Opinión | tribuna abierta

Gaza en el conflicto palestino

Hay que tomar partido, traspasar esa línea que, desde el Holocausto, ha paralizado voces, pensamientos y plumas por el temor a ser tachado de antisemita. Hay que ir más allá de esa actitud donde el valor se viste de prudencia y la verdad se solapa con la memoria histórica del pueblo judío, que fue brutal e injustamente maldecido y perseguido por deicida durante siglos. Hay que situarse en Gaza hoy.

Pues, si vamos a la historia concreta de Palestina de donde el presente parte, habría que recordar la declaración en 1919 de Lord Balfour, a la sazón secretario de Asuntos Exteriores de Inglaterra, que era la potencia colonial que la ocupaba: «En Palestina no nos proponemos siquiera pasar por el formulismo de consultar con los actuales habitantes del territorio, a pesar de que la Comisión Norteamérica ha cumplido con la norma de preguntar qué eran. Las cuatro grandes potencias están comprometidas con el sionismo y el sionismo, bueno o malo, equivocado o acertado, está enraizado en una larga tradición, en necesidades del presente y en esperanzas del futuro, todas ellas más importantes que los deseos y prejuicios de los 700.000 árabes que ahora habitan esas antiguas tierras. En mi opinión esto está bien», concluye Lord Balfour.

Esta declaración, anterior a los horrores del Holocausto, es una perla, no solo por el desprecio a la opinión de los habitantes que entonces ocupaban Palestina o por la negación de estos a su identidad como pueblo, producto de lo que Edward Said en ‘Cultura e imperialismo denomina’ «el determinismo histórico que se desarrollara sobre perspectivas coloniales», sino porque para las cuatro grandes potencias de la época el sionismo satisfacía «necesidades presentes» y «esperanzas futuras» que no eran sólo las de los propios judíos de la diáspora. El sionista Teodoro Herzl lo expresó con meridiana claridad cuando propuso a Inglaterra la creación de un Estado judío en Palestina «que serviría como punta de lanza para los intereses occidentales». Se vendió pues una tierra deshabitada que se fue llenando de colonos judíos y, tras la partición en 1947 por la ONU, el Estado de Israel se ha posesionado de prácticamente la totalidad de esas tierras y sumergido el resto en ghettos. Desde esta perspectiva Israel es, pues, un residuo del colonialismo, nacionalismo aderezado con una justificación histórica-religiosa. La geopolítica y los vitales y vastos intereses económicos liderados por EEUU convierten el país, llegado el caso, en una base militar de Occidente en Oriente Medio.

Volvamos a Gaza, un territorio de 40x7 km2 ocupado por más de dos millones de personas. Israel tiene derecho a defenderse, es el principio ante la acción terrorista de Hamás. Pero no puede responder con un terrorismo de Estado y la aplicación de la bíblica Ley del Talión al nivel de la barbarie. De segur con esta represalia fuera de toda ley humana y divina y con su probable intención de ocupar permanente Gaza, perdería Israel, con las inocentes víctimas causadas, la paz deseada y la comprensión que para muchos merece el pueblo judío tan castigado por la historia.

*Comentarista político y periodista

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