humanizando al animal en perjuicio de la persona y eso no es bueno y lo peor es que no estamos haciendo nada. Sería tan sencillo como llevar a los niños al campo a que vean cómo vive un toro, las familias que viven de esto, cómo cuidan las dehesas. Solo se sacrifica el 10% de las cabezas de ganado bravo de una ganadería. Es absurdo lo que está pasando, pero desgraciadamente todo se ha politizado y como tal contamos con la ayuda del Gobierno que es quien tenía que ser claro también, pero muy claro, y tendría que decir hasta aquí hemos llegado, el que quiera ir a los toros que pueda ir libremente y disfrute de sus pasiones. Soy una amante del fútbol, pero ¿y lo que se escucha en un partido de fútbol, qué pasa? En una plaza de toros la gente es pacífica, incluso abroncándote es pacífica y educada, pero en un campo de fútbol o en algunos conciertos se viven situaciones mucho más crueles. No es comparar, ¡eh!, es decidle a las autoridades qué pasa aquí.

Maestro, usted no es un torero de estadística, pero tiene en su haber unas cifras que envidiarían muchos deportistas de élite. Además, su nombre quedará escrito en algunos momentos importantes del toreo al ser el torero que ha lidiado el primer toro en la era covid.

Fue un poco atípico, extraño. Por un lado, la satisfacción de decir voy a ser el primer torero que lidia a un animal después de…, pero seguimos sufriendo tanto, ha habido tantas pérdidas que, al final, sinceramente, Carmen, quien me conoce sabe que tampoco le doy yo la importancia que le hubiesen dado otros compañeros, ya me conoces. Nunca he sido un torero numérico, me tocó a mí y ya. Me quedo con la felicidad de estar y de que las corridas de toros volvieran a celebrarse, pero a la vez fue raro: las mascarillas, esa distancia en el patio de cuadrillas, la distancia de seguridad, esos tendidos…un poco descolocado, porque dices... y a partir de ahora qué, qué va a suceder. Sinceramente no lo recuerdo como algo grato. Quedará ahí para los anales de la historia, quedará mi nombre escrito ahí, pero desgraciadamente no son las páginas en las que me gustaría figurar por toda la tristeza que seguimos teniendo.

Cambiamos de tercio, hablemos de Córdoba.

Uff (Al maestro se le ilumina la cara solo con escuchar Córdoba, se sonríe y se emociona).

Finito de Córdoba, en un contraluz. A. J. GONZÁLEZ

No dudó en llevar el nombre de Córdoba por todo el mundo, cuando muchos le recordaban, con cierta ironía, que había nacido en Sabadell.

