A la luz de los datos de desempleo que acaba de facilitar la Encuesta de Población Activa (EPA) cualquiera podría señalar con claridad cuáles son las prioridades de Andalucía. Son 41.100 andaluces más los que se dicen en el pero durante el tercer trimestre, a pesar de que comprende ese verano de cierto despegue turístico. En Córdoba son 2.000 parados más los que hay ahora respecto del mes de junio, aunque si llueve bien y la cosecha de aceituna se recupera un poco tendremos un cuarto trimestre del año con mejoría en el empleo, es decir, lo de siempre.

Sin abundar en exceso, ayer mismo Funcas, la fundación de las antiguas cajas de ahorros, redujo sus previsiones de crecimiento económico para España más de un punto para el cierre de este año, que no es poco. Así, el estudio prevé un crecimiento del 5,1% del PIB en el 2021 y es más optimista para el año que viene, que lo pone en un 6%. Los datos son similares a los de la estimación que hace unas horas ha lanzado para Andalucía Analistas Económicos, la sociedad de estudios de Unicaja (un alza en nuestra comunidad autónoma entre un 4,3 y un 5,9% este año y entre el 5 y el 6,2% para el año que viene), en una horquilla muy amplia, pero bueno. Lo interesante, aunque dramático, del análisis financiero andaluz es que se prevé un aumento del paro, con lo que el crecimiento económico, de haberlo, no redunda en la necesaria ocupación de los trabajadores andaluces.

Así que cualquiera que escuchase ayer el debate del estado de la comunidad que transcurrió en el Parlamento de Andalucía lo primero que podría preguntar a sus señorías es “¿de qué van?”. No por sospechar frivolidad o mala fe en nuestros partidos políticos, pues por encima de las habituales descalificaciones genéricas estamos ante personas que, además de querer ganar las elecciones, quieren lo mejor para su tierra. Aunque las prioridades no estén claras.

En una novela de Petros Markaris publicada en los primeros años de la crisis económica del 2008, la esposa del famoso comisario Jaritos pone firme a toda su familia y habilita un plan de contingencia para afrontar, desde el ámbito doméstico, lo que se les viene encima. Tengamos en cuenta que hablamos de Grecia. La señora es un ama de casa profesional que se pone a hacer cuentas para ahorrar costes, prestar adecuadamente los servicios, apoyar a sus hijos y hasta ayudar a otras personas más débiles. Y ayer me acordé de Adrianí, que así se llama el personaje, viendo y escuchando el debate en el que poco se habló del “estado” de Andalucía y de cómo salir todos adelante y remontar esta crisis que no se ha ido por mucho que ya se estén llenando los estadios de fútbol y los bares. El debate fue en realidad un testeo a la negociación de los Presupuestos andaluces del 2022, y de ese testeo se saca que el acuerdo parece muy lejos.

Sin quitarle razón a ninguna de las posiciones, lo cierto es que el debate de ayer conducía a ese “callejón sin salida” al que aludió el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. El jefe del Ejecutivo andaluz “vendió” lo que pudo, defendió la gestión sanitaria y, además de prometer 210 millones para el impulso del empleo juvenil (por fin se han dado cuenta, el secretario general del PSOE, Juan Espadas, también basó su proyecto de futuro candidato en atender a esa enorme bolsa de juventud sin futuro ni esperanzas), aseguró que negociaría “hasta la extenuación” para sacar adelante las cuentas del 2022.

Queda prácticamente descartado el acuerdo con el PSOE, como ya anticipaba un tanto agresivamente el vicepresidente y líder andaluz de Ciudadanos, Juan Marín, confirmado en martes con la posición del portavoz del Gobierno andaluz, Elías Bendodo y ratificado en el debate en el que la portavoz socialista, Ángelez Férriz, le dijo a Juanma Moreno que no es creíble nada de lo que diga, pues no cumplió su palabra de mantener el contrato a los 20.000 sanitarios reclutados para luchar contra el covid-19. El acuerdo PP-Cs con el PSOE sería para los andaluces un sueño hecho realidad, pero está (casi) claro que va a quedarse en el universo onírico de los imposibles.

La posición de Vox se radicaliza, si bien cuesta trabajo pensar en que vaya a permitir que se hunda el entramado, algo que solo puede entenderse en el contexto del ansia de convocatoria electoral. El portavoz, Manuel Gavira, afirma que en una semana puede estar presentando una enmienda a la totalidad del proyecto de Presupuestos de Andalucía (cuando lo apruebe el Consejo de Gobierno), y una se pregunta, como lo hace al asistir al debate en el Gobierno de Pedro Sánchez entre las ministras Nadia Calviño y Yolanda Díaz, cómo la formación minoritaria puede imponer la política global en el país. Pero, claro, hay documentos firmados, y a ellos se remiten.

En cualquier caso, los más de 43.000 millones del presupuesto previsto para el 2022, el presupuesto de la recuperación, siguen en el aire. Es de suponer que habrá acuerdo con Vox o, llegados al callejón sin salida, una convocatoria exprés de elecciones que probablemente favorezca mucho al PP. Porque prorrogar las cuentas de este año, por mucho que insistan en ello PP y Cs, no parece lo adecuado para afrontar el tiempo que nos espera. Si solo la subida de la luz está desestabilizando a España entera, a las familias, a los negocios… ¿No debería Andalucía pertrecharse con sus mejores armas para los tiempos que llegan? Necesitamos por aquí la implacable lógica doméstica de Adrianí.

Pero el debate continúa. Sus señorías intervienen en estos momentos, así que vamos a ver cómo se resuelve la jornada.