Opinión | guadalquivir

Chapapote

Las imágenes del depósito de pellets invadiendo las playas del norte de España, y muy especialmente, las costas gallegas, me han traído a la memoria el desastre del Prestige en el otoño de 2002, y el vertido del chapapote en Galicia. Aquella sustancia viscosa de alquitrán arrasando fondos marinos, rocas y arenas nos llegó al corazón de todos los españoles. Y lo mejor de cada persona afloró espontáneamente. Aquello había que pararlo y retirarlo del suelo patrio.

El voluntariado español se movilizó desde toda la geografía hispana. Nadie quedó indiferente ante el chapapote. Nunca olvidaré a aquellos jóvenes y mayores voluntarios que partimos en un autobús desde Andalucía hasta la Costa de la Muerte. Qué noche más larga y más humana. Nuestro destino la localidad costera coruñesa de Camariñas. Las autoridades nos brindaron un centro cultural donde pernoctar y asearnos. Y cada mañana, bien temprano, equipados de un traje blanco, guantes, gafas, mascarilla y botas nos poníamos manos a la obra retirando kilos de aquella masa negra, pegajosa y mal oliente. Me cuentan que podía causar irritación ocular o respiratoria, dolor de cabeza y náuseas y vómitos, por pasar tantas horas inhalando los vapores. No importó, era un movimiento solidario, patriota, medioambientalista y comprometido con los pueblos de España. No se preguntó ideología ni gobierno ni partido; era nuestra querida España.

Aquella experiencia de trabajo en equipo, de solidaridad, de sencillez y calidad humana, es difícil de olvidar. Nunca lloramos tanto ni bailamos tanta muñeira. Y es que lo patriótico no va de banderas ni decir muy alto y sonoro ¡Es-pa-ña! más bien. España, el país de todos, la tierra de sus conciudadanos, la diversidad cultural. Por cierto, buena gente los gallegos y hermosa su lengua. Nos mostraron su cariño y respeto.

Al volver de aquellos días, le traje a mi hijo un traje blanco y unas gafas, para explicarle donde había estado su padre con cientos de andaluces por aquella Costa de la Muerte. No puedo recordar a tantas buenas personas que conocí en aquellas jornadas retirando chapapote, pero siempre recordaré cómo suena en el corazón cantar el himno de Andalucía cuando tus manos se unen a otras manos. Gracias.

*Doctor en Historia

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