ENSAYO

El universo de Panero

‘El contorno del abismo’, de J. Benito Fernández recupera al poeta maldito

Leopoldo María Panero.

Leopoldo María Panero. / Juan María Vargas

El libro ‘El contorno del abismo (Vida y leyenda de Leopoldo María Panero)’ nos adentra en la vida de uno de los poetas considerados «malditos» de la literatura contemporánea. J. Benito Fernández, biógrafo, se adentra en los entresijos de una vida complicada, autodestructiva, que tuvo continuos ingresos en manicomios. La leyenda de los Panero comenzó cuando Jaime Chávarri se adentró en ‘El desencanto’, en una familia desestructurada, donde el peso de un padre indiferente, que solo vivía para sus placeres y para la poesía, había lastrado definitivamente a unos hijos ya tocados por la tragedia. El libro está corregido y ampliado, desde su primera versión en 1999.

Las descripciones de J. Benito Fernández, que fue muchos años periodista en televisión, ya demuestra su habilidad para construir un cimiento sólido de palabras: «Leopoldo María, que ha vuelto a hacer alguna incursión poética, comienza a tener escarceos amorosos. Es un muchacho enjuto de rostro afilado, con la mirada dulce y tierna, que enciende sus primeros cigarrillos y saborea los tragos iniciales».

La muerte del padre también está descrita con precisión, como si fuese la mirada del amanuense que descifra el lenguaje de un texto difícil. En las líneas que siguen vemos que J. Benito Fernández sabe imprimir ese tono que ya es una constante del libro: la tragedia. Una familia que podría descender de cualquier drama griego, donde la madre impone su autoridad, donde los hijos ya van naufragando en un olvido, regado de alcohol y drogas. El padre, que había abusado del alcohol, cae fulminado un día, joven todavía: «Son las siete de la tarde. El día está luminoso y claro. Feli entra de nuevo en la habitación porque aquel silencio le parece demasiado inquietante y lúgubre. Enciende la luz y la semblanza apacible de Leopoldo queda iluminado; parece dormir, pero su pulso dice que ya no vive».

El sueño es el hermano de la muerte, decía una frase griega que yo traducía en mi primer año de carrera de Filología Hispánica en la UNED y así ve al muerto, en ese sueño eterno, recordando la novela de Chandler en la que caeremos todos al final. Como decía Pavese: «Vendrá la muerte y tendrá tus ojos». En Leopoldo Panero, el corazón falla aquel día, Felicidad avisa a José Luis, que tiene ya veinte años, para llevarlo a Astorga, pero el poeta ya está muerto.

Es quizá ese momento el punto de inflexión de una carrera meteórica de una familia que se va desintegrando, de unos hijos que van tocando fondo, de un Leopoldo María Panero que se excede en repetidas ocasiones con la gente, pierde los papeles, duerme en las escaleras de su domicilio porque se ha dejado las llaves, se enfrenta a editores, a compañeros del centro psiquiátrico, pide dinero a algunos, como el episodio que nos cuenta J. Benito Fernández cuando llega a la librería Visor y Chus, el editor, llama a Antonio J. Huerga, que editará parte de su obra para que se haga cargo de él. Todo viene tocado por el sigo de Rimbaud, de la locura progresiva, del aislamiento de un Robert Walser, del olvido del mundo de Holderlin. Como no quiero desentrañar muchos aspectos interesantes del libro, muy bien documentado y muy trabajado, donde nos habla de colaboraciones en revistas, de libros, etc.; me quedo con lo que nos cuenta el biógrafo, convertido ya en testigo de un mundo, un periodista que conoció al Panero de los momentos lúcidos, al Panero agresivo, al hombre que despotricó contra los vascos y contra todo sistema. Se trata de la filmación de ‘Después de tantos años’, donde Ricardo Franco, en 1994, vuelve a la familia Panero, dedicado el documental a Chávarri y comienza: «La primera aparición de Leopoldo María Panero impresiona, sobre todo a quienes no le hubieran visto desde la primera película. Duerme en su cuarto -habitación número 2- de la primera planta de uno de los pabellones del psiquiátrico. Diez sofocantes metros cuadrados. Una única ventana con barrotes que da al patio de sombras pululantes: solo hombres. Una mesita coronada por una Olivetti, un artículo suyo junto al grabado de un loco en la pared -regalo de Arencibia- ya una destartalada librería. Sobre uno de los estantes, un retrato en blanco y negro enmarcado oculta los libros. Es una bella fotografía de Felicidad, la misma que ilustró la portada de un libro de memorias».

Me quedo con esa imagen, la de un hombre encerrado, que tiene en su espacio claustrofóbico el retrato de una madre que fue su salvación y su condena, de una mujer bella que es el último espejo en que se mira este hombre desarraigado de la vida, que no comprende el mundo y que lo interpreta todo con los ojos lúcidos del inadaptado, del que sabe que su sino es la marginalidad.

El libro te ayuda a conocer mejor a Leopoldo, nos lo desnuda para que veamos que fue un hombre que podría haber sido como cualquiera, pero tocado por los dioses griegos, estaba condenado a la tragedia. También Michi y José Luis quedaron en sombras, vampiros de un tiempo que comenzó con sotanas y con miedo y que poco a poco les fue relegando al olvido. Somos y estoy seguro de ello personas vulnerables, pero algunos han caído más en el pozo de la tristeza. Quizá como epitafio podría rezar estas palabras: «Vio demasiado y al verlo todo, acabó tan lúcido como un sabio loco». Gran libro el de J. Benito Fernández que nos hace ver al hombre y al poeta, en sus luces y sus sombras.

‘El contorno del abismo’

Autor: José Benítez Fernández.

Editorial: Anagrama. Barcelona, 2023.

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