Opinión | palabras para andrómeda

La libertad del miedo

El problema es que si no existe el libre albedrío tampoco existen la moral ni la responsabilidad

El miedo no es libre como dice una frase hecha, sino justo lo contrario, es el sentimiento o la emoción menos libre del ser humano. Igual que el deseo. Y las dos emociones viven en la irrealidad. Pero si el deseo es susceptible de ser moldeado y de alguna manera controlado por la moral, no ocurre lo mismo con el miedo tanto a nivel patológico como cotidiano, de manera que para superarlo es necesaria en ocasiones una intervención sanitaria. Según el psicólogo estadounidense Paul Ekman, es una de las seis grandes emociones junto al asco, la tristeza, la alegría, la ira y la sorpresa.

El miedo es contagioso y en ese contagio no existe libertad de elección cuando es una masa humana la que lo produce. Por ello, el miedo tiene también un componente político a nivel social y eso los populismos lo conocen bien cuando alimentan miedos a lo externo (el miedo conduce al odio) y el poder se basa en la fuerza del miedo, lo necesita para sobrevivir.

Pero no es libre, ¿alguien puede pensar que el miedo a la altura, a volar, a los perros o a hablar en público es voluntario? Es una sensación que es objetivable a nivel subjetivo en la actitud y también objetivo por cambios en la bioquímica del cuerpo. Un niño ante una persona en la cercanía y desconocida suele tener miedo y su reacción es acercarse a lo conocido. O ante una máscara (irónicamente máscara en griego significa persona). Pero no es muy diferente en el ser adulto, como el miedo a no realizarte. Un imperativo -el de la autorrealización- social, impuesto, artificial. Miedo pues al afuera del interior.

¿Puede ser libre el miedo ante una situación de bombardeo continua? ¿O el de una mujer maltratada ante la posibilidad de que un hombre acabe con su vida? ¿Y qué libertad hay en las fobias sino precisamente una constricción de la libertad del individuo? Schopenhauer, por ejemplo, se negaba a que su barbero le afeitara el cuello por miedo a que se lo cortara, o Borges tenía un miedo patológico a los espejos. Pero no sólo las fobias, el miedo a quedar en paro, el miedo a enfermar o en la enfermedad, el miedo a la soledad, a la incertidumbre del futuro, a los cambios. O el miedo al ridículo y sobre todo al fracaso. En este sentido, Theodor Kalifatides escribe que «la conciencia de que estás destinado al fracaso te libera del miedo que le tienes», pero existe. Aunque según el estoico Epicteto no hay que tener miedo a la pobreza o a la muerte sino miedo al miedo.

Porque el miedo no es racional o irracional en una división poco científica, cualquier miedo se vive como una alteración que se racionaliza. El miedo va de la mano de la muerte y la supervivencia, del más banal al más acerval, del miedo escénico o en soledad, ya sea a alguna circunstancia externa o a los propios pensamientos. El miedo a uno mismo, a la vida y sus inclemencias, a los demás (el infierno sartriano son los otros), al distinto. A que te señalen; quizás porque la vergüenza es un sucedáneo del miedo. Mas no hay miedo como el miedo a la nada (simbolizado en el miedo a la oscuridad, a la noche), aunque los suicidas lo soslayen aparentemente -quizás su miedo sea a la vida-, y ese miedo a la nada funda las religiones y las ideologías, es nuestra segunda piel, o la primera. Y del miedo al olvido surge el arte o del miedo al recuerdo, la obsesión. Como dice de nuevo John Gray: «No tememos el paso del tiempo porque conozcamos la inexorabilidad de la muerte, sino que tememos la muerte porque nos resistimos al paso del tiempo».

El Premio Nobel Peter Handke escribió la novela ‘El miedo del portero al penalti’, pero realmente quien tiene miedo es el delantero a fallar ya que su fallo siempre será un error, el portero si falla no es recriminable. Si en algo acertó Erich Fromm en su ‘Miedo a la libertad’, es que en toda elección hay miedo al error y a la incertidumbre. Pero en realidad no siempre percibimos ese miedo pues el libre albedrío ¿existe? Según John Gray, «la de idea de que somos dueños de nuestros actos es un imperativo de la moral», ya que según numerosos estudios neurocientíficos hay medio segundo entre la acción y la toma de decisiones, lo que desvanece nuestra capacidad libre de decidir, que se realiza de forma inconsciente, lo que conlleva a pensar que el libre albedrío es una ilusión, como lo es la conciencia. El problema es que si no existe el libre albedrío no existen la moral ni la responsabilidad. Aunque quizás no haya que ser tan determinista -salvo en la muerte en todo hay un término medio- y hay otros que opinan que alrededor de un 5% (¿tanto?) de nuestros actos son voluntarios y conscientes. Aunque con los algoritmos y la inteligencia artificial quizás nos libren también de ese 5%.

El origen del miedo procede tanto del instinto como del aprendizaje, por ello el miedo es un acicate extraordinario en todos los órdenes de la vida, que la condicionan de manera palpable y definitiva, y siempre sin libertad.

*Médico y poeta

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