seres de babel

Rafael Guillén

"En tu memoria, buen amigo, me bebo de un solo trago todos los instantes tristes"

Rafael Guillén.

Rafael Guillén. / CÓRDOBA

Manuel Gahete

Manuel Gahete

No solo en sus poemas, también en las escasas pero fértiles conversaciones que mantuve con él desde que la fortuna me otorgó la merced imponderable de conocerlo personalmente en Granada, allá por el año 2001, en la presentación de mi libro Capítulo del fuego, junto a su inseparable amigo almeriense Julio Alfredo Egea –digno de un reconocimiento sumido todavía en un sueño inescrutable–, Rafael Guillén buscó sin tregua el ensalmo de la luz, esa infinita luz cuya presencia visibilizaba en sus versos –por hondos tan humanos– que pretendían desentrañar la perplejidad del absurdo, la naturaleza de un misterio cuyo hallazgo se niega a la mayoría de los hombres.

En tu memoria, buen amigo, me bebo de un solo trago todos los instantes tristes, y hasta dolorosos, que no me impedirán evocar ese aliento tuyo tan universal y personal, tan sensorial y etéreo, tan poderoso y dulce, porque es imposible olvidar ese no sé qué indescifrable que siempre destiló tu voz enarbolada; la voz que no ha muerto ni morirá mientras pervivan ojos donde se espeje tu palabra y oídos que te escuchen más allá del silencio.

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