Opinión | guadalquivir

Inmaculada Constitución

Aquí nos encontramos, encajados entre el día de la Constitución y el día de la Inmaculada Concepción. Un gobierno socialista estableció en 1983 la festividad constitucional de aquel referéndum del 6 de diciembre de 1978, y el pontífice Pío IX declaró el dogma de la Inmaculada el 8 de diciembre de 1854. Un 14 de diciembre de 1653, la villa de Palma del Río juró defender la condición sin mácula de la Virgen María -más papistas que el papa- y, con la misma pasión, refrendó masivamente la Constitución. Bueno, por aquellos años, no existía tanto amorío con la Carta Magna. Algunos artículos chirriaban en los oídos de los españoles patrios, pero el tiempo demostró que ha sido un texto, que con sus imprecisiones, nos ha permitido convivir y crecer con la guasa española que nos generó el puente de la Inmaculada Constitución.

Encajados pasamos muchos días de nuestra vida. No todo es rojo o azul, no todo está teñido por colores, banderas, himnos, soflamas, no todo es contradicción sino contrastes. El diálogo y el acuerdo son necesarios más que nunca, entre todos los ciudadanos de un país de primera como nuestra querida España, «a veces madre y siempre madrasta».

La estupidez supina es que avanzado el siglo XXI, te hagan preguntas maniqueas con una carga maquiavélica endiablada. Siempre encajando y encajados, siempre atrincherados para herir al corazón e insultar a la inteligencia. La nobleza y revisión histórica nos obliga al buen talante, esquivar los envites y poner cordura y reflexión, pues pasado el tiempo, se ven a las personas y los asuntos con otra mirada más noble. Callar y ser prudentes, evitar palabras mal sonantes y no verse obligados a coser heridas.

Existen verdaderos arribistas de la provocación y de la manipulación para confundir a la buena gente. No alcanzo a comprender cómo se puede servir a Dios y al diablo. Cómo se puede jugar con el futuro de una sociedad enarbolando buenismo o defensa de valores que se carecen. Comprendo que el Guadalquivir tiene sus aguas encajadas entre la Sierra y la Campiña, pero sueña con el mar. A todos aquellos que crean que es posible un mundo mejor, un paso adelante. Toca comprometerse, y serán los jóvenes de hoy, con la mano tendida a nuestros mayores y abierta a las nuevas inquietudes de esta centuria quienes escribáis con dignidad el presente.

* Doctor en Historia

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