Mis raíces son cordobesas. Mi mamá de Guadalcázar, mi padre de La Carlota, abuelos, bisabuelos. Mi familia entera es de Córdoba y yo me siento cordobés, con mucho orgullo. Está claro que Barcelona me ha dado mucho, nací allí, me crié allí, y he vivido allí hasta los 14 años que decidí venirme, pero dejé amigos, las vivencias de mi infancia y eso es muy bonito. Recuerdo como un cuento, y se lo cuento a mis hijos, cuando yo iba a la Monumental. Con 14 años decido dejar de estudiar e irme con mi padre a la construcción; es un trabajo duro y yo le decía que no me pagase el mes, que guardase ese dinero que buenamente me ganaba en la construcción para cuando llegase la hora de podernos desplazar para ir al campo a tentar o bajarnos a Andalucía que lo utilizase, y así estuve dos años, poniendo suelos, abrillantando, puliendo, poniendo cerámica, una experiencia muy bonita también y me parece un trabajo maravilloso. De no haber tenido suerte en el toreo, quizás me dedicaría a la construcción. Me encantaba el fútbol, es mi profesión frustrada. Recuerdo los domingos cuando despertaba a mi padre de la siesta para que me llevase a la Monumental -se para con la mirada perdida en el recuerdo-, agarrado en esa reja de la capilla, donde corrían esa cortina en terciopelo burdeos cuando llegaban los matadores de toros y el señor que había allí, con su gorra roja, le preguntaba, pero nunca me dejó entrar, nunca visité la capilla, pero veía las imágenes muy rápidas y me quedaba yo allí agarradito, era un niño. Los acomodadores, los de las mulillas, los caballos cuando había corrida de rejones… recuerdo todo lo que he vivido en la Monumental de niño como algo precioso, y quién me iba a decir a mí en ese momento. Mi paso por Isla Fantasía, el parque acuático más grande que había en Europa, donde había una plaza de toros preciosa, donde hicieron un concurso de noveles de todas las escuelas taurinas de España, donde nos juntamos unos pocos que con el paso del tiempo hemos coincidido en algunas plazas. El primer año quedé octavo; al siguiente, en segundo lugar y el tercer año, con 16, lo gané. Me dieron 250.000 pesetas y nos fuimos a Madrid a comprar un capote y muleta nuevos y un traje. Era muy bonito, esos principios fueron maravillosos. Mi padre, su ayuda, cómo me apoyaba, el cariño de una madre y el respeto, la pobre decía: «Bueno mi hijo quiere ser torero». «¡Que estáis locos!», nos decía. Mi padre siempre decía que sacaba un torero o lo alquilaba, es un apasionado de esto. Mi hermano quiso ser rejoneador, pero no tuvo suerte y mi padre seguía apostando por mí, a pesar de la decepción con lo de mi hermano, fue un gasto muy grande, ya sabes lo que cuesta una cuadra; teníamos como siete u ocho caballos. Son historias muy bonitas. ¿Quién me iba a decir a mí que volvería a la Monumental y que iba a ser una de mis plazas talismán, con 38 paseíllos, 9 o 10 puertas grandes, un toro indultado, el rabo de novillero, tantas y tantas cosas? Te cuento todo esto porque estoy muy agradecido a ambas aficiones, porque nací en Barcelona, pero sintiéndome cordobés ambas aficiones se han tenido el máximo. Cuando he ido a Barcelona se han entregado conmigo y han aprobado que yo haya decidido llevar el nombre de Córdoba en los carteles, se han apasionado conmigo y me han respetado. Y Córdoba, pues sobran las palabras, basta con decir que me siento muy orgulloso y muy feliz de llevar a Córdoba por todo el mundo, paseándola durante tantos años, y lo que me ha dado Córdoba, lógicamente. Se me ha exigido como al que más, se me ha exigido mucho, pero claro, lo que aquí he realizado ha sido mucho, los amigos, la gente que tengo en Córdoba, mi gente, pues noto que se me quiere y para eso no hay palabras de agradecimiento.

Es usted de los que se enfunda su gorra y le gusta disfrutar de Córdoba en el silencio de sus calles y la intimidad que nos regala la noche.

Sí, me encanta. Está claro que nos debemos a un público, y yo en un momento, hace 30 años, considero que fui un ídolo de masas. Ahora es verdad que la sociedad ha cambiado mucho, ya no hace falta tanto la gorra, basta ir con mis hijos por Córdoba y mi niña, que es mucho más sociable y simpática que el padre, va saludando a unos y otros de una manera que me hace sentir raro, porque yo soy quien soy y estoy donde estoy y resulta que la conocen a ella más que a su padre. (Risas). Noto que ya paso desapercibido por muchos sitios, es decir, pasan los años y te das cuenta que aquí pasa algo y no porque yo quiera volver atrás, no, no, sino que me gustaría que la gente se fuese identificando con lo que es el mundo de la tauromaquia.

Maestro, ahora toca hablar de la Señora de Córdoba, la Virgen de los Dolores.

