EL RASTRO DE LA LOTERÍA DE NAVIDAD EN CÓRDOBA

El Gordo del bar Mariqui de Villarrubia

Después de 30 años vendiendo lotería, Francisco reparte 400.000 euros con un décimo vendido por terminal

Araceli R. Arjona

Araceli R. Arjona

En el bar Mariqui de Villarrubia, el Gordo de la lotería de Navidad pilló al dueño, Francisco García Bueno, currando en hora punta detrás de la barra. «Me enteré por un cliente y después me llamó un primo para decírmelo», explicó mientras servía cervezas a los parroquianos. La prensa llegó antes que el delegado de loterías, Francisco Quesada, uno de los encargados de llevar el cartelito que lucen todas las administraciones que venden algún premio y que este año dio más paseos de lo normal, con décimos repartidos por toda Córdoba.

Entre los presentes, nadie confesó haber sido el agraciado del único décimo vendido por terminal, lo que no impidió que el Gordo se celebrara a lo grande para inmortalizar el momento ante las cámaras. «Si me hubiera tocado a mí lo diría, menudo fiestón», aseguraron varios de los habituales mientras Agus, el más lanzado, agitaba como una coctelera una botella de cava que escupió el contenido a modo de chupinazo.

30 años vendiendo lotería

«A mí me han dicho que lo mueva, pues lo muevo», dijo casi más feliz que el propio dueño de Mariqui, propietario del negocio familiar desde que lo heredó de su madre, cuyo nombre bautizó el establecimiento en 1967. «57 años lleva abierto este bar y 30 vendiendo lotería, así que hemos dado ya muchos premios, alguno de Navidad también», explicó sincero, señalando las pruebas colgadas en la pared. A él no le tocó el Gordo, pero clientela animada dispuesta a brindar no le faltó.

«De momento, no sabemos a quién le habrá tocado, la verdad es que se vende mucho a la gente de la barriada, pero puede que alguien de fuera que haya pasado por Villarrubia a ver a la familia se lo haya llevado por ahí... aunque siendo un décimo solo, puede que sea vecino de por aquí y aparezca un día de estos», elucubró Francisco. En las mesas del bar, a falta de lluvia de millones, ruló la cerveza fría. «Los viernes aquí son muy animados», dijo uno, «con o sin lotería de por medio». Qué alegría. 

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