Opinión | PALABRAS PARA ANDRÓMINA

Elogio del cine

El tema de ‘Cerrar los ojos’ no es otro sino el paso del tiempo, la muerte, y la pérdida de la memoria

Si alguien quisiera mostrar qué es la melancolía en mil imágenes, bastaría con que viera una película de Víctor Erice. En la última, ‘Cerrar los ojos’, ese tono del paso del tiempo, del poso y la presencia constante de vidas pasadas, del recuerdo no sólo de la vida sino de los deseos y las frustraciones o fracasos, y sobre todo de las ausencias acumuladas, marca el tempus continuo de la obra. Según Gerard de Nerval, la melancolía es ver las cosas como son. Y Erice las ve en esta obra que es metacine, cine dentro del cine.

Un cine de apariencia sencilla pero de gran complejidad, donde, como en Bergman, son los silencios la guía visual y narrativa de la película, y de toda su filmografía. Decía Heidegger que el silencio es una de las posibilidades del habla, porque también son los que más hablan. Si la elipsis es esencial en poesía, lo es más en el cine. Y su máxima expresión fue ‘el Sol del Membrillo’ (1992) aquella película documental imposible, que se propuso mostrar el método pictórico de Antonio López pintando precisamente un árbol del membrillo y la imposibilidad de captar la luz al paso cambiante del día. Una especie de ‘ut pictura poiesis’ cinematográfico que podríamos transformar en un ‘ut pictura kinesis’.

Su obra es la esencia del cine, porque el cine consiste en eso, no solo en ver, sino en cerrar los ojos y pensar, en obrar ese milagro que aquí el cine logra cerrando los ojos los protagonistas, e imaginar la vida perdida, los sueños, rotos o por romper. Erice siente nostalgia por el pasado pero también por el futuro. La mirada es la base de su cine, una mirada nostálgica a través de los ojos cerrados de los sueños. Y aunque el cine no obra milagros desde Dreyer (cineasta danés de hace un siglo), como comenta un personaje, este cine sí hace el milagro de creernos que aún no está perdido todo con esta clase de directores en un arte aún no finiquitado.

Un film donde existen dos historias paralelas y alejadas en el tiempo, pero imbricadas, porque el tema de la película no es otro sino el paso del tiempo, la muerte en definitiva, y la pérdida de la memoria. La memoria es importante pero una persona no es solo memoria, es también sentimiento, nos dice uno de los protagonistas. Y el cine no es sólo imágenes o un juego de palabras, es también oscuridad, la de la sala (ya casi perdida), la de nuestro destino, la de la búsqueda y la del misterio. Es reír y llorar al cerrar los ojos y abrirlos al mundo. Quizás sólo el cine, y el teatro, nos puede ofrecer la belleza de la melancolía unida a la soledad del artista y el espectador. Lo irreal del cine con la materialidad de la vida, la irrealidad de la vida con la materialidad del cine. La paradoja insoluble e indisoluble del arte.

Víctor Erice, con una filmografía escasa pero extraordinaria, llevaba medio siglo sin completar una película de ficción y tres décadas sin estrenar cualquier tipo de largometraje. Seguramente no a todo el mundo le gusta este tipo de cine donde no hay galaxias ni nadie mata a nadie, algún crítico incluso se siente inmune ante las imágenes de estas películas que llama de culto y de las que opina sólo con el estómago. Pero si el arte es intemporal es porque emociona. Y si ya había cine esencial en la película ‘El Sur’, de 1983, mi película suya preferida, o en quizás su más emblemática obra de ‘El espíritu de la Colmena’, de 1973, en esta la vida es el reflejo del cine y el cine el de la vida. ‘Cerrar los ojos’, o «elogio del cine».

* Poeta y escritor

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