Bueno, yo soy muy claro, soy muy devoto de la Virgen de los Dolores, pero no me olvido del Caído, el Cristo de los Toreros, es mi Cristo, pero eso no significa que tenga que salir todos los años detrás de Jesús Caído y entiendo al que piense que eso debe ser así, pero no es mi forma de ser y pido el mismo respeto que yo les tengo a ellos. Yo he salido un solo año detrás del Caído y lo hice junto con Chiquilín, y era tanta la expectación que había en ese momento que el protagonismo era Chiquilín y Finito y firmé quinientos mil autógrafos; al terminar se lo dije, una y no más porque yo no entiendo eso así, y no he vuelto. Eso sí, todos estos años he estado siempre el Jueves Santo viendo al Caído por las callejuelas de Córdoba. Y mi Virgen de los Dolores, soy muy devoto de ella, es una hermandad a la que quiero muchísimo, donde se me ha respetado siempre, todos mis trajes de torear están bendecidos y pasados por su manto, encomendarme a ella me llena de seguridad, me da paz, tranquilidad, su mirada, sus lágrimas a mí me impresionan muchísimo, y qué bonito que se haya hecho un ritual, cada vez que voy a estrenar un vestido de torear, que han sido muchos, si no mal recuerdo han podido ver 120 trajes, lo paso por su manto y eso es muy bonito. Pero en cambio, curiosamente, he salido con cubre rostro con la Esperanza de San Andrés, tras una llamada de la directiva, y no pasa nada, porque se trata de eso, Córdoba unida. Yo soy muy claro y digo cuál es mi pasión y mi devoción por la Virgen de Los Dolores, pero eso no quita que me encomiende a otros muchos, y mi Caído lo llevo muy adentro y la Esperanza la llevo, y ese Gitano que me parece espectacular de bonito. Fui pregonero de la Semana Santa de Córdoba y me pareció un acto maravilloso; no volveré a hacer algo parecido nunca. Si en la plaza, Carmen, paso miedo, imagínate qué no pasé ese día, con mil personas detrás de algo oscuro, veía solo a las dos primeras filas. Me sentía examinado y que me estaban mirando con lupa.

Arriesgó usted mucho ese día.

Sí, pero eso no me preocupó, porque vivo permanentemente con el riesgo. Los puristas de la Semana Santa me paraban por la calle y me decían: «A ver qué va a pasar, ¡eh!». Tenía presión y responsabilidad por no tener facilidad de expresión, que durante 50 minutos hablando en público la mente no estuviese equilibrada. Fue una experiencia muy bonita, pero no voy a repetir, me han llamado para dar pregones taurinos y he dicho que no. Estoy muy agradecido a todas las personas que colaboraron conmigo en la preparación del pregón, Juanjo, José Luis, Luis Arroyo, Santiago Góngora, personas que siempre han estado ahí apoyándome en estos momentos. Tuve que compaginarlo con la preparación para mi corrida de Fallas dos días antes; iba al campo y por la noche preparaba el pregón. Me hizo mucha ilusión ver al obispo, porque finalicé el acto de una forma muy especial cuando Juan de Juan metió las piernas, el bailaor, el sonido tan melódico de El Morao, presenté por primera vez mi altar, mi capilla, nunca la había enseñado públicamente, es para mí algo muy íntimo. Me representaron en el escenario lo que tantas noches he hecho con la luna llena en la Plaza de Capuchinos ante nuestro Cristo de Los Faroles, que es torear de salón. Fue la mejor manera de dar las gracias a todos los asistentes y a Córdoba.

Juan, para que los lectores lo conozcan un poco mejor, ¿qué significa para usted la familia?

