Opinión | COLABORACIÓN

Pensar en positivo para no llorar

Hace unos días me dije que o Santiago Abascal se ha venido arriba con la victoria de Milei en Argentina o se equivocan cuando dicen que dijo: "Habrá un momento en el que el pueblo quiera colgar de los pies a Sánchez". Y pensé que, si dijo lo que dicen, no se sabría si era una amenaza, una profecía o un temor. En cualquier caso, más allá de que estas declaraciones, si se escuchan mal, puedan constituir un delito de odio, a todo el mundo le vino a la memoria a Mussoline colgado de los pies en una gasolinera italiana. Estaba ya el Duce muerto tras ser ejecutado. Y no me cuadraba. Abascal no podía  alegrarse de la muerte y enseñamiento con el cuerpo del creador del fascismo. No habría querido decir que llegará un día en el que "el pueblo quiera abrazar los pies de Sánchez", que es mucho amor, pero tampoco desear que lo cuelguen por los pies, que es mucho odio. Y no me equivocaba: el dirigente de Vox "no quiere que cuelgue por los pies a Sánchez ni a nadie, y que se han tergiversado sus palabras".  Lo acaba de confirmas en unas declaraciones.  Un poco tarde, es verdad, pero es mejor que nunca.

Otro tanto debe haber ocurrido con las declaraciones de Almeida, cuando dicen que dijo que Oscar Puente es "macarra" y "mamporrero", cuando bien pudiera haber dicho "me agarra" y "más le quiero". Tiene que ser así, pues no se entiende que mandatarios políticos, votados por el pueblo al que representan, usen este lenguaje barriobajero y conviertan el ruedo ibérico en una charlotada, con lo que nos gustan a todos las "banderillas de tinieblas". No, no me cuadraba ni me cuadra. Todo viene de aquel "Me gusta la fruta" de la señora Ayuso, que tan mal se leyó, ¿recuerdan?  O como su concepto de libertad, que cada uno lo interpreta como quiere.  

Pero, mientras nosotros nos equivocamos leyendo mal e interpretando peor, otra cosa es ese "¡Viva la libertad, carajo!" que,  en boca de Milei y con la moto-sierra en las manos como salido de un manicomio en un thriller terrorífico, significa la vuelta al neoliberalismo más salvaje basado en la Doctrina Shock, el del "salvase quien pueda", el que buscaba la desaparición del Estado del bienestar y trajo los recortes, la corrupción y la miseria. De momento la inflación ha aumentado en Argentina y la libertad de manifestación será reprimida. No obstante, en este mundo en el que, como diría Shakespeare "los locos conducen a los ciegos", hasta es posible -fíjense mi ánimo de esperanza o ingenuidad- que puede ser que Milei cambie (todo cambia menos la ley del cambio, según Heráclito, y más en política) y grite cuando la gente de su país, hoy empobrecida y desesperada, se le eche encima: ¡Viva la piedad, hermanos! O ¡Viva la igualdad, paisanos! Tal vez no se le entienda bien en su exaltado hablar, pero en este caso sería lo mismo.  

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