Opinión | Tribuna abierta

Las alergias, en aumento

Las precipitaciones abundantes han traído consigo un despliegue temprano de flora

La primavera se ha iniciado con una Semana Santa inusualmente lluviosa, brindando alivio en regiones afectadas por la sequía. Sin embargo, las precipitaciones abundantes han traído consigo un despliegue temprano de flora, tiñendo nuestros paseos urbanos con colores y fragancias vibrantes. Este cambio abrupto en el ciclo vegetal, impulsado por la disponibilidad de agua y la calima, ha desencadenado un adelanto en la floración de muchas especies, mientras otras aguardan condiciones más propicias; diferentes respuestas, a veces difíciles de predecir, a los nuevos cambios.

Este temprano desarrollo floral no solo despierta interés y curiosidad a los observadores, sino que también despierta preocupaciones para quienes sufren alergias primaverales. El polen liberado por las plantas durante este período, aunque representa una fracción minúscula de las partículas biológicas en el aire, desencadena reacciones alérgicas en individuos sensibles.

El polen, portador de gametos masculinos en el proceso de reproducción vegetal, es transportado principalmente por el viento en especies anemófilas, como ejemplo, ciertas gramíneas y el olivo. Este método de polinización, si bien eficaz, genera grandes cantidades de polen disperso en el aire, desencadenando respuestas alérgicas en los humanos. La mayor parte de los alérgenos polínicos, son, en realidad, proteínas de reconocimiento de las estructuras reproductoras femeninas. Este reconocimiento se realiza gracias al contacto con un medio hidratado, con cierta mucosidad, que permita la liberación de proteínas (alérgenos) y, en caso de ser posible, completar el proceso de polinización y fecundación.

La exposición a estos alérgenos polínicos desencadena respuestas en nuestro sistema inmune, que intenta defenderse de elementos considerados como «extraños». El resultado son síntomas, como conjuntivitis, rinitis e incluso asma. Además, los alérgenos polínicos, en su función defensiva contra estrés ambiental, pueden liberarse en mayor medida en respuesta a la contaminación atmosférica, exacerbando los problemas de salud.

Por lo tanto, el reciente cambio climático y la contaminación atmosférica han contribuido al aumento de las alergias primaverales, representando un desafío creciente para la salud pública en las últimas décadas.

La complejidad del fenómeno radica en la interacción entre los alérgenos polínicos y el sistema inmunológico humano. Cuando el polen entra en contacto con la humedad ocular o las vías respiratorias, las proteínas alergénicas desencadenan una respuesta defensiva, aunque inadecuada, del sistema inmune. Esta reacción, destinada a proteger al cuerpo de agentes patógenos, en realidad causa molestias y problemas de salud en quienes padecen alergias.

Además, la urbanización y la modificación del paisaje han alterado los patrones de floración de muchas plantas, introduciendo especies exóticas o promoviendo la proliferación de plantas alergénicas. Estos cambios en la biodiversidad vegetal pueden exacerbar aún más las alergias primaverales, creando entornos urbanos más hostiles para quienes sufren estas sensibilidades.

En consecuencia, la gestión de las alergias primaverales requiere un enfoque integral que aborde tanto los factores ambientales como los mecanismos fisiológicos subyacentes. La educación pública sobre la prevención y el tratamiento de las alergias, así como la implementación de políticas ambientales que reduzcan la contaminación atmosférica y promuevan la biodiversidad vegetal, son pasos cruciales hacia un futuro más saludable y resiliente ante los desafíos primaverales.

  • Catedrática de Botánica en la UCO

Suscríbete para seguir leyendo

TEMAS