Eso es lo más importante para mí porque desde que empecé siempre he contado con su apoyo incondicional. La pasión desmedida por hacer un torero y por ayudar a un torero de mi padre; lo ha hecho conmigo y lo volvería hacer mil meses, porque es su forma de ser y nos lo ha demostrado. Sin olvidar, los valores que nos ha transmitido de la vida: la lucha, el sacrificio, la constancia, el trabajo. Mi padre ha sido un gran trabajador y siempre sacaba tiempo para nuestro ocio, que era el toro. Mi madre, la mujer más buena no puede ser; si una mujer hay buena en el mundo..., y dicho por muchos; yo soy su hijo, qué no voy a decir de ella. Ella estaba asustada, con mi hermano no había habido suerte, decía que estábamos locos, pero agachaba su cabeza y acabó diciendo este niño va a acabar conmigo. Ahí está con 77 años, disfrutándome y muy orgullosa de su niño. Es la felicidad personificada, ver a mi madre triste es muy difícil, lo sufre, pero es muy dura. Y luego el apoyo de mis hermanos, que deciden venirse aquí por mí y dejar toda su vida allí, a sus amigos. Taly, que estuvo conmigo acompañándome; al final ha terminado haciendo lo que más le gusta, sus caballos, ha montado su hípica en Barcelona. Meli está aquí. Todos hemos creado una familia y ese al final es el momento más importante de la vida. A los padres se quiere mucho y a los hermanos, pero cuando conoces a la mujer de tu vida, te casas con ella y te da a lo que más se quiere en este mundo..., como me decía mi padre: hasta que no tengas a tus hijos no vas a saber lo que se quieren. Pues qué voy a decir tanto de Lucía como de Juan Rodrigo, es algo maravilloso y yo soy muy niñero y en los años de las cien tardes, dormiría menos, pero iba a verlos siempre que podía; tenía la satisfacción de que lo que yo estaba haciendo era por ellos, eso no me lo quita nadie. Y, por supuesto, el respeto de Arantxa. Al final la pareja se trata de eso, de buscar el equilibrio, no ser igual sino complementarse, lo que le falta al uno lo pone el otro y viceversa, y ese es el éxito y la clave de poder celebrar este año los 20 años de casados y los 30 de alternativa. Una vida juntos donde hemos formado una familia y muy orgulloso de ellos y ellos de mí, porque lo han disfrutado y lo siguen haciendo y Arantxa igual, se le nota y lo más bonito e importante es que desde un principio yo le dije que ninguna persona, por mucha confianza que tengas, se puede sentir con la autoridad de decir: hay que dejar esto. Eso se quedó claro desde un principio, descubrió mi pasión, cuál es mi afición, mi vida y mi vida sin el toro no la puedo imaginar; me vaya mejor o me vaya peor, con más suerte o menos, porque he vivido muchas situaciones, pero el toreo es una forma de vida, mi forma de vivir. Ojalá que Dios nos siga dando salud, que los toros y la vida nos respeten para seguir disfrutando, no sé cuántos años en activo, pero yo sé que una vez que no esté en activo tengo que seguir toreando de alguna manera, es mi forma de vida, sin el toreo… no lo quiero ni pensar.

Finito de Córdoba posa junto a un caballo.

Finito de Córdoba posa junto a un caballo. A.J. GONZÁLEZ

Si comparo su vida con una mesa, creo que tiene cuatro patas: el toreo, el campo, la familia y la amistad.

Así es, soy hombre de pocos amigos, esa palabra es para mí muy importante y catalogar de amigos a personas es algo que guardo para unos pocos. Amigos míos sois muy pocos, tú eres amiga, porque eres amiga de la familia, nos conocemos desde hace muchos años, porque me has demostrado ser amiga y como tú, nombrarlos ahora… no quiero dejarme a alguno, se pueden nombrar, tú los puedes nombrar, y qué bonito que entre vosotros os conozcáis. Soy un hombre de pocos amigos, pero los que tengo sois muy puros, sois muy de verdad. Tengo muchos conocidos, esta profesión tiene eso y gracias a Dios se me han puesto en el camino a cientos de personas buenas, pero de eso a llamarlo amigo. Y hay amigos con los que no hablamos en mucho tiempo, porque es mi forma de ser, porque soy como soy y no tengo por qué hablar todos los días. El amigo es el que sabe que uno está ahí para cualquier cosa y que en un momento puntual te encuentra, para desahogarse, para contarte penas o alegrías, pero uno elige quién es su amigo, no te lo imponen; tengo muy buenos amigos, me siento orgulloso de la gente que tengo y no me ha hecho falta buscar en la élite, no me hacen falta jet privados o yates, por un amigo me voy en avioneta si hace falta, o me compro una barca, la inflo y me pongo a remar. Quienes me conocéis sabéis que soy igual de feliz, porque esta vida de torero, tanto fuera como dentro de la plaza, me ha puesto muchas cosas en el camino, cosas que he experimentado, que he vivido; he conocido mucha gente, personalidades, me he alimentado de todos ellos.

