Opinión | Con permiso de mi padre
Grupos y grupitos
Dicen que los grupos de WhatsApp los carga el diablo; yo creo que simplemente son un mal necesario que hay que saber gestionar para que no te arruinen la vida. Se habla mucho de los de padres del cole, con sus mensajes interminables y repetitivos («gracias, que se mejore, gracias, que se mejore...») que no aportan nada más que ruido. Es una etapa vital que hay que quemar y salir de ella cuanto antes, a ser posible sin llegar a las manos con nadie. También hay ejemplos de antiguos alumnos que intentan una quedada para celebrar los 20 ó 30 años desde que acabaron el bendito COU, y acaban tarifando unos de otros por antiguos resquemores que reviven y se hacen presentes con el pretexto de elegir carne o pescado en un ágape que, afortunadamente, no llega a celebrarse nunca.
¿Y qué pasa cuando un mensaje aterriza en un chat en el que no tendría que haber aparecido nunca? Pues que se lía, ya les digo yo que se lía. Y no hay que olvidar que tras cada grupo hay varios subgrupos que van comentando entre unos pocos lo que no se atreven o no quieren decir en general, normalmente porque se trata de poner a parir a algunos de los componentes. Y así van aumentando las pandillas hasta que, como decía aquél, acabas teniendo en el móvil más grupos de WhatsApp que contactos.
Pero, reconozcámoslo, todos necesitamos ser parte, ya sea o no en WhatsApp, no sé si porque estamos condicionados o porque nos han enseñado a refugiarnos en ellos: patria, partido político, equipo de fútbol... con sus correspondientes banderas, himnos y mandamientos. Esta pertenencia es cómoda, porque te permite identificarte con unos que a la vez te asimilan de los suyos, lo que te da seguridad, es confortable, placentero e irresponsable, porque la responsabilidad individual es muy incómoda.
¡Y es tan fina la línea que separa la pertenencia al grupo del mero sectarismo de forofo! «Los míos no roban, los tuyos sí; pero si los míos alguna vez lo hacen, es porque ya les tocaba, no como los tuyos, que lo llevan haciendo de siempre». No, lo siento, pero masa y pensamiento crítico son incompatibles. El pensamiento no puede ser, por su propia esencia, colectivo; o es individual o no es pensamiento. Es más incómodo, desde luego, pero es que si es cómodo tampoco es pensamiento crítico. Si crees que el grupo al que perteneces siempre tiene razón, eres imbécil; y si crees que, al fin y al cabo, es «mi grupo, mi gente, donde pertenezco, y ahí sigo, con razón o sin ella», eres peor que imbécil. Y no sé en qué momento he dejado de hablar del WhatsApp...
*Periodista
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