Opinión | colaboración

El ejemplo de Casas Viejas

Por estas fechas de enero se cumplen los 91 años de los trágicos sucesos de Casas Viejas (Cádiz), es decir, la rebelión del campesinado anarquista levantado en armas contra la República. La consiguiente represión de las fuerzas del orden fue considerada como «una razzia de mercenarios de la Legión en un aduar rifeño», según el periódico de la CNT de la época, con lo que daban un repaso a la ocupación colonial del Rif. Para Ramón J. Sender, que fue el primer periodista que se acercó a la aldea y envió sus reportajes para ‘La Libertad’, fue «una matanza» (Léase su ‘Viaje a la aldea del crimen’). En cualquier caso, los sucesos están bien documentados y te hacen reflexionar si uno se acerca estos días a Casas Viejas (o Benalup, por su nombre más antiguo, árabe o romano) y observa las fotografías que cuelgan de las paredes de un bar cercano a la iglesia: chozas miserables, calles terrizas, perros sarnosos, burros ciegos deshilachándose por la alopecia, mujeres enlutadas cubierta la cabeza con pañuelos negros, cobijadas que asomaban el único ojo de la diosa al-Uzza, ropas desteñidas y remendadas cubriendo cuerpos enflaquecidos de rostros tostados y huesudos, esas manos encallecidas en el trabajo de sol a sol, hambre, miseria y moscas, siempre el enjambre de moscas, las malditas moscas revoleteando día y noche entre animales y hombres, heridas y llagas.

Nada que ver con el pueblo actual y su población de niños chapoteando el agua en la piscina municipal bajo la tierna mirada de sus rollizas madres. Las famosas chozas de planta circular y tejado de paja, que antaño conformaban el pueblo, (propias, por lo demás, de la región de La Janda y de las zonas lacustres desde el neolítico en general), hoy se construyen solo como elemento etnográfico en el jardín de las casas o chalets de lujo, entre la piscina y el coche. Esa transformación hace pensar en la justicia de aquella lucha y de su viabilidad en estos momentos. Es decir, meterse en el análisis de las condiciones objetivas. En Benalup-Casas Viejas ciertamente se puede leer el ¡boom! de la construcción y el ¡bam! de la crisis del ladrillo como en pocos lugares de España, y sorprende la abundancia de casitas adosada con su jardincito a la entrada, modelo inequívoco de los «pobres ricos» del thatcherismo, y da grima las construcciones a medio acabar, prueba de la ruina de un país endeudado en la crisis de 2008 cuando se evaporó aquel sueño. Pero, ¿se podría hoy imaginar en esa población, pacífica y acomodada al subsidio del paro, un levantamiento del comunismo libertario como el que lideró «Seisdedos» en 1933 y atribuyó a Manuel Azaña la orden a la Guardia Civil de disparar «tiros a la barriga»? Ni de broma, ¿verdad? Y, si tal sucediera, provendría de un capitalismo libertario, tipo Milei, que es lo que promueve las formas ideológicas más radicales de la ultraderecha.

Cierto es que hay un tapón en este sistema y que, por poner un solo ejemplo, es indignante tener que luchar por la subida de ¡75 euros al año! del salario mínimo interprofesional. Pero si se sueltan las energías de una radical transformación social y económica, ¿cuál sería el «genio» que nos concedería los deseos de un mundo de justicia e igualdad? No el que surgiera de aquellos que repetirían las peores características del existente: sus jerarquías, sus privilegios y sus desigualdades.

*Comentarista político y periodista

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