Opinión | la rueda

No hay rebajas en el súper

«Fin de fiesta con la ventaja añadida de dos días, sábado y domingo, para despresurizar»

El primer día de rebajas no las hay en el supermercado. Sí hay, a ojo de buen cubero (para los de la ESO, como diría el humorista Goyo Jiménez, a bulto, a simple vista) un millón de personas nerviosas, empujando los carritos con la angustia de haber estado un día sin ir a la compra. Desabastecidos, vaya. Entre ellas, me incluyo, faltaría más. ¿Qué vamos a comer hoy? El almuerzo posfiestas no está previsto, quién lo hubiera dicho, y, como no perteneces a esos afortunados a los que todavía les quedan recortes de la Nochebuena, ni a los que van a seguir llenando las terrazas y restaurantes mientras llueve y no llueve (por favor, que caigan otros cien litros ya), tienes que pensar en algo. El cuerpo pide un poco de pescado y ensalada después de la lujuria del roscón, quizá un poco de caldo casero para recuperar la razón.

Fin de fiesta con la ventaja añadida de dos días, sábado y domingo, para despresurizar y volver a la ya ansiada normalidad. Quizá por eso, ante los lineales del súper, las almas se han vuelto reflexivas. Ahí los veo, a los consumidores que me acompañan, ahí me veo a mí misma, reflexionando delante del café, preguntándome por qué cuesta 20 céntimos más cada paquete de tueste natural. Es el único precio que de verdad controlo, así que no puedo pronunciarme sobre otros productos (bueno, la leche lleva tiempo a paso prusiano) y sí sobre la factura final, unos veinte o veinticinco euros por encima de lo habitual hace apenas medio año. Las rebajas no han llegado al súper, repito, y ni siquiera los productos navideños acusan el final de las fiestas, con excepciones.

Así que se percibe, por encima de esas prisas del fin del mundo y de ese ‘mono’ que supone haber estado un día entero sin poder comprar filetes o mantequilla, una larga pausa de los compradores ante los productos, calibrando unas y otros si cambiar de marca, si pasar a la blanca, si prescindir del capricho. En la charcutería me informo de que ya puedes llevar tu fiambrera (para los de la ESO, táper o ‘tupper’) y evitar los excesos de los envoltorios plásticos. Una buena noticia. Como no soy socióloga no les puedo decir si tanta inspección delante de los expositores significa ruina directa o preocupación por el futuro, más allá de la acostumbrada cuesta de enero. Pero da que pensar.

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