Opinión | PALABRAS PARA ANDRÓMINA

Maestras de la pintura

Muchas fueron reconocidas y el transcurso del tiempo y la misoginia imperante las han ocultado y olvidado

Viendo la exposición ‘Maestras’ en el Museo Thyssem de Madrid, uno se pregunta por qué absurdos, estúpidos, injustos y dolorosos motivos y prejuicios se excluyó del canon y de la historia de la pintura la labor pictórica de tantas mujeres. Desde la más conocida Artemischia Gantileschi (siglo XVII) hasta la propia Maruja Mallo (siglo XX), desde el barroco al impresionismo y el surrealismo o la abstracción, la calidad intrínseca y objetiva, en técnica y arte, es sin duda insoslayable. El que ahora se reivindiquen o sean más conocidas no quiere decir que sean por esa misma injusticia mejores, pero es que son lo suficientemente artistas para que al menos se mencionen en la historia de este arte que surgió míticamente de la mano de una mujer corintia.

La propia Artemishchia que abre la exposición se puede codear con sus contemporáneos más destacados como Caravaggio o Rivera. En sus cuadros expuestos destacan dos como ‘Judit y su criada’, portando la cabeza de Holofernes, en la que Judit desprecia sin remordimiento el suceso con indiferencia agresiva, o el más sugerente de ‘Susana y los Viejos’ donde las miradas lascivas de dos viejos hacia una mujer desnuda, dicen más sobre el deseo y el sexo, e incluso su violencia implícita, que todos los tratados de sexología.

Yo eché de menos en la exposición, -supongo que por cuestiones de disponibilidad- a dos pintoras como Sofonisba Anguisola o la misma Remedios Varo, española con familia directa cordobesa, republicana exiliada a México y una de las pintoras surrealistas más importante a nivel mundial.

Pero hay otras, por citar sólo algunas, como Lavinia Fontana, que también tematiza a Judit y Holofernes, la magnífica retratista francesa Henriette Browne con una pintura excepcional de una mujer norteafricana, la alemana Helene Funke o la santanderina María Blanchard. La pintora estadounidense Mary Cassat emociona con el entrañable cuadro de 1897 ‘Desayuno en la cama’, de una gran sencillez y calidez humana, y la holandesa Judith Leyster con la pintura ‘Hombre ofreciendo dinero a una joven’ (de 1631), evoca al propio Johaness Veermer, sin olvidar el virtuosismo en los bodegones de Clara Peeters. Y entre esas pintoras nos encontramos con la montillana -aunque de origen valenciano- Eloísa Garnelo con su magnífico cuadro de 1891, pleno de técnica, talento y poder plástico, titulado ‘Vendimiadoras montillanas’.

Muchos se preguntan, ¿por qué no ha habido grandes mujeres artistas? Sí las has habido, aunque no estén recogidas en las enciclopedias y textos, ni en el canon pictórico; no tantas como hombres por circunstancias socioculturales y de patriarcado, de formación y de ausencia de mecenazgo y de oportunidades, siendo ocultadas o ninguneadas. Lo paradójico es que muchas de estas pintoras fueron reconocidas en su tiempo y precisamente ese transcurso del tiempo y la misoginia imperante las ha ocultado y sobre todo olvidado, porque no se puede ningunear lo que no existe. Incluso su labor fue más dificultosa porque la accesibilidad a la formación artística en las mujeres era mucho más precaria, si es que la había, que en los hombres, por lo que también tuvieron que mostrar independencia de estilo y de vida y gran profesionalidad.

No sé si existe una mirada propia femenina, en cualquier caso, no es lo importante, si lo que hablamos es de arte, porque si no ese valor añadido disminuiría su apreciación. Por ello no creo que exista una mirada especial por su condición femenina. Esta exposición, que se pretende reivindicativa, es un epítome de esta realidad que va surgiendo en la pintura desde no hace muchos años, como un vórtice de conocimiento. Alguien, como se ha hecho, puede criticar el oportunismo de la exposición; puede ser, mas válgalo por la causa y estas artistas.

* Poeta

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