Opinión | bajo la lupa

El polen como clave en la identidad de la miel

El Parlamento Europeo obliga a indicar en las etiquetas de la miel el país de procedencia y el porcentaje de mezcla

Recientemente hemos recibido la buena noticia de que el Parlamento Europeo obliga a indicar en las etiquetas de la miel el país de procedencia, así como el porcentaje de mezcla y el listado de países, en caso de que esto ocurra. Esta decisión surge debido a la importación creciente de mieles de países donde no existen exigencias mínimas de pureza y calidad. Estas mieles pueden comercializarse a nivel local, poniendo en peligro la supervivencia de nuestros apicultores, que dedican gran esfuerzo al cuidado de las colmenas y a la calidad de nuestra miel.

El proceso de «fabricación» de la miel se basa en una «ingeniería de trabajo colectivo» llevada a cabo por ciertas abejas melíferas que trabajan de manera precisa y segura. Estas abejas pertenecen al género Apis L., de origen asiático, siendo solo algunas de ellas comercializadas. La abeja melífera europea es Apis mellifera’L., del latín «apis» (abeja) y «mellifera» (que porta miel). Las colonias de abejas se organizan jerárquicamente en tres castas: una reina, hembra fértil cuyas funciones son la puesta de huevos y mantener la cohesión de la colonia; las obreras, hembras infértiles con una enorme carga de trabajo en distintas tareas fundamentales para la vida de la colmena, llegando al punto de que, aun siendo infértiles, tienen la posibilidad de producir huevos en caso de orfandad por la muerte de la abeja reina; y los zánganos, individuos masculinos que se originan de huevos no fecundados (haploides), cuya tarea es fecundar a la reina y mantener la temperatura de la colmena. Estas colonias están formadas por individuos interdependientes, creando un sistema integral donde la cooperación es esencial para su vida.

Por lo tanto, son las obreras las abejas implicadas en la producción de miel, pero ¿cómo lo hacen? Se trata de un trabajo colectivo entre el insecto y la planta. La planta produce néctar en sus flores como atractivo para la alimentación de la abeja. Sin embargo, el néctar suele estar localizado en un lugar profundo de la flor, obligando al insecto a penetrar para chupar el néctar mientras el polen que se forma en las anteras queda adherido al insecto. De esta forma, la planta asegura el transporte de su polen y, por tanto, la polinización cruzada, cuando la abeja visita otros individuos de la misma especie. Al parecer, los insectos suelen encontrar placer al tomar el néctar de una determinada flor, por lo que tratan de visitar individuos de la misma especie por los que se sienten atraídos. Las abejas almacenan el néctar en un «segundo estómago» durante sus visitas y lo transportan a la colmena, donde otras abejas obreras se implican en la producción de miel. La miel contiene el polen que quedó adherido a las abejas durante su viaje y, dado que suelen visitar individuos de la misma especie, el polen se considera como una huella dactilar para determinar el origen de las mieles, tanto botánico (por ejemplo, miel de romero, de brezo, etc.) como geográfico, al considerar las áreas de distribución de las especies.

Los granos de polen desempeñan un papel fundamental en la reproducción sexual de las plantas, transportando los gametos masculinos a las estructuras reproductoras femeninas para lograr la polinización y fecundación. Por lo tanto, el polen cuenta con una capa externa muy dura, la exina, que ofrece protección cuando se expone a condiciones ambientales adversas. La exina tiene una morfología muy variada, adaptada a su forma de dispersión. En el caso de las plantas melíferas, ésta debe ser suficientemente rugosa para que el polen quede adherido al pelaje y piel del insecto. Además, la exina cuenta con aperturas que dan salida al tubo polínico, facilitando la fecundación; el número y forma de aperturas son variados y característicos del tipo de planta. Por lo tanto, la forma del polen, su tamaño, ornamentación, aperturas, además de otras características que lo definen, permiten su identificación taxonómica a través de la microscopía óptica. La Palinología, ciencia dedicada al estudio del polen y esporas, y la Melisopalinología, su rama específica para definir el origen botánico y geográfico de las mieles, son claves en este contexto. Por este motivo, gracias a la reciente decisión tomada por el Parlamento Europeo, espero que a partir de ahora se preste la atención que merece a esta ciencia, presentando al polen como una huella dactilar y ofreciendo la garantía de calidad de nuestras mieles.

En conclusión, este viaje fascinante a través de la cooperación entre abejas y plantas revela el papel crucial del polen como indicador de autenticidad en nuestras mieles. La ciencia y la legislación se unen para preservar la calidad y la identidad de este preciado producto, subrayando la importancia de cuidar de nuestras colmenas y de comprender la maravillosa sinfonía entre la naturaleza y las abejas.

* Catedrática de Botánica, Universidad de Córdoba

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