Sus amigos dicen: «Lo que ha unido el Fino no lo separa nadie».

Sí, fíjate, yo soy así. Mira el caso de Vicente Amigo, en el año 90 me presenta su música, terminaba temporada en Fuengirola después de 84 novilladas, un 6 de octubre, recuerdo llegar a casa y poner en el tocadiscos, jajaja, su música y me puse a torear de salón, y quién me lo iba a decir tantos años después, y la amistad que tenemos con el paso del tiempo, y no hablamos mucho, pero yo sé que él está ahí. Su música está en mi corazón. Después también es verdad que soy como soy, que hablo de mis amigos, pero soy un desastre, que luego no aparezco, pero es que hay días que yo no quiero ver ni a mi sombra. Me gusta mucho la intimidad, pero también es verdad que cuando aparezco estoy y me gusta ser feliz ese momento, ver a la gente sonreír, pero soy bastante despegado, incluso con los míos, con los más cercanos. Vivo en un mundo con mucha presión, de mucha constancia, es difícil de explicar.

Por ir cerrando, que sé que tiene otros compromisos. El 16 de mayo torea en Los Califas, una fecha importante, el año de su 30 aniversario de alternativa, en una pandemia mundial...

Hay que estar agradecidos a la empresa, ya no solo por haberme contratado, sino por la feria que ha confeccionado y Córdoba tiene que estar orgullosa porque me parece una buena feria. Son tres festejos y en los tiempos que corren son los mismos festejos que en años anteriores sin pandemia y unos carteles muy rematados. Yo no soy supersticioso, soy más maniático, pero es un día muy importante en mi carrera, con toda la ilusión, como si fuera mis inicios, pero a mí no me gusta celebrar antes de, yo cumplo el día 23, pero nos hemos querido adelantar por los patios. Nunca había toreado en esa fecha, lo había hecho un Domingo de Ramos, en la feria de septiembre, pero nunca antes de la feria. Dejamos una puerta abierta, Dios quiera que la tarde se dé bien.

Maestro, conociéndolo, seguro que ya tiene en mente algo especial para ese día, un detalle que le hará tener presente aquel 23 de mayo de 1991 en la plaza de Los Califas.

Bueno estoy ilusionado con el vestido que puedo estrenar, el color, el bordado, eso es algo que siempre me ha ilusionado. También será importante la gente que voy a tener cerca: mis amigos de tantos años, la familia, mi gente, acordarnos de los que ya no están y que nos verán desde donde estén, que los tenemos muy presentes. Va a ser bonito, a pesar de la situación que tenemos y de que esta maldita pandemia no nos va a permitir ver esos tendidos como deseamos, pero creo que el rugido del ole de esa tarde va a ser muy especial. Dios quiera que la corrida embista y que José Antonio también tenga suerte y demos la tarde de toros que Córdoba y la afición merecen.

¿Qué le diría usted a Córdoba?

Que los quiero, que Córdoba se quiere, que se quiere y que se me quiere; siento que me quieren a pesar de. Incluso esos que no, muchas tardes me han demostrado que sí. Al final se trata de eso, de compartir un rato de tertulia con ellos sabiendo que no son Finitistas, pero al final se debaten las cosas y en una buena tarde se levantan, y los tuyos, pues que son únicos, me lo han demostrado tanto tiempo y no solo en los momentos de felicidad, sino también en los más difíciles, que es cuando tienen que estar, y no un año, sino uno, otro y otro, y así hasta 30. Me siento único y me lo hacen sentir los propios compañeros al decirme hay que ver tu gente, qué fidelidad a un torero y con qué respeto nos tratan al resto.

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Maestro, mucha suerte y muchas gracias por ser y, sobre todo, por estar.

Muchas gracias, nos vemos